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domingo, 23 de octubre de 2022

“Quiero vivir del internet”: la era de los creadores de contenido, por @Gatopardocom

por Ricardo Garza Lau
Fotografía de Emilio Espejel

Las plataformas digitales promovieron la idea de que todos tenemos algo valioso que decir, que podemos volvernos virales e influenciar a los demás. Los algoritmos favorecieron el ascenso de muchas figuras, sin importar que su conducta fuera cuestionable. En la economía de los creadores, ¿realmente cualquiera puede vivir de bailar y sonreír a la cámara? ¿La puerta para vivir del internet se hará más grande?

—Si tienes una reunioncita, mastúrbate antes, eso va a hacer que te veas bonita y que no te cojas a un pendejo.

—Esto no tiene nada que ver con la ciencia, pero a mí, la neta, me ayuda cabrón a no hacer pendejadas en las pedas. Yo, la neta, siempre me voy ya masturbada para no terminar riéndome de los chistes de un mirrey.

Este diálogo sincero se escucha en “Masturbación”, episodio del pódcast que conduce Pamela Caraveo (@olitadealtamar), junto con Andrea Cano (@unafantaporfa) y Fernanda de Orduña (@soyfurrr), y que es parte de la oferta de Spotify Studios: Niñas Bien.

Este es uno de los veinticinco pódcasts más escuchados en México, una charla de más o menos una hora entre tres amigas sobre temas relevantes para una audiencia joven. Las relaciones abiertas, vivir con roomies, pagar impuestos o el sexo real vs. el sexo en el porno son algunas de las cuestiones que abordan desde su perspectiva irreverente.

Todo empezó cuando Pamela Caraveo se graduó de la Universidad Autónoma de Chihuahua y concursó por una plaza como profesora del sistema público. Había estudiado Lengua Inglesa y las oportunidades laborales, para una carrera como la suya, eran escasas. Su examen fue destacado y obtuvo el empleo, pero le asignaron una secundaria en San Rafael, una comunidad de apenas dos mil habitantes entre las montañas del municipio de Urique, a cinco horas de Chihuahua capital. Era 2015, no había señal de televisión ni de celular o internet, así que impartía clases de inglés por la mañana y luego leía por las tardes o convivía con los demás profesores. El resto del pueblo se ocupaba en el aserradero. Aunque era común ver a sujetos armados en las calles, incluidos varios de sus estudiantes, Pamela nunca sintió peligro, pero sí el tedio de la vida diaria en un pueblito norteño a los veintitrés años.

“Como solo gastaba en comida, ahorré durante dos años y, con ese dinero, me vine en 2017 a la Ciudad de México. ‘Voy a buscar trabajo, a ver qué pasa’”, dice desde su departamento en la Narvarte, donde vive con una amiga y dos gatos cachorros que adoptó hace unos meses.




Poco tiempo después de su llegada a la capital, Pamela consiguió un puesto como community manager en una empresa que vendía cursos para el examen de admisión de la UNAM. “Fue una gran escuela, aprendí de todo. Como era para gente que estaba saliendo de la prepa, me sabía los chistes y podía llegarles por ahí”. Ocho años atrás había creado su cuenta de Twitter: @olitadealtamar. Eligió este nombre por la obra favorita de su abuelo pintor, La gran ola de Kanagawa. Él le decía que parecía “una olita siempre en movimiento”, cada que la veía inquieta en su taller. Y también por la canción “Olita del altamar”, de Café Tacvba. Pamela entonces no redactaba tuits con frecuencia, solo compartía la música que le gustaba, hasta que a partir de 2014 comenzó a redactar chistes o frases provocativas que generaban muchos retuits.

“Simplemente no puedo creer que Kylie Jenner haya probado la verga antes que el cereal”, tuiteó el 20 de septiembre de 2018, después de que la modelo reconociera que acababa de comer cereal con leche por primera vez en su vida. El tuit recibió dieciocho mil “me gusta”. Otra razón que la hizo ganar seguidores fue que durante el terremoto compartió información para ayudar a personas damnificadas. “Y también porque me empecé a llevar con ‘tuitstars’; me comentaban, platicábamos, me retuiteaban, y así nos terminamos conociendo”.

Durante el confinamiento por pandemia trabajó como freelance, pero el encierro la aburría. Les sucedía lo mismo a sus amigas Fernanda y Andrea, a quienes también conoció por Twitter. Fernanda había dejado de grabar con otra amiga un pódcast que abordaba temas de interés para adolescentes y jóvenes y le propuso a Pamela que hicieran uno nuevo, Niñas Bien. Más adelante se incorporó Andrea. Esos primeros episodios fueron en realidad videollamadas grabadas con micrófonos conectados a sus computadoras, y editados por Fernanda en el tiempo que le quedaba libre después de trabajar.


