El acuerdo entre los partidos que aprobaron el Reglamento de Primarias es un avance. Apunta, aunque no sea seguro, a que ellos postulen un candidato presidencial común. Se detiene una potencial dispersión de ese sector de la oposición. Un acto positivo, aunque parcial.
Las cantidades cuentan, pero la política no es aritmética. El acuerdo suma a los candidatos opositores mejor situados en las encuestas. Pero hay que esperar porque los números cambian y no están evaluadas figuras que pueden aparecer el próximo año.
El outsider no es la única tabla de salvación. El término parte de dos supuestos falsos, que la política solo reside en los partidos y que la sociedad civil es el ámbito de lo no político, como si ella pudiera estar fuera de las relaciones y pugnas de poder. Distorsión que se prolonga en mitos como el de una ciudadanía apolítica o en justificaciones para mantener la ausencia del común en las decisiones.
En las condiciones actuales mirar hacia figuras que no son militantes activos de un partido no es una concesión a la antipolítica sino al revés, una ampliación de la democracia al hacer efectivo para los independientes el derecho legítimo a ser elegidos. Es natural que ante el visible rechazo a los dirigentes políticos se mire hacia figuras que tienen la ventaja de no estar en esa vorágine que impide a un partido sumar sus votos a otro que es visto como rival.
Personas de alta talla democrática, con formación gerencial pública o privada, con visión futura de sociedad, con aportes y capacidad para crear amplios entendimientos de gobernabilidad pueden y deben aspirar a solicitar el visto bueno del país y de alianzas partidistas, así no procedan de primarias.
Si se quiere optimizar las posibilidades de entusiasmar al país y recuperar a muchos de los que hoy rechazan la política hay que estar dispuestos para soluciones no convencionales y tomar en cuenta señales que simulamos no ver.
Entre otras, dos:
1) Para ganar, el candidato necesita atraer electores que no desean o no están seguros de votar.
2) Una fórmula creíble de unidad debe incluir independientes, partidos de la Plataforma Unitaria, de la Alianza Democrática y partidos que están fuera de ambas alianzas. La combinación perfecta no es posible, pero sí una que exprese algún cruce de fronteras.
Se habla del triunfo de Barinas y se actúa para resultados como los de Táchira o Lara. Hay que trabajar para mover las rayas excluyentes y superar la polarización emocional negativa que conduce al despeñadero de la división.
No se podrá ganar si a la debilidad y a la desventaja de confrontar un régimen autoritario añadimos la prepotencia hegemónica, el grito para acallar al otro y la incapacitante ceguera para ignorar que un triunfo implica compartir el poder con quienes tienen actualmente controlan todas sus ramas.
Hay que olvidarse de cobrar con las manos repletas de facturas y prepararse para aumentar, con cualquier resultado, para aumentar la influencia social de la oposición y su capacidad de decisión frente otros actores internos y externos.
El Maduro vete ya es un fantasma que ronda por el subconsciente de alguna dirigencia opositora con tanta fuerza e inutilidad como el arbitrario No volverán en el extremismo oficialista. Puntas de iceberg de no democracia que pueden hundir de nuevo las tentativas de recobrarla en esta generación.
https://talcualdigital.com/por-donde-se-va-a-barinas-por-simon-garcia/
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