Beatriz García A. 25 de octubre de 2022
Beatriz García A.
El
agua es fuente de inspiración para muchos artistas. Pintores plasman en sus
lienzos el mar, los ríos, las cataratas. Poetas y escritores le dedican páginas
que pueden reflejar sosiego, disfrute, fuerza, ira, sentimientos del humano
manifestados a través del agua. También el cine proyecta su fuerza en las
tormentas con rayos y truenos que nos estremecen.
El agua es nuestro líquido vital, sin ella no hay vida. Nuestro cuerpo está constituido por un 60 % de agua. Disfrutamos del agua, con ella nos limpiamos y recreamos. Sin embargo, los venezolanos estamos sometidos a un régimen de racionamiento que nos priva de su goce.
Para
este país resulta una paradoja que el agua signifique una amenaza y cause
tragedias de la magnitud de la ocurrida en Las Tejerías y Los Castaños, ambas
poblaciones en el estado Aragua. Y digo paradoja porque la falta de agua en el
país es el pan nuestro de cada día.
Un
alto porcentaje de las protestas que se suceden a diario es porque no llega
agua potable por las tuberías. Poblaciones del interior del país trancan
carreteras y en la ciudad autopistas por ese grave problema que no ha
solucionado el régimen. Están conscientes que es un derecho humano contar con
este servicio, que satisfaga las necesidades y que llegue de manera continua. Eso
en este país es un sueño.
Una
amiga me contaba que estando en Barcelona, España, visitando a su hijo, comenzó
una conversación con un señor que se identificó como comunista y este le decía
con mucha seguridad, que él no percibía al gobierno que había en Venezuela como
ineficiente y que las informaciones que se recibían eran exageradas. Ella no
entró en discusión, pero le respondió con una pregunta: ¿usted sabe cuál es el
mayor placer de estar aquí? Le dijo no, y ella le respondió: meterme debajo de
la regadera y que el agua limpia corra por mi cuerpo, tengo años bañándome con
un tobo seis días a la semana y en la regadera el día que nos toca que el agua
llegue. Detrás de la cortina de mi baño hay una colección de tobos y poncheras.
No dijo más nada.
Para
colmo el agua que llega a cada hogar venezolano, además de ser racionada, está
turbia, parece un “guarapo de papelón”, no puede usarse sin el riesgo de
contraer una enfermedad, en un país con escasez de medicinas o sin dinero para
comprarlas. No importa si vives en una urbanización o en un barrio, el servicio
de agua es caótico en todo el país.
El
Observatorio Venezolano de Servicios Públicos refleja que el 89,7 por ciento de
las casas están conectadas a la red de tuberías y solamente un 25 por ciento
tiene agua de forma continua. Aproximadamente más de 13 millones de venezolanos
tienen la necesidad de almacenar agua.
Los
problemas con el abastecimiento del agua se remontan a 23 años. A partir de
1999 los directivos de Hidroven, empresa estatal responsable del servicio de
agua, y los de las empresas estatales, fueron removidos y suplantados por
personas que no tienen la preparación profesional ni técnica para operar esos
sistemas tan complejos, a esto se suma la falta de mantenimiento de toda la
infraestructura. Resulta una ironía que uno de los países con mayores recursos
hídricos sufra de escasez de agua.
Si
volvemos al inicio de este artículo y a la gran paradoja del agua en Venezuela,
donde hay escasez en las tuberías y exceso en la lluvia que cae del cielo, la
primera es atribuible a la ineficiencia de quienes administran las empresas del
Estado y la segunda a la naturaleza, al cambio climático, a la variación del
curso de los ríos y quebradas, a las construcciones de viviendas muy cerca del
cauce. Pero estas últimas razones no eximen de responsabilidad a las
autoridades encargadas por velar de la seguridad de los ciudadanos.
¿Por
qué no podemos crear una cultura de la prevención? ¿Tenemos en Venezuela un
mapa de zonas de riesgos? ¿Nos han enseñado a cómo actuar ante emergencias como
un deslave, un terremoto, una tormenta? Porque esperar a tener 50 muertos en
Las Tejerías, 400 casas destruidas y 400 con daños. Multipliquen eso por 5 personas
por familia, son cuatro mil víctimas en un estado de mucha vulnerabilidad. Si
se sabía que los suelos estaban saturados por qué no desalojaron a la gente.
Son preguntas que hacemos con el ánimo de despertar conciencia.
En El
Castaño, también en el estado Aragua, se produjo el desbordamiento de quebradas
con pérdidas materiales y humanas. También en Anzoátegui el río Unare se salió
de su cauce invadiendo hasta la carretera nacional y a parte del pueblo
Clarines, grandes pérdidas materiales más no humanas. Y así en varios estados
del país.
El
agua que tanto necesitamos nos hace un llamado a la reflexión a protegernos de
los embates de la naturaleza a prepararnos para sobrevivir y también a exigir
que por nuestras tuberías salga agua potable. Es escandaloso que en pleno siglo
XXI los venezolanos clamemos por este derecho.
Beatriz
García A.
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