Tan solo tres meses después del primer episodio, el content partnership lead de Spotify para Latinoamérica las contactó y les ofreció un contrato que negociaron durante medio año, porque había condiciones que no las convencían, hasta que llegaron a un acuerdo. Niñas Bien se difundiría exclusivamente en Spotify, recibirían una cantidad de dinero trimestral a cambio de publicar un episodio cada semana, y la compañía se encargaría de darles equipo profesional para que el pódcast se grabara con la mejor calidad. Como Fernanda editaba el audio y Andrea diseñaba la imagen visual para las demás redes sociales que abrieron, Pamela se asesoró con contadores y se encargó de crear la empresa Niñas Bien Producciones Audiovisuales, de la que hoy en día son socias las tres. Pamela se encarga de negociar con marcas que quieran anunciarse, de hacer cotizaciones y tarifarios, y cobrar. Y adaptó una de las tres habitaciones de su departamento como estudio: instaló una mesa, sillas, micrófonos, audífonos y una consola que Spotify les dio.

Aunque Niñas Bien escalaba posiciones en el listado de los más escuchados en Spotify, Pamela no estaba del todo convencida de poder subsistir solo de esto. Así que aceptó otro trabajo como community, pero esta vez en una agencia de publicidad que genera contenido en redes sociales para una compañía de entretenimiento en streaming. Un día habló con su amigo Ricardo Moreno (@rikymoreno) —uno de los fundadores de Máquina501, una productora que hace videos para canales de YouTube como El Pulso de la República, Jiots o Deportología— para contarle lo complicado que era sobrellevar una vida como empleada y creadora a la vez. Ella sentía que Niñas Bien tenía potencial para crecer en otras plataformas, como Instagram o Twitter, y que el pódcast podía ser atractivo para muchas marcas. Pero no tenía tiempo para enfocarse en ello. “Entonces él me dijo: ‘Si quieres de verdad ganar dinero de esto, tienes que dedicarte al 100%. Si tienes un trabajo de tiempo completo y le dedicas un ratito, no vas a generar mucho’”. Lo reflexionó un par de semanas, habló con más amigos y con su jefe, y finalmente se atrevió a renunciar al empleo.

“Me costó trabajo tomar la decisión porque me daba miedo, incertidumbre. Pero no me arrepiento, pude retomar mis clases de japonés, tengo tiempo de hacer muchas cosas. No sé si podría regresar a un trabajo formal porque ya me acostumbré”, dice Pamela.

A partir del crecimiento de audiencia de Niñas Bien, obtuvo más seguidores en su cuenta personal de Instagram, en la que le pedían seguido que hablara de anime, su mayor pasión. Pero Instagram no es el mejor lugar para capitalizar a una audiencia de nicho, porque las plataformas de Meta (de Mark Zuckerberg) no permiten a las personas monetizar por el contenido que suben. Así que creó su canal en Twitch, un servicio de streaming, y empezó a transmitir sola desde su departamento. Ahora es “afiliada”, lo cual significa que puede monetizar el canal por medio de suscripciones o propinas. “En mis streams hago diferentes cosas para ver qué le gusta a la audiencia. Lo principal es anime, pero también hago reacciones. A la gente le gusta verte reaccionar a cosas como La rosa de Guadalupe. Y hablo de temas random, por ejemplo, un día tuve ganas de hablar de depresión y estuve dos horas haciéndolo”, dice.

Pamela no está desarrollando contenido nunca visto, o abordando temas desconocidos; está atrayendo a personas que quieren interactuar con ella en tiempo real, conocer su punto de vista y conectar emocionalmente con sus experiencias porque les parece una persona pública afín, alguien que vale la pena escuchar frecuentemente porque tiene algo valioso que decir.

El trabajo que Olita realiza forma parte de la creator economy (economía de creadores), “una tendencia, un movimiento que llama a que cualquier persona pueda vivir de su obra [bailar, sonreírle a la cámara, tomarse una selfie]”, dice Mauricio Cabrera, apasionado del tema, quien creó un newsletter y un canal de Telegram en el que comparte diario las novedades sobre esta industria y la de los medios de comunicación. Según un artículo publicado en Forbes en 2021, esta economía tenía ya un valor de más de cien mil millones de dólares.1 Mauricio encuentra dos lecturas en este fenómeno: “La positiva es la desintermediación: hoy cualquiera puede tener una voz, construir su propia comunidad y transmitir un mensaje. Eso nunca se había dado. Y la otra, que me parece que está de fondo, es que en cierto modo esta es la gig economy, pero vestida de manera más atractiva”. Por gig economy se refiere a los trabajos esporádicos, que suelen durar poco y en los que no hay una relación formal con el empleador, como los que ofrecen las apps de transporte o reparto de comida.


