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domingo, 23 de octubre de 2022

Marcelino Bisbal: “No podemos quedarnos de brazos cruzados” / Hugo Prieto @prodavinci

 


Pueden ser cifras muy modestas, si se las compara con los grandes tirajes del mundo editorial. El número –cuarenta libros impresos y 10 libros digitales en un año- nos habla, más que de una apuesta económica, de un esfuerzo de creatividad y resistencia en abediciones. De un esfuerzo que, a través de diferentes vías, intenta ofrecerle a los lectores y a los estudiantes venezolanos, un oasis en medio del desierto en que se ha convertido el mercado editorial venezolano. 

El número, así como otras iniciativas que encontraron viabilidad en el soporte digital, hay que verlo como una consecuencia frente a las políticas gubernamentales, que barrieron con los principales periódicos, plantas televisoras y emisoras de radio del país, con librerías que murieron y luego cambiaron de uso y razón. Lo cierto, y esto es realmente valioso, es que a golpe y porrazo surgieron nuevos canales de comunicación, nuevas formas de informar y darle cobertura a una realidad que el poder invisibiliza y niega. 

Estas vivencias merecen una convocatoria lúdica y celebratoria. Contra viento y marea la UCAB organizará la Séptima Edición de la Feria del Libro del Oeste de Caracas. (FLOC, entre el 28-N y el 3-D de 2022). El propósito de la UCAB es ir más allá y afianzar la feria como un espacio cultural, “para reencontrarnos con la lectura, el arte, la diversión y el pensamiento; en un formato híbrido y dinámico”. Durante la pandemia, la feria continuó en un formato virtual y en 2021, virtual y presencial. El cálculo para este año es “reunir a 5.000 personas que puedan disfrutar de las cosas que estamos haciendo, de las cosas que el país requiere y necesita”. Aprendamos a leer en soporte digital, si queremos sobrevivir como lectores. Quien habla es Marcelino Bisbal*. 

La idea de hacer país se ha extendido en el contexto en que vivimos ¿En qué consiste ese concepto? ¿Podría aproximar una definición?

Hay tres escenarios posibles para nosotros los venezolanos. Uno, el que han asumido muchos jóvenes y no tan jóvenes, que es irse del país. Doy un ejemplo. El observatorio que tiene la UCAB sobre el tema de la migración calcula casi 7 millones de venezolanos que se han ido del país. No son sólo jóvenes profesionales de clase media o clase media alta sino personas que vienen del mundo popular, que se van por tierra, atravesando selvas, buscando lo que podría ser un mejor futuro. Yo respeto a quienes asumen ese escenario y esa decisión. Un segundo escenario, quedarse de brazos cruzados y simplemente no hacer, absolutamente nada. Quejarse todo el día. El país está devastado. No vale la pena hacer nada. Y un tercer escenario que yo, como mucha gente, he escogido. Ese escenario consiste en no quedarnos tranquilos, en no paralizarnos. En no quedarnos quietos. Es decir, hacer lo mejor que podamos hacer. En mi caso, yo vengo del mundo de la academia, de la investigación y la docencia. Claro, al régimen le interesaría el segundo escenario, una sociedad pasiva, sin iniciativas, que les permita gobernar a su real saber y entender. 

En el fondo, cada quien que tenga esta necesidad, esta expresión política, porque de eso se trata, se desenvuelve en su propio mundo. Cada quien está en su pequeña burbuja y no hemos construido una opción colectiva y social en la que podamos imbricarnos, comunicarnos. Ahí es donde veo una gran dificultad. 

