Julio Castillo Sagarzazu 10 de junio de 2024
@juliocasagar
En
algunos sectores de la oposición venezolana, ciertamente minoritarios, pero no
por ello, menos influyentes, se ha venido intentando crear una suerte de
“doctrina” para analizar lo que se ha dado en llamar “los costos de salida” del
chavismo.
De
acuerdo con los voceros de esta tendencia, al gobierno y a sus principales
dirigentes, hay que ofrecerles toda suerte de garantías y seguridades para que
se sirvan abandonar el gobierno si pierden las elecciones o, mas sorprendente
aún, para que no den un zarpazo al proceso electoral. Dicho de otra manera, hay
que pagar un rescate, no porque estas secuestrado, sino para que no te
secuestren. Es decir, una suerte de síndrome de Estocolmo, llevado al absurdo y
al paroxismo.
De esta guisa, algunos llegan al extremo pintoresco de ofrecer garantías y seguridades que nadie ha pedido y se adelantan, entregando de antemano, lo que debería resolverse en una mesa de negociación, cuando estén definidos sus protagonistas.
Sobre
este último particular hay que escuchar propuestas verdaderamente pintorescas,
tal como una encuesta en X en la que se nos pide responder si estamos de
acuerdo con alguna de las opciones que van, desde levantar las sanciones
individuales; garantizar impunidad y otros desvaríos parecidos, como si tal
cosa dependiera de alguno de nosotros los mortales, que leemos encuestas de la
red social y leemos todos los días lo que nos regalan estos voceros de la
“doctrina” de los costos de salida. Hasta ese punto hemos llegado.
Lo que
verdaderamente echamos de menos es que se plantee con seriedad un verdadero
debate sobre los incentivos necesarios para lograr un cambio y una transición
democrática. Sería importante, por ejemplo, que introdujéramos también la
variable de lo que podríamos llamar, los costos de “quedada” (valga el
barbarismo)
¿Qué
son los costos de “quedada”? pues los que tendríamos que pagar todos los
venezolanos sin no hay un cambio político, pero también, los que tendrían que
pagar los que se quieran quedar sin haber ganado las elecciones o
arrebatándolas antes de que se hagan.
Nos
hemos preguntado ¿cómo es que se puede gobernar un país en una minoría
evidente; con un país en declive de todos los niveles de vida; con una sociedad
que está dando muestras de movilización y de renacimiento de la esperanza?.
¿Cómo
se puede gobernar sin pagar el altísimo precio de la represión indiscriminada;
del aumento del aislamiento internacional y del rechazo social y popular?
¿No es
más importante preguntarse cómo pueden hacer los demócratas para coincidir con
los sectores del chavismo que piensan que su opción política puede tener
mañana; que pueden regenerarse; jugar el juego de la democracia e inclusive,
regresar al poder como regresaron Lula, los Fernández y hasta Ortega, después
de entregarle a Violeta Chamorro?
¿Cómo
puede hacer un gobierno que no quiere irse, si pierde las elecciones con la
inmensa fuerza social y política que ha levantado MCM desde su estruendosa
victoria en las primarias hasta sus últimos recorridos por el país? ¿Qué va a
hacer con ella?
¿Es
que no es más razonable que se produzca un proceso de negociación con ella y
con un presidente electo como Edmundo González, para evitarle a Venezuela más
sufrimiento y privaciones?
Definitivamente,
al día de hoy, los costos de quedarse están siendo sensiblemente mayores a los
de irse.
Además,
la administración de una negociación sobre esos costos, dependen mucho más de
las fuerzas internas que de las fuerzas externas. Para ser absolutamente
honestos, en el gobierno no quieren, ni van a pedir nada que la oposición pueda
ofrecerle. Sí hay negociaciones sobre esas famosas garantías, serán la
consecuencia de que los venezolanos nos pongamos de acuerdo y no de que ningún
otro país dicte la pauta sobre lo que hay que hacer.
En
conclusión: Si para todos es más barato que se produzca un cambio, para qué
vamos a enredar las cosas buscando a Dios por los rincones.
Julio
Castillo Sagarzazu
@juliocasagar
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