En Instagram o Facebook los creadores tienen que hacer colaboraciones con marcas para obtener dinero, y luego las marcas suelen pautar estos contenidos para mejorar el alcance, así que las plataformas no pagan un solo peso a los creadores por los miles de millones de impresiones que monetizan con su contenido. YouTube, en cambio, sí paga a los creadores por cada anuncio visto en sus videos, pero la cantidad varía dependiendo del precio de subasta al que vendió ese anuncio; aunque ahora, al igual que Twitch y Twitter, permite el envío de propinas. TikTok, por su parte, lanzó Creator Next, un nuevo programa de monetización mediante regalos y propinas, entre otros, aunque por ahora solo está disponible en Estados Unidos y cinco países de Europa.

“Yo comparo a los creadores de contenido con los conductores de Uber. En ambos casos hay gente que hace algo para una plataforma, pero no trabaja oficialmente para ella. Hay un ecosistema en el que, si la primera base de conductores hace un muy buen trabajo, van a llegar más conductores porque va a crecer la demanda, pero la plataforma misma se encargará de generar la competencia. Si tú creas contenido que se muestra exitoso, ¿qué hace el algoritmo? Impulsar a otros, recomendar a otros, que paradójicamente hacen lo mismo que tú. Ese lugar, que no te da oficialmente empleo, te termina generando competencia, y con frecuencia te cambia las reglas a su conveniencia”, dice Mauricio.



YOUTUBERS, LOS PRIMEROS CREADORES DE CONTENIDO

Para quienes nacimos en los ochenta y conocimos el internet de adolescentes, quizás una de las características que más nos emocionaron fue la idea de poder compartir textos, fotos y archivos en tiempo real con personas de cualquier parte del mundo, algo que entonces parecía una locura. Empezamos con el envío de correos vía Hotmail, chateamos por ICQ, entramos a foros de LatinChat, descargamos música —con virus incluidos— por Napster, creamos nuestro perfil de MySpace o Hi5, nos sentimos escritores en Blogspot. Y luego llegó Facebook, donde era prácticamente obligatorio estar. La incorporación de cámaras a los celulares y la llegada de la red móvil nos motivó a subir ahí fotografías de cualquier fiesta, viaje o reunión. Pero seguía siendo complicado reproducir videos. La velocidad de la red y la tecnología para verlos no eran lo suficientemente buenas.

Así fue hasta que, en 2005, tres ingenieros que habían programado PayPal inventaron YouTube. En el primer video que subieron, de dieciocho segundos, aparece Jawed Karim, uno de ellos, en el zoológico de San Diego. Detrás de Jawed hay unos elefantes y él comenta frente a la cámara que lo cool de estos animales es que tienen trompas muy largas. Era un momento fortuito, pero ellos imaginaban que la plataforma no sería usada para esto, sino para subir grabaciones personales con el objetivo de ligar. Con el paso de los años se dieron cuenta de que justo esos momentos fortuitos eran los más exitosos, y con el uso masivo de la plataforma llegaron los videos virales. En México, el primero fue “La caída de Edgar”, en mayo de 2006. El video muestra a un niño de Monterrey intentando pasar por un tronco atravesado sobre un riachuelo sucio, y su primo Fernando mueve el tronco hasta tirarlo, mientras su tío Raúl los graba. Para Kevin Alloca, jefe de Cultura y Tendencias en YouTube, este video se hizo viral porque nos vimos reflejados en su protagonista. “En solo 42 segundos, Edgar representa sucintamente una de las verdades de la vida: nuestra impotencia inevitable frente a la exasperante falta de consideración del otro”, escribe Alloca en su libro Videocracy. How YouTube is changing the world …with double rainbows, singing foxes, and other trends we can’t stop watching (Bloomsbury, 2018).

