¿Quién no se ha conmovido al ver las imágenes de Las Tejerías o de El Encanto, en Maracay? Y sabemos que no solo en Aragua ha habido poblaciones afectadas por las lluvias. En 13 estados del país ha habido problemas serios, con sus víctimas, las fatales, las desaparecidas y los dramas de las familias que han perdido todo o buena parte de sus casas, también comerciantes, productores, como los del sur del lago, que han visto sus cosechas destruidas… en fin, podríamos seguir y no terminamos pronto.
Añadamos que estas ondas tropicales han sucedido a pocos días de haber comenzado el año escolar, con solo 9.800 escuelas públicas “recuperadas” – según las autoridades- lo cual equivale al 43,04% de las 27.767 que existen, según datos de la memoria y cuenta del ministerio, la última memoria publicada. Y con él, ya sabido, insuficiente número de docentes, puesto que los salarios poco dignos les han obligado a muchos a abandonar las aulas, irse del país o dedicarse a otras ocupaciones para poder mantener a sus familias. ¿Cuántas escuelas han estado abiertas para recibir a los alumnos que han podido mantenerse en el sistema escolar?
Ni usted ni yo tenemos poder para diseñar políticas públicas ni administrar dineros públicos tampoco, pero si nos hemos quedado en Venezuela, no podemos simplemente sentarnos a esperar que “otros” arreglen los problemas, que otros se muevan, aunque tengan responsabilidades. El maná no va a venir del cielo.
Mientras sigue lloviendo -sin que en Venezuela se hayan aplicado políticas para prevención de desastre- y mientras muchas familias hacen esfuerzos para enviar a sus hijos a la escuela, usted y yo no podemos quedarnos paralizados.
Una primera cosa es ser solidarios con esas víctimas de los desastres. No sólo con los de Las Tejerías. Seguro que en muchas parroquias católicas Cáritas está recibiendo donaciones, y por poco que se pueda ayudar, gota a gota se llena el vaso. En Barquisimeto, por ejemplo, hay colegios afiliados a la AVEC, que han hecho colectas para contribuir con los habitantes de la población de Río Claro, muy afectado por las lluvias. Como bien nos preguntaba el padre Alfredo, párroco de La Vega en Caracas, es hora de recordar la pregunta “¿dónde está tu hermano?”. Sea o no creyente, hay que escuchar el clamor de esas víctimas, un poco de empatía es necesaria para ponernos en el lugar de ellas.
Lo anterior debiera ir acompañado, si usted es de las personas que usa las redes sociales para comunicarse, de exigir a las autoridades que faciliten la labor de organizaciones como Cáritas, para que las ayudas lleguen efectivamente a las manos de los que tienen que llegar.
No es malo recordar también a las autoridades que en este país hay expertos ambientalistas que saben cómo prevenir desastres, al menos en parte, que han alertado sobre la deforestación que lleva años avanzando…
Y en relación a la educación, hay mucho que hacer. De manera inmediata done un lápiz o un cuaderno a algún alumno cuya familia no tenga recursos para hacerlo. Si por casualidad tiene acceso a las autoridades de alguna escuela -pública o privada- insista en que se flexibilice temporalmente los requisitos y se permita asistir como se pueda a clases. Y si conoce chicos que han dejado sus estudios, anímelos a volver o a beneficiarse con alternativas como las que Fe y Alegría ofrece, a través del IRFA, o de su programa de capacitación que ofrece cursos cortos a jóvenes que quieran tener herramientas para poder trabajar. Pero ayude a que ese adolescente o joven no se quede sin presente y sin futuro. Ah, no se olvide hacer algo a favor de los docentes. Los salarios de los educadores venezolanos son los más bajos de América Latina, incluso que los de Haití y los de Cuba. Agradezca a los docentes que perseveran su heroísmo, y diga algo a favor de ellos.
Otra cosa que puede hacer es alguna obra de misericordia: visitar algún enfermo, o extender la mano a esos ancianos que se han ido quedando solos, o simplemente escuchar a gente que no tiene quien le escuche. Use su celular también para acompañar. Haga reír o sonreír a otros. El buen humor tiene un gran valor terapéutico, y se puede enseñar y aprender.
Le recomiendo también que tenga en su hogar su ejemplar la de Constitución. Vaya leyendo los artículos desde el 19 hasta el 129 y vea la cantidad de derechos que tenemos los venezolanos. Si los conoce es más fácil que los defienda, que los exija -siempre pacíficamente. Claro, léase también los deberes, pues todo ciudadano tiene derechos y también tiene deberes, necesarios para la convivencia sana y para construir el “bien común”, que es el suyo y el mío.
Si usted cree en Dios, rece por otros cada día, por los cercanos que conoce, y por los que no conoce como esa cantidad de hermanos venezolanos que se arriesgan a irse a otros países buscando horizontes que no ve aquí: Padrenuestro que ves en Darién/ los hermanos, forzados migrantes/ que consigan una mano amiga/ que acompañen a los caminantes. Recuerde también de dar gracias por tanta gente buena haciendo cosas buenas por los demás.
Es verdad que usted y yo quisiéramos autoridades más competentes al frente de los servicios públicos, al frente de las políticas públicas para prevenir desastres. También quisiéramos políticas públicas de protección integral para los niños, niñas y adolescentes en este país. También quisiéramos las aulas de clases llenas de alumnos, en escuelas bonitas, y con docentes suficientes y bien pagados, pero mientras, para decirlo con Benjamín González Buelta, “Esperaré a que crezca /el árbol/ y me dé sombras/ Pero abonaré la espera/ con mis hojas secas”.
https://correodelcaroni.com/opinion/y-mientras-tanto-que-hacemos/
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