No. Ahí difiero de ti. En ese tercer escenario, diría que hay dos posibilidades. Una es hacer lo que siempre he hecho, olvidándome de lo que está pasando a mi alrededor, con eso subsisto y me siento bien. La otra posibilidad es hacer lo mío, pero construyendo ciudadanía. A lo mejor es algo repetitivo, no lo sé. Pero diciéndole a la gente que, lo que está ocurriendo en el país, no se puede repetir el día de mañana. En definitiva, eso es lo que esta universidad ha asumido. Intentamos construir futuro. ¿Por qué? Porque lo que estamos viviendo, en algún momento se va a agotar, ya sea por desgaste natural o por una toma de conciencia de la sociedad, de manera tal que diga: Hasta aquí llegamos y esto tiene que cambiar. ¿Cuándo podría ocurrir? No lo sé. A lo mejor ni tú ni yo vemos el cambio. Eso no importa. Yo creo que la semilla que estamos sembrando, va a rendir sus frutos. A lo mejor no obtienes ningún reconocimiento, pero creo que lo que haces es para construir un país distinto y un futuro diferente. Es decir, un ciudadano totalmente distinto. 

Al parecer tenemos una idea clara de la sintomatología del “problema” que estamos viviendo. ¿No cree que hay una indefinición, una falta de comprensión, que nos lleva a ver y asumir el “problema” de una forma distinta? 

Lo he dicho en otras oportunidades. En el país, desde hace muchos años, sobran los diagnósticos. Se han hecho en distintas esferas de la vida pública. Es decir, sabemos lo que sucede en la economía, en el ámbito político, en el ámbito cultural y comunicacional, por ejemplo. Lo que no tenemos claro todavía, creo que en eso hemos trabajado poco, es cómo solucionar esos problemas que nos arroja el diagnóstico. Ahí es donde realmente pareciera que no nos hemos puesto de acuerdo. No solamente a nivel intelectual sino a nivel político. Yo recuerdo que en la campaña de Capriles nos llamaron a un grupo de investigadores, de comunicólogos, liderados por Antonio Pasquali, y nos dijeron: nosotros queremos construir un país distinto y en el área que a ustedes le compete -el mundo de las comunicaciones, de la libertad de expresión, entre otros temas-, ¿Qué cosas creen ustedes que tendríamos que hacer?  Empezamos a hurgar en el mundo periodístico, en el mundo académico, en el mundo empresarial y finalmente, le presentamos al candidato todo un programa de lo que habría que hacer. Pero eso llegó hasta allí. Creo que algo similar pasó en otras áreas. No nos hemos puesto de acuerdo, una vez que salgamos de esto, en cómo le hacemos para que esto no se vuelva a repetir. Realmente, creo que ese es el problema.

Si entiendo lo que plantea, diría que al mundo intelectual le correspondería señalar el diagnóstico y al mundo político llevar ese diagnóstico a la acción política. Si no tenemos un accionar político, ¿Cómo funciona el escenario número tres en los términos en que usted los planteó? 

A los intelectuales, a los académicos, les corresponde pensar, arrojar ideas. Habrá quien entre al mundo político. Sin embargo, esa no es su tarea, no es su función. Hay otro sector, lo que Gramsci llamaba “la sociedad política” que, a partir de esas ideas, de ese pensamiento, tiene que operar, tiene que activarse. Tal cosa no la hemos logrado hacer y eso no habla bien ni de nuestro liderazgo político ni de nuestros partidos políticos. Pero eso no sucede, solamente, en el ámbito venezolano. Pareciera que hay un proceso de despolitización a nivel mundial. Por alguna razón, que desconozco, las sociedades de este tiempo han dejado de creer en la política. ¿Cómo logramos reconstruirla o reconfigurarla? Esa es una tarea que la tienen que hacer diversos ámbitos de la sociedad, no solamente los intelectuales. 

Todos desconfiamos de la política y de las herramientas que en el pasado sirvieron para encausar los conflictos de la sociedad. El punto es que la gente depositó sus expectativas de cambio en los populistas, en los líderes autoritarios, en los aprendices de brujo… en la antipolítica, para decirlo en una sola palabra. Y lo que se ha demostrado de 1990 para acá, es que eso no ha funcionado. Vivimos en un caos planetario.