Además de los videos virales surgieron muchos formatos que se replicaban una y otra vez, y algunas personas se hicieron muy populares y generaron comunidades que esperaban con ansias su nuevo contenido. YouTube —que Google compró a finales de ese año en el que Edgar se cayó— fomentó que estas personas siguieran creando videos y se empeñaran en tener más vistas, al darles 55% del dinero que obtenían por la reproducción de cada mil anuncios en su contenido. “YouTube marca un antes y un después en el entendimiento de la creator economy, tan es así que el primer sustantivo fue ‘youtuber’, que en ese entonces era igual que ser influencer”, dice Mauricio Cabrera.

En sus inicios, YouTube además apoyaba o asesoraba directamente a youtubers mexicanos. Entre esa primera generación hay personalidades como Yuya, quien a los dieciséis años empezó a subir tutoriales de maquillaje y hoy tiene más de veinticuatro millones de suscriptores y su propia línea de cosméticos; Werevertumorro, quien hacía vlogs y consiguió dieciséis millones de suscriptores, o Chumel Torres, quien conduce el canal El Pulso de la República, en el que presenta las noticias de la semana y hace comedia a partir de ellas, un formato que en la televisión de Estados Unidos ya era exitoso en The Daily Show o The Colbert Report, pero que en México no existía. “A los que llamaban top creators nos daban becas para comprar equipo, para profesionalizar el canal. A cambio, nosotros dábamos cursos a los youtubers que estaban empezando. Entonces recirculabas el conocimiento a cambio de becas”, dice Chumel desde la sala del departamento que renta en un antiguo edificio de la colonia Roma.

Chumel estudió Ingeniería Mecánica y trabajó durante casi una década en una maquila en su natal Chihuahua, fabricando catéteres y equipo médico. En su tiempo libre leía las entradas que redactaban en sus blogs Tamara De Anda (@plaqueta) y Augusto Mendoza (@chidoguan), entre otros, quienes luego migraron a Twitter. En marzo de 2010, Chumel abrió ahí su primera cuenta en una red social. Al poco tiempo descubrió que sus tuits generaban muchos “me gusta” y retuits. “Comencé a tuitear de política en 2012, antes de las elecciones presidenciales, sin saber tanto. Y me di cuenta de que, órale, la gente sí se prende con este pedo. Yo era apolítico, no tenía idea de nada, pero hacía un chiste de Josefina o Peña Nieto y todo era ja, ja, ja, pero hacía uno de AMLO y me decían: ‘No mames, cabrón’. Entonces dije: ‘Aquí hay algo interesante’”. Pensó que ese mismo humor podía llevarlo a un audiovisual de larga duración. “Ensayaba grabándome con el celular en el estacionamiento de la maquila, y luego ya me compré una Mac, yo lo editaba y lo empecé a subir”. Después se mudó a la Ciudad de México y, desde ahí, junto a su amigo Alberto Sánchez (@durden), producía El Pulso de la República y lo publicaba en YouTube. Pasaban horas redactando un guion, ponían la cámara fija, usaban iluminación casera y luego editaban con lo que habían aprendido mediante tutoriales en internet.


Yayo Gutiérrez, otro youtuber mexicano, lo invitó a alojar el programa en su canal NoMeRevientes. Esto generó que llegara a una audiencia cada vez más grande, así que después abrió su propio canal, en el que actualmente tiene 2.7 millones de suscriptores. “Antes los creadores no queríamos ser famosos. No existía el tema de ser ‘famosote’ por YouTube, era más loable. Ahora los niños sí quieren ser famosos. Nosotros queríamos tener un programa, un espacio donde pudieras decir lo que quisieras. A Werevertumorro nunca le habrían dado una oportunidad en televisión si no fuera por YouTube”, dice Chumel, quien actualmente tiene cuarenta años. Werevertumorro tiene 32 (hace un par de años dejó de hacer contenido para YouTube) y Yuya tiene veintinueve, y en el último año, por cierto, solo ha subido dos videos (ahora solo usa Instagram).

Tras el éxito en YouTube, Chumel dice que recibió ofertas de Televisa para transmitirlo ahí, pero no aceptó porque sentía que vender su idea a una empresa como esa la terminaría matando. Lo que sí aceptó en 2016 fue hacer un programa para HBO, también de sátira política. “Yo quería que se llamara Cachorros del Imperio; les dije que no le pusieran Chumel, con Chumel Torres, pero justo eso hicieron”. Un año después del arranque del programa de televisión recibió también un espacio de lunes a viernes en Radio Fórmula, donde sigue trabajando.


