Luna Perdomo 29 de octubre de 2022
@LunaPerdomo
La
socióloga y especialista en temas migratorios Claudia Vargas afirma que a
quienes optan por hacer el viaje a través de siete países los mueve «una
necesidad que a veces es difícil dimensionar para los que analizamos el tema».
No es una «moda», pero sí existe desinformación sobre las condiciones de la
ruta. La investigadora explica que quienes arriesgaron su vida por ese paso del
Darién son gente de muy escasos recursos que «probablemente acá en Venezuela no
tenían ni siquiera un empleo informal». Ligia Bolívar, experta en temas de
derechos humanos, alerta que «estas personas se van a quedar en los países de
tránsito; entonces, esto va a traer consecuencias contrarias a lo que dice el
gobierno de Biden»
Miles
de venezolanos se arriesgaron a tomar la peligrosa ruta de la selva del Darién
con la intención de llegar a Estados Unidos (EEUU) y cumplir el sueño
americano, buscando mejores oportunidades de vida, huyendo de la crisis que
atraviesa Venezuela. Parte de estos expatriados emprendían su segunda o tercera
migración porque ya se encontraban en otros países de América Latina desde hace
tiempo.
Muchas de estas personas decidieron tomar este camino desconociendo los riesgos reales a los que se enfrentarían, teniendo que cruzar al menos siete países caminando, con el fin último de cruzar el río Bravo y tocar suelo estadounidense en busca de mejores condiciones de vida, confiando en «coyotes» que les prometían guiarlos de forma segura, pero sin hablarles de los peligros de la travesía por un territorio accidentado donde se expondrían a ser víctimas de robos, agresiones físicas y sexuales, ataques de animales salvajes, el riesgo de contraer enfermedades o de hasta morir en el intento.
«Un
convive (amigo) que trabajaba conmigo de mototaxi me dijo ‘vámonos al Darién’,
y yo pensaba que íbamos en moto a una cosa. Yo motivé a otros amigos y hablando
fue que me di cuenta de que el Darién es la selva para cruzar a Panamá y llegar
a Estados Unidos. Allí nació la idea». Así resume Keiner Guerra, un joven
venezolano, los incentivos que tuvo para intentar migrar a Norteamérica.
Guerra
vivía en El Junquito (Caracas) y salió de su casa el 15 de septiembre pasado,
motivado por amigos que tomaron esa misma ruta y lograron cruzar la frontera
terrestre a EEUU. Sin embargo, llegó a México justamente un día después (13 de
octubre) de que el gobierno de Joe Biden anunciara que todos los
migrantes venezolanos que ingresen ilegalmente a territorio estadounidense
serán deportados a México.
Desde
entonces, Keiner Guerra está en Ciudad de México «cuadrando si salimos en vuelo
para allá (Venezuela)», comenta a TalCual vía WhatsApp.
El viernes 21 de octubre, el gobierno de México prometió ayudar a los venezolanos varados con
albergues, alimentación y atención médica. Guerra y su grupo de amigos han
sobrevivido gracias a ONG y ayuda de particulares que le han ofrecido comida,
abrigo y cobijas.
La
profesora Ligia Bolívar, coordinadora general de AlertaVenezuela y
especialista en derechos humanos, dice que no maneja información precisa sobre
los arreglos de los diferentes países para permitir el retorno seguro de los
venezolanos, pero manifiesta su preocupación —al igual que otras
organizaciones internacionales— «sobre la posible devolución de personas por la
ruta el Darién, considerando que sería inhumano devolverlos por allí».
La
Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha manifestado su rechazo
al Título 42 de Estados Unidos. Dana Graber, jefa de la misión de la OIM en
México, le dijo a EFE que «están preocupados sobre la expansión de
este proceso de Título 42, especialmente porque está en contra de las normas
internacionales y la habilidad para una persona de solicitar asilo en un país».
En la
misma situación de Keiner Guerra hay miles de migrantes, aunque es difícil
precisar una cifra porque no existen registros oficiales. El gobierno mexicano
dijo el pasado 19 de octubre que ha recibido 1.768 migrantes venezolanos
deportados de EEUU, pero no se ha realizado un balance de cuántos venezolanos
estarían en tránsito por este país.
Keyner
Guerra salió de Venezuela en un grupo de 40 personas, ahora solo quedan 16
juntos tramitando un salvoconducto para devolverse a su país. Con este permiso
de viaje, estos venezolanos podrán comprar un boleto de autobús para Cancún,
desde donde volarán con destino a Venezuela. El monto del pasaje es de $300 y
cada uno debe costearlo. A Keiner su papá le envió el dinero, pues se fue por
la ruta del Darién con poco más de 1.000 dólares, pero ya no le queda nada. Ha
sobrevivido con remesas enviadas por familiares y amigos desde distintos
países.