No tengo respuesta para eso. A lo mejor, en términos políticos, nos hemos preocupado por el bienestar de los ciudadanos, lo que en su momento en Europa llamaron hacia un estado del desarrollo –acceso a una buena seguridad social, a la alimentación y a la educación- pero quizás descuidamos el ámbito político; en el sentido de que ese ciudadano, que ya conocía el bienestar, tuviera conciencia de que eso le ha costado a la sociedad, al Estado y, por supuesto, también a él. Eso lo dejamos de lado y a lo mejor eso es lo que nos ha faltado. En el contexto venezolano es fácilmente explicable, creo yo. Nosotros tenemos una serie de carencias, a nivel público y en todos los órdenes, y eso se refleja en todas las encuestas. ¿Cuál es la prioridad de los venezolanos en este momento? En primer lugar: comprar alimentos; en segundo lugar, el tema de la salud… la educación no aparece ni de lejos y la política se menciona sólo para denigrar de ella. Allí hay un problema del mundo intelectual y académico, pero también del mundo político y quizás de los gobiernos en funciones de Estado. Eso está trayendo consecuencias a nivel planetario.  

¿Qué se podría hacer en el ámbito venezolano?

Yo me pregunto cuánto le dedico -de mis horas de clase- a explicarle a mis estudiantes: ¿Qué es y en qué consiste la política? ¿Qué significa ser ciudadano? ¿Qué significa la política como arreglos de convivencia? ¿Cuánto tiempo dedicamos a eso? Y luego un tema que para mí es muy importante: ¿Qué ejemplo doy yo como docente, como académico, como intelectual frente a estos jóvenes que se están transformado para ser distintos? Mire, ser ciudadano, no solamente implica ser un buen profesional, sino esto otro. 

Diría que esa es una tarea fundamental del Estado y de la cosa pública. Realmente es muy difícil, si tomamos en cuenta que este es un país inmerso en un proceso de disolución. 

Una cosa es el Estado y otra cosa es el partido político que asume funciones de gobierno. En términos sociológicos, el Estado somos tú, yo y todos los ciudadanos y el Estado va a funcionar en la medida en que el ciudadano tenga plena conciencia de las funciones que a él le competen. Aquí es donde yo veo una falla en el contexto venezolano. El ciudadano reclama y le exige al Estado, pero ¿Cuánto de esas exigencias, de esos reclamos, le competen a él? Eso es lo que habría que saber. ¿Cuánto damos nosotros para que eso sea así? En un país, en el que ni siquiera se cumplen las normas mínimas de convivencia –el caos del tránsito vehicular es sólo un síntoma-, me pregunto: ¿Realmente puede funcionar la sociedad? Entonces, existe el libre albedrío, el sálvese quien pueda. Eso es un poco lo que está pasando. A lo mejor mi formulación es utópica, pero yo siento que debería ser así.

En el contexto de las líneas gruesas, de las cuales estamos hablando ¿Qué papel juega la universidad?

Yo creo que la universidad tiene que hacer lo que le compete y hacerlo bien, de manera responsable. Creo que la UCAB lo está haciendo, a pesar de todo y de lo que eso significa. El lema que la universidad y nosotros hemos escogido para la feria del libro de este año es: “Construimos futuro”. Es decir, lo que estamos haciendo es para construir el futuro del mañana. A lo mejor yo no lo veo, pero lo van a ver las generaciones que vienen. 

Tenemos un gobierno que ha utilizado todas las herramientas del Estado, para intervenir en todos los ámbitos de la sociedad venezolana. En ese contexto, ¿Cómo pueden sobrevivir las universidades? ¿Cómo pueden hacerlo bien, por ejemplo, si el gobierno ha destruido la moneda y tú no puedes publicar?