Pero el programa de HBO fue cancelado en 2020 después de que Chumel fuera invitado a un foro sobre racismo organizado por Conapred, asunto que sorprendió a muchos porque era común escucharlo decir o escribir comentarios discriminatorios o racistas, entre ellos, al hijo del presidente. Beatriz Gutiérrez Müller escribió en su cuenta de Twitter: “¿A este personaje invitan a un foro sobre discriminación, clasismo y racismo? Sigo esperando una disculpa pública de este individuo sobre los ataques a mi hijo menor de edad”. En este sexenio, Chumel se ha creado en Twitter una personalidad de bully hacia el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores; celebró cuando el presidente se enfermó de covid-19 y puso la imagen de un personaje de tez morena y cabello rizado de la película Encanto con la frase: “¿Cómo supiste que voté por Andrés Manuel López Obrador?”. Él se escuda al decir que es solo humor y que a quien no le guste no debería seguirlo. Lo cierto es que su figura abre el debate sobre si las redes sociales, en vez de aportar al debate público, simplemente funcionan para dar voz a discursos de odio que deberían ser censurados.

YouTube se ha convertido en el mayor repositorio de conocimiento en video de la humanidad, la plataforma en la que se puede aprender gratis prácticamente todo y uno de los sitios más visitados del mundo. Pero su acercamiento a los creadores de contenido ha generado críticas por incitarlos a subir videos cada vez más llamativos o arriesgados para obtener más reproducciones, presionarlos para exponerse constantemente y permitir que difundan teorías de la conspiración. En 2017, por ejemplo, Logan Paul, un influencer, subió el video de un hombre muerto colgado de un árbol en Japón. Varios canales de niños que hacen unboxings de juguetes han sido acusados de explotación infantil. Y en México, Yoseline Hoffman, Yosstop, pasó cinco meses en la cárcel acusada de pornografía infantil tras difundir el video de una violación grupal contra Ainara S., una menor de edad a quien ni siquiera conocía y a la que tildó de “puta” y “prostituta pendeja”. Al final, las partes llegaron a un acuerdo reparatorio y el delito fue reclasificado solamente como discriminación. Hasta el cierre de esta edición, el canal de YouTube de Yosstop llevaba días borrado de la plataforma, por haber violado las reglas comunitarias al monetizar en otro canal, el de su esposo, cuando el suyo estaba suspendido.

INSTAGRAM Y EL ALGORITMO DE LOS ESTEREOTIPOS

Si YouTube nos hizo creer que la apariencia física era irrelevante para aparecer en pantalla y que para conformar una gran comunidad solo se necesitaba talento, Instagram llegó en octubre de 2010 para explotar lo contrario: que los creadores más populares suelen ser aquellos que exponen su belleza y lo afortunados que son. Incluso la plataforma fomenta este perfeccionismo estético con filtros para modificar el rostro.

Gracias a esta aplicación, el término “influencer” ganó mayor relevancia. Un influencer es quien ha adquirido una gran cantidad de seguidores, que se ha hecho famoso gracias a una o varias redes sociales y que, por ello, se ha convertido en una figura pública. Y en Instagram esto se logra principalmente siendo bello, simpático, y mostrando una vida de celebridad. Esta aplicación se lanzó en un principio solo para el sistema operativo móvil de Apple, y fue comprada por Meta poco tiempo después. Gracias al desarrollo con este conglomerado, Instagram ha evolucionado para compartir, además de fotografías, historias (fotos o videos verticales de quince segundos), reels (videos verticales de hasta sesenta segundos), videos horizontales y transmisiones en vivo, y permite que los creadores hagan asociaciones con marcas cuando publican contenido patrocinado. Las asociaciones, sin embargo, no siempre son con marcas. En las elecciones de 2021, el Partido Verde Ecologista de México les pagó a 76 influencers para que compartieran contenido a su favor en plena veda electoral. El partido luego les agradeció el apoyo, pero les pidió que bajaran las publicaciones. La Sala Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación aplicó multas de entre cuatro mil y 133 000 pesos a quienes participaron en esta actividad. El problema con Instagram es que los creadores más exitosos deben mostrar a toda costa una vida extraordinaria: comer en los restaurantes de moda, hacer los mejores viajes, estrenar los mejores zapatos y, en general, vivir del modo más banal y hedonista posible. Y esto afecta las expectativas que tienen los adolescentes sobre sí mismos. En septiembre de 2021, The Wall Street Journal publicó un reportaje basado en la filtración de un estudio interno de Meta, el cual mostraba que 32% de las adolescentes que se sentían mal con su cuerpo se sentían peor al entrar a Instagram. El estudio también demostraba que la aplicación fomentaba la exposición de una vida perfecta y que eso podía ser adictivo. 2

