Humberto Márquez 29 de octubre de 2022
En
Panamá, como en Costa Rica, Honduras, Guatemala y por supuesto en México, ahora
hay miles de venezolanos varados, unos aún con el propósito de alcanzar y
cruzar la frontera estadounidense, otros intentando conseguir recursos para
emprender el regreso. A Caracas comenzaron a llegar cientos de venezolanos en
vuelos que ellos mismos han sufragado desde Panamá, mientras en México y otros
países se aguarda la posibilidad de viajes aéreos gratuitos, de carácter
humanitario, porque miles de migrantes han quedado en la indigencia
Miles de venezolanos que cruzaban la espantosa selva de Darién entre Colombia y Panamá, o que transitaban penosamente por América Central y México para llegar a Estados Unidos, han quedado atrapados en países que no los quieren, sin poder seguir su marcha y casi sin recursos para devolverse a su país.
Súbitamente,
el 12 de octubre, el gobierno de Estados Unidos anunció que cesaba la admisión
de venezolanos que cruzasen informalmente su frontera sur, los devolvería a
México y, en contrapartida, abriría hasta un tope de 24 000 cupos anuales,
durante dos años, para aspirantes a ingresar por vía aérea y bajo un nuevo
cúmulo de requisitos.
«Ya
estábamos dentro de Estados Unidos, cuando el presidente Joe Biden dio la
orden, pero nos montaron en una camioneta y nos devolvieron a México. No es
justo, el día 12 ya habíamos pasado», dijo entre lágrimas a periodistas un
joven que se identificó como Antonio, entre los primeros reenviados a la ciudad
fronteriza de Tijuana.
Era
uno de los aproximadamente 150 000 venezolanos que cruzaron la frontera entre
México y Estados Unidos este año, para sumarse a los 545 000 que ya estaban en
territorio estadounidense a finales de 2021, según sus autoridades.
Raúl
estuvo en un grupo que demoró una semana para cruzar selva, ríos y montes en
Darién, sorteando maleza, lluvias, fango, hambre, sed, y la amenaza de alimañas
y asaltantes. Cuando llegó al corregimiento indígena de Lajas Blancas en el
este de Panamá se enteró de la nueva norma estadounidense que volvía inútil su
travesía.
Allí
contó al político opositor venezolano Tomás Guanipa, quien visitó el
corregimiento en este mes de octubre, que «el recorrido es demasiado duro, vi
morir gente, alguien a quien no pude salvar porque se lo llevó un río, y no
valió la pena, ahora lo que debo hacer es regresar, vivo, a mi país».
En
Panamá, como en Costa Rica, Honduras, Guatemala y por supuesto en México, ahora
hay miles de venezolanos varados, unos aún con el propósito de alcanzar y
cruzar la frontera estadounidense, otros intentando conseguir recursos para
emprender el regreso.
Llenan
los refugios donde se les acoge, a menudo sobrecargados y con escasos recursos
para atenderles, a veces duermen en las calles, o se les ve caminando y
pidiendo comida o algún dinero, cortado abruptamente el sueño de llegar a vivir
y trabajar legalmente en Estados Unidos.
Ese
anhelo se alimentó porque Estados Unidos flexibilizó para los venezolanos la
posibilidad de otorgarles asilo, como parte de su confrontación con gobierno
del presidente Nicolás Maduro, al que consideran ilegítimo.
Además,
estableció un estatuto de protección que de manera temporal permite la estadía
y labor de los venezolanos que llegasen a su territorio.
Venezuela
ha vivido una crisis económica y política en la última década que, con el
empobrecimiento de la población, produjo el mayor éxodo en la historia del
hemisferio: según agencias de las Naciones Unidas, han salido del país 7,1
millones de personas, una cuarta parte de su población.
¿Y
ahora qué?
En lo
inmediato quedan en un limbo quienes iban en camino y ahora deberán regresar al
país, donde muchos vendieron desde su ropa hasta la vivienda para costear la
aventurada travesía.
A
Caracas comenzaron a llegar cientos de venezolanos en vuelos que ellos mismos
han sufragado desde Panamá, mientras en México y otros países se aguarda la
posibilidad de viajes aéreos gratuitos, de carácter humanitario, porque miles
de migrantes han quedado en la indigencia.
Hay
familias enteras que ya eran migrantes en otros países, como Chile, Ecuador o
Perú –donde Lima es una ciudad con un millón de venezolanos-, pero decidieron
dejar esas plazas ante un ambiente hostil o las dificultades para conservar
empleos u ocupar una vivienda digna, en un clima generalizado de inflación en
la región.