Yo te devolvería la pregunta. ¿Cómo el periodista Hugo Prieto hace lo que hace en este contexto? ¿Cómo lo está haciendo? ¿Con inteligencia? ¿Con creatividad? ¿Con resistencia? ¿Con persistencia? Bueno, la universidad hace exactamente lo mismo. Nosotros seguimos editando libros. Este año cerramos con 40 libros impresos y 10 libros digitales. Somos la primera editorial del país. Somos una partícula pequeña en el mundo editorial, pero también somos los únicos que estamos editando. Lo otro sería asumir el segundo escenario que te expliqué: cruzarnos de brazos y no hacer nada. Frente a un gobierno interventor, un régimen dictatorial que se mete en todo, hay válvulas de escape como la que estamos haciendo. 

Lo que hemos visto, más en el mundo popular que en otros ámbitos sociales, quizás porque los sectores menos favorecidos de la población fueron en el pasado la bandera del chavismo, es que si las organizaciones de base comunitaria empiezan a accionar con propuestas de fortalecimiento cultural o social, la maquinaria del gobierno se pone en marcha para copar esas iniciativas. ¿Ese es el destino que le espera a las instituciones de la sociedad civil?

No lo sé, lo que sí puedo decir del mundo comunicacional y periodístico, que tú y yo conocemos, es que este régimen acabó con los más importantes periódicos de este país. Sin embargo, hubo una consecuencia: empezaron a surgir los portales digitales. Unos lo han hecho bien y otros intentan hacerlo bien. ¿Serán intervenidos en algún momento? Es posible. Lo que no podemos hacer, en ningún momento, es quedarnos de brazos cruzados. Tendremos que buscar otra vía y así hasta que logremos un cambio. Yo siento que no hay otra manera.

¿Cómo es esto de editar libros utilizando fórmulas que antes ni siquiera habíamos imaginado? 

Me preguntas ¿Cómo hemos logrado editar estos 40 libros? Por distintas vías. Una, buscando un mecenas, llámese una Ong, una Fundación que le interesa que esa temática circule, se conozca. Ellos ponen la inversión y nosotros nos encargamos de todo el proceso editorial. El libro sale a la calle y se lee. Otra vía es que determinado autor le interesa que su libro se convierta en un libro de texto para los estudiantes, porque lo poco que nos llega del exterior es a precios inaccesibles para los venezolanos y para nuestros estudiantes. Una tercera vía es la edición digital del libro. Lo podemos hacer. La UCAB tiene la primera librería digital del país. Lo ponemos en la librería a un valor –alrededor del 30 por ciento menos- que lo que sería la edición impresa. Le ponemos un candado que se llama protón. Quien lo compra le llega al soporte que el elija, llámese teléfono celular, tablet, Kindle o tu pantalla de internet. Ese libro no lo puedes imprimir ni fotocopiar. ¿Qué te cuesta mucho leer en un soporte digital? Pues tendremos que aprender. ¿Cómo entramos al mundo digital en Venezuela? No por una evolución sino obligados por el régimen, por las razones mencionadas anteriormente. Creo que tenemos buenos portales que tiene una lectoría cada vez más numerosa. 

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Al entregar esta entrevista (jueves pasado) me entero del fallecimiento de José Virtuoso s.j. Es una perdida muy lamentable. Virtuoso era un hombre generoso, empático, entrañable, y firme en sus convicciones. Tenía una visión política amplia y un conocimiento del país envidiable. No sólo la Compañía de Jesús y la UCAB, de la que era su rector, sino también los católicos de fe en todo el país, vivimos afligidos por la pérdida de este gran venezolano.

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*Licenciado en Comunicación Social (UCAB). Profesor universitario en la UCAB y la UCV. Profesor invitado en varias universidades de América Latina. Comunicólogo, consultor. Ha escrito ensayos y trabajos de investigación en diversas publicaciones nacionales y extranjeras. Actualmente dirige la Dirección de Publicaciones de la UCAB.

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