Grecia Romero Sánchez, psicóloga especializada en niños y adolescentes, reconoce que las redes sociales son mencionadas por todos sus pacientes. “Yo las he visto como un medio de descarga en mis pacientes, un medio de socialización, de identificaciones. Ellos van viendo cierto contenido, que en estas etapas es una búsqueda de identidad por medio de las imágenes que están ahí”. Grecia dice que es frecuente que los niños y adolescentes quieran ser creadores, celebridades, y ven a las redes sociales como el medio para lograr esa fantasía. Sin embargo, sostiene que satanizar su utilización por menores de edad es irrelevante, porque en su entorno la mayoría las usa y está expuesta al contenido. El reto para ella es más bien poder traducirles a los más jóvenes qué es lo que están viendo y cuál es su contexto, para que puedan digerirlo. El futuro con Meta es incierto, su gran apuesta es el metaverso, una representación virtual de nuestras vidas, donde tendremos un avatar que podrá relacionarse con otros avatares, moverse y comprar cosas; un escenario representado con frecuencia en series y películas futuristas, y explotado ya por videojuegos como Minecraft. Pero para desarrollarlo necesitan el dinero que generan Facebook, Instagram o WhatsApp. Por lo pronto, reprogramaron su algoritmo en Instagram y Facebook, y ahora favorece la aparición de reels, los videos cortos verticales que tendrían que competir con TikTok.

LOS CREADORES DE CONTENIDO FUERA DE LAS REDES SOCIALES

La creator economy ha logrado esquivar prácticamente cualquier medio tradicional de publicación de contenido. Hay escritores que, por ejemplo, han escrito y monetizado sus novelas en Wattpad, plataforma de lectura online, o que se han autopublicado en Kindle. También existe Patreon, en el que es posible subir cualquier obra y recibir una compensación de la audiencia por su consumo. Y existe OnlyFans, una plataforma creada en Inglaterra en 2016, que permite subir cualquier obra personal y cobrar por ella, pero que ganó popularidad por el contenido sexual explícito que se publica. El año pasado contaba ya con 120 millones de usuarios en el mundo; tras varios escándalos por acusaciones de pornografía, anunció que el contenido erótico sería eliminado, pero se retractó.


Are Rojas (@soyarerojas) recibió notoriedad mediática en 2019, cuando largas filas de automóviles rodeaban las gasolineras por la escasez de combustible. Mientras ella y un amigo fotógrafo esperaban su turno en una estación de Huixquilucan, Estado de México, ella le propuso que hicieran una sesión fotográfica entre los automóviles. Así que salieron, Are se desnudó por completo, caminó entre los coches y él la fotografió durante un largo rato. Luego ella subió la foto a Instagram con este texto: “¿Cómo les fue en la fila de la gasolina?, ¿ya les llenaron el tanque? A mí todavía no me lo llenan”. La foto viajó de inmediato no solo en México, se hizo viral, y muchos medios la contactaron para que diera entrevistas y explicara por qué lo hizo. “Aproveché los medios para decir que como mujer estoy harta, porque me dijeron que tenía que cubrirme, que ser recatada, para no sufrir abusos, para no sufrir en la calle, y qué casualidad que cuando sufrí abusos iba supertapada”, dice en la pantalla, a través de una videollamada en el departamento que renta en la Ciudad de México.

En 2012, cuando Are tenía veintiún años, vivía en Morelos con su hijo de dos años y había terminado de estudiar Educación Física. Una amiga que estudiaba Fotografía le pidió que posara para una tarea, subió las fotos a Facebook y varios fotógrafos la empezaron a contactar. Are se dio cuenta de la atención que despertó y le escribió a un fotógrafo que admiraba. Él también le tomó fotos por una paga mínima y luego le presentó a otros dedicados también a capturar imágenes eróticas. “Empecé a hacer esto porque idealicé fotógrafos, porque quería tener control de mi sexualidad después de haber sufrido abusos en la infancia”, dice.

Meses después de las imágenes de la gasolinera, Are había obtenido gran cantidad de seguidores en Instagram y recibía dinero por promover productos de marcas relacionadas con la sexualidad. Pero estaba cansada de la dinámica abusiva con los fotógrafos, quienes normalmente le proponían un pago muy bajo por posar, así que abrió, por recomendación de una amiga, su perfil de OnlyFans. “Me di cuenta de que podía ser mi propia jefa. Puedes monetizar mensajes, videos en vivo, puedes poner contenido bloqueado y cobrar por todo. Mi primer mes fue un dineral. Aparte yo tengo que hacer el contenido y lo puedo programar, ya no dependo de nadie. Y a la gente le gusta más que me tome fotos yo sola”, sostiene.