Es el
caso que narró a periodistas Héctor, quien con esposa, suegra y tres hijos
invirtió casi 10 000 dólares en pasajes desde Chile hasta la isla colombiana de
San Andrés, en el Caribe, de allí en bote a Nicaragua, y viaje por tierra hasta
que en Guatemala les sorprendió el anuncio del gobierno estadounidense.
Ahora,
en contacto con algunos familiares en Estados Unidos, desgrana la posibilidad
de devolverse al país que dejó hace tres años rumbo a Chile, o tratar de
seguir, a la espera de que se abra otra opción de ingreso a su deseado destino.
También
en lo inmediato, Estados Unidos registra que los cruces o intentos de cruzar
clandestinamente su frontera, han disminuido sensiblemente desde el 12 de
octubre.
Entre
las justificaciones de su medida en esa fecha, Washington dijo que buscaba
combatir la trata de personas y otros delitos asociados a la migración
irregular, y desalentar el peligroso cruce de fronteras en el Darién.
Según
datos del gobierno panameño, entre enero y el 15 de octubre de este año
llegaron a su territorio 184 433 migrantes irregulares en tránsito desde la
selva, de los cuales 133 597 eran venezolanos.
Tras
su regreso al país el martes 25, Guanipa aseguró a IPS que eran venezolanos al
menos 70% de los migrantes que cruzaron el llamado Tapón del Darién los últimos
12 meses, junto a otros latinoamericanos, caribeños o africanos.
Y,
después de recoger testimonios de la terrible travesía, pidió a sus
compatriotas que “por ninguna razón arriesguen la vida” en ese tramo que es la
inhóspita puerta desde Sudamérica del istmo centroamericano.
El
gobierno venezolano ha inscrito el movimiento migratorio y la situación del
Darién en la confrontación política y mediática que sostiene con Estados
Unidos, considera que las cifras de migrantes son abultadas y afirma que, al
contrario, más de 360 000 compatriotas han regresado al país desde 2018.
Responsables
de agencias de las Naciones Unidas, y de organizaciones humanitarias
internacionales, consideran que dada la persistente crisis en Venezuela
continuará el flujo migratorio, por lo que piden a los países de acogida normas
y mecanismos que faciliten la inserción de los migrantes en sus comunidades.
Si en
Estados Unidos han dado un portazo a los migrantes de a pie, en países como
Chile, Ecuador, Perú, Colombia, México y algunos de América Central se alistan
nuevas reglas para modificar la política de mano tendida a los venezolanos.
Por
ejemplo, Ecuador modificó la ley de Movilidad Humana para aumentar las causales
de deportación, como “representar una amenazan a la seguridad”, y Colombia –el
mayor país de acogida de sus vecinos- eliminó la oficina para la atención e
integración socioeconómica de la población migrante.
Panamá
exigirá visa a quienes se devuelvan desde América Central o México, Perú
trabaja para cambiar la reglamentación para la población migrante y el gobierno
de Chile, que en el pasado expulsó en sucesivos vuelos a cientos de migrantes,
anunció que tomará medidas para resguardarse de la inmigración indeseada.
De los
7,1 millones de venezolanos hasta septiembre registrados como migrantes por las
agencias de la ONU, la inmensa mayoría de ellos salidos del país desde 2013,
casi seis millones estaban en los vecinos países latinoamericanos y caribeños.
Familias
enteras no solo han buscado el Norte, en Estados Unidos o Europa, sino que
recorrieron miles de kilómetros, en viajes inéditos en sus vidas, con tramos en
autobús pero a menudo a pie, por pasos clandestinos de selva o frías montañas,
para llegar a Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Argentina o Chile.
Otros
prueban suerte en las vecinas y hostiles islas del Caribe y decenas perdieron
la vida al naufragar los atestados botes en los que trataban de llegar a costas
seguras.
Ante
lo explosivo del fenómenos, la Agencia de las Naciones Unidas para los
Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)
establecieron una plataforma para programas de ayuda a los migrantes en la
región y a las comunidades de acogida, la cual coordina un antiguo
vicepresidente guatemalteco, Eduardo Stein.
De su
presupuesto para 2022, basado en ofertas de países e instituciones donantes,
por 1700 millones de dólares, solo han podido colectar 300 millones, en otra
muestra de los migrantes venezolanos han dejado de tener protagonismo en el
escenario internacional.
Tomado
de: https://talcualdigital.com/migrar-para-los-venezolanos-pasa-de-esperanza-a-pesadilla/
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