Para
el nuevo jefe de la OIM en Panamá, Giuseppe Loprete, es necesario «coordinar
las acciones en un cortísimo plazo porque es una crisis humanitaria, puede ser
la vida o la muerte para muchos migrantes», y alerta que se debe evitar que
muchos de estos migrantes regresen de nuevo por el Darién como lo están
considerando.
Darién
como «efecto cadena»
La
socióloga y especialista en temas migratorios Claudia Vargas Ribas sostiene
que tras su experiencia analizando estos procesos, puede decir que los migrantes
venezolanos sí realizaban una averiguación sobre la ruta migratoria por la
selva del Darién y detalla que las personas «tienden a utilizar mucho
las redes migratorias; eso significa que se apoyan en información de una
persona que ya ha ido antes y que hicieron la recomendación de estas redes
migratorias primarias, pueden ser familiares o amigos», pero considera que
existía «desinformación en cuanto a las condiciones reales».
Agrega
que desde que el Darién comenzó a aparecer más en búsquedas de internet, redes
sociales (como TikTok e Instagram), se hizo más evidente en la opinión pública,
medios de comunicación y hasta se ofertaban paquetes para cruzar por esta vía,
se comenzó a ver «con ese efecto cadena» hasta que la mayoría de los que
comenzó a usar esa ruta eran venezolanos.
Según
datos del Gobierno de Panamá, 151.582 migrantes cruzaron la selva del Darién entre enero y
septiembre de 2022. Los venezolanos representan el 71% de esa cifra, con
107.692 connacionales que hicieron esa peligrosa travesía, durante ese período.
Pero tras las medidas de Estados Unidos, las autoridades migratorias de ese
país han observado una disminución en el uso de esta ruta.
Sin
embargo, la socióloga Vargas desestima que el uso de la ruta del Darién por
migrantes venezolanos sea una moda «porque no me parece que sea una moda el
hecho de que la gente corra esos riesgos». Dice que quienes arriesgaron su vida
por una de las rutas migratorias más peligrosa del mundo es gente de «estratos
socioeconómicos muy bajos, que probablemente acá en Venezuela no tenían ni
siquiera un empleo informal, no tienen acceso a alimentación, no tienen
vivienda; pueden ser innumerables las opciones».
Además,
resalta que «siempre es importante comprender la situación de estas personas,
cuáles son sus condiciones, sensibilizarnos con su realidad porque tienen
necesidad o propósito urgente de salir», y agrega que «hay una necesidad que a veces
es difícil dimensionar para los que analizamos el tema y que parece que para
ellos sí tiene mucho sentido llegar a Estados Unidos».
La
también profesora de la Universidad Simón Bolívar (USB) explica que a medida
que se fueron cerrando las opciones migratorias en Suramérica por la exigencia
de visas como en Chile, Perú, Ecuador y que aparecieran procesos jurídicos en
algunos países para «castigar» la migración irregular, «los venezolanos
empezaron a buscar otras opciones y una de esas era EEUU», pues en el
imaginario colectivo este país se ve como de oportunidades, desarrollado y
potencia.
Impacto
en la región
Así
como muchos de los compañeros de viaje de Keiner Guerra decidieron quedarse en
México y no regresar a Venezuela ni a otro país de la región, otros venezolanos
también prefieren probar suerte en uno de estos países en tránsito y no
regresar a su nación.
Esta
es la situación de Carlos Cepeda, un zuliano que tenía cinco años viviendo en
Bogotá, Colombia, y decidió irse a Estados Unidos porque consideraba que ya no
le estaba yendo «tan bien» y en busca de «un mejor futuro». Desde que EEUU
emitió el Título 42 se mantiene en Costa Rica, «prácticamente atado», dice,
porque este país no los ayuda a tramitar un salvoconducto para salir de allí y
ya no tiene recursos económicos ni para comer.
Cepeda
viajó con 2.000 dólares que ya se consumió y solo espera que alguna
organización le brinde apoyo para regresar, aunque no desea retornar a
Venezuela porque afirma que no hay oportunidades para prosperar. Desea volver a
Colombia, pero no tiene una ruta de retorno clara.
La
profesora Ligia Bolívar afirma que este flujo de migrantes generará un impacto
para los países de toda la región. «Estas personas se van a quedar en los
países de tránsito; entonces, esto va a traer consecuencias contrarias a lo que
dice el gobierno de Biden, que alega que es una medida para favorecer la
migración segura y regular; lo que están generando es mayor inseguridad y
condiciones de irregularidad de las personas que están en esa ruta».
Con
relación al cierre de las fronteras para los venezolanos, Bolívar explica que
los gobiernos no están pensando en la seguridad de las personas, sino en sus
territorios. «Entonces, se está tergiversando el sentido del Pacto Mundial para las Migraciones, que siempre he
tenido serias dudas si realmente es un pacto para facilitar la protección de
las personas o si es simplemente una manera de proteger los Estados. Las
medidas de Biden demuestran que pareciera que está por encima la protección del
Estado, que la protección de las personas».
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