Muchas mujeres le dicen emocionadas que quieren abrir su cuenta de OnlyFans también, incluso que han estudiado Medicina y que no ganan suficiente dinero. “Nunca les digo ‘Sí, hazlo, está increíble’, porque tiene muchas consecuencias. Más bien les digo que lo primero que deben hacer es decírselo a su familia y amigos, porque esto se va a filtrar. Si lo mantienes en secreto, generará ansiedad y estrés, como me pasó en un principio. Las fotos te las vas a encontrar en grupos de WhatsApp o Reddit, y les hacen screenshot y muestran una parte muy específica del cuerpo”. Otra advertencia que ella les hace es que deben crear primero una comunidad. En su caso, la popularidad que había alcanzado en Instagram y Twitter fue suficiente para llevar usuarios a su cuenta de OnlyFans. Mientras más plataformas de exposición tienen los creadores en otras redes sociales, más probable será que la comunidad llegue a OnlyFans para suscribirse.

Cierto día, su hijo de diez años la descubrió viendo sus fotos eróticas. Ella le explicó que era una expresión artística, como a lo largo de la historia de la humanidad las ha habido con la desnudez en escultura o pintura, por ejemplo, pero esta vez en fotografía. “También le expliqué lo que hice en la gasolinera y que tal vez sus compañeros de la escuela lo iban a molestar, pero no pasó”, dice Are.

El dinero que recibe mensualmente por OnlyFans llega en dólares a Skrill, una cartera virtual desde la cual ella se transfiere el dinero necesario para subsistir cada mes a un banco mexicano, como si fuera un salario, y es lo que reporta a Hacienda para pagar impuestos. Are sabe que este modo de vida es temporal y quiere alejarse del entorno de la fotografía erótica. Por eso ha bajado parte del contenido que tenía en sus redes sociales y ahora quiere usar OnlyFans para subir rutinas de ejercicios y dinámicas de motivación. Además pretende retomar su carrera como actriz, pues ya protagonizó algunas obras de teatro. “OnlyFans tiene un sistema ‘pavloviano’, un estímulo-recompensa que te puede llevar muy lejos. Pero ¿hasta dónde eres libre y hasta dónde te conviertes presa de este sistema que no verá más allá de tu cuerpo?”, se pregunta. OnlyFans ha generado la ilusión de poder generar mucho dinero sin tener que trabajar. Y cada vez hay más casos en los medios de mujeres que aseguran haber recibido grandes cantidades por sus fotografías y videos, como Angelina (@GoddessAngelina), quien presumió en 2021 que se compró un lujoso departamento con las ganancias que le dejaron las fotos de sus desnudos. O la voleibolista profesional brasileña Key Alves, quien hace unas semanas reconoció que gana cincuenta veces más por OnlyFans que practicando el deporte.

EL BOOM DE TIKTOK EN LA PANDEMIA

Jimena Gómez trabajaba en 2019 para Another Company, una agencia de comunicación en la Ciudad de México, cuando llegaron representantes de TikTok, la versión internacional de Douyin, una app china para compartir videos cortos verticales lanzada en aquel país en 2016 y que bajo el nombre de TikTok debutó en las tiendas de aplicaciones del mundo en agosto de 2018. Les pidieron que hicieran un pitch para la estrategia de lanzamiento de la plataforma en Latinoamérica. “Descargué la app y dije: ‘Wow, esto es lo más cabrón que se ha hecho en experiencias de social media. Es la más intuitiva, la más divertida, la más adictiva’”, dice, con emoción, cuando recuerda cómo los videos aparecían uno tras otro y cada vez se acoplaban más a sus gustos. Ganaron la cuenta y ella siguió usando la aplicación, pero como no había demasiada gente subiendo videos, aparecían los mismos creadores una y otra vez. Todos ellos eran adolescentes de entre quince y diecisiete años, quienes subían videos muy cortos bailando o haciendo lip syncs. Como ella ya había fundado en la compañía el área de Influencer Marketing, especializada en conectar a influencers con marcas para desarrollar contenido patrocinado, les propuso a los dueños que juntos fundaran una nueva empresa, independiente de Another Company, que ayudara a estos creadores a monetizar su contenido.

Una semana después, Jimena eligió a los chicos que consideraba que tenían mayor potencial de crecimiento y que contaban con una base de seguidores. Luego les pagaron los vuelos a ellos y a sus mamás para explicarles en qué consistía el modelo de negocio con Raw Talent, la compañía recién creada, que les ponía un contrato sobre la mesa. “Tuve que explicarles que no éramos el nuevo clan Trevi-Andrade”, dice Jimena.


“Raw Talent es la primera agencia de management de México especializada en trabajar con influencers y tiktokers de la Gen-Z, conectando con su talento y con las marcas para crear siempre un contenido único y original”, dice la descripción en su página web. En ese momento diecinueve creadores firmaron. “El primer año fue complicado porque nadie creía en esto. Hay una curva de aceptación. Las cosas empiezan a pasar en las generaciones más jóvenes, y para que eso suba hasta quienes toman las decisiones, toma mucho tiempo”, dice Jimena. Tuvieron que regalar las primeras campañas, pero cuando las marcas pudieron ver los resultados se volvió más sencillo cerrar negocios con los clientes. Jimena explica que la función de la agencia es comercializar, hacer crecer y desarrollar el talento. Por su trabajo, estas agencias toman entre 15% y 25% del pago de una campaña, y el resto va directo al bolsillo del creador. Raw representa hoy en día a creadores como Domelipa, quien tiene 55 millones de seguidores en TikTok (y que seguramente tendrá muchos más cuando este texto se publique), y a varios de los titkokers con más seguidores en América Latina.

El crecimiento exponencial de creadores en TikTok, como los que Raw representa, se explica por varias razones, como la facilidad en la aplicación para seguir a alguien o la memoria precisa del algoritmo. Además, fue la más descargada en el mundo en 2021. Según un reporte de Hootsuite, la plataforma gana ocho nuevos usuarios cada segundo.3 Al igual que empresas como Netflix, TikTok se vio altamente beneficiado por el confinamiento. En el encierro buscábamos nuevas formas de entretenimiento, y TikTok motivaba a que cualquiera se convirtiera en creador, a participar en retos o a grabar sus reacciones a otros videos de la plataforma. Así alcanzaron popularidad personajes como Paco de Miguel (con casi siete millones de seguidores), quien parodia a señoras, o Sujin Kim (@chinguamiga, con diecinueve millones), quien comparte cuáles son las principales diferencias entre vivir en México y Corea del Sur. Pero hay contenido para todos: abogados que explican leyes, psicólogas que hablan de depresión o reseñadores de películas y series. TikTok nos ha hecho creer que todos tenemos algo valioso que decir en pocos segundos.

El nuevo proyecto de Jimena es Raw Music, una productora enfocada en crear canciones que tengan el potencial de ser usadas por millones de usuarios en TikTok y con ello obtener ganancias mediante el modelo que ofrece la plataforma, que es parecido al que tiene Spotify con las bandas al ser reproducida su música.


“El contexto de desempleo generalizado, de estar en casa, permitió que TikTok tuviera un crecimiento acelerado. Ahora sí muchísimas personas se dieron cuenta de que podían vivir de su contenido, hacerse de una audiencia y satisfacer sus necesidades de vanidad”, dice Mauricio Cabrera. Según el reporte “YouTube Culture & Trends 2022”, elaborado con Ipsos a partir de un estudio hecho en trece países entre los que está México, 85% de las personas de entre dieciocho y veinticuatro años reconocen haber subido videos de su creación a internet. “Lo que va a terminar pasando [con la creator economy] es que el verdadero negocio no estará en publicar un video en YouTube o TikTok, sino todo lo que puedas hacer alrededor de eso. Porque los creadores se convierten en marcas, e incluso la comunidad se puede convertir en parte de la marca del creador de contenido. Veremos algo que se parece a los medios de comunicación, porque será un colectivo de personas encabezado por alguien, pero no se limitan a la emisión de información, sino que se convierten en un estilo de vida, una tribu que se puede mover hacia cualquier lugar”, dice Mauricio. En esta nueva ola de creadores, los videos virales quedan atrás. TikTok seguirá invitando a bailar y a hacer retos, y Facebook, Instagram y YouTube se esforzarán por atraer a los creadores. De hecho, este último lanzó Shorts, una sección de videos verticales de máximo 59 segundos, y está tan preocupado por la fuga de creadores que anunció que les pagaría, durante 2022, cien millones de dólares. Las plataformas seguirán presionando para que los creadores suban más contenido, más innovador, y que obtenga más “me gusta”. Esto pulverizará a la audiencia y provocará que la puerta para vivir del internet se vuelva más y más estrecha.

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