Por Froilán Barrios
Los laboratorios de la
maldad de la tiranía larvada en dos décadas superan al infinito las sagas de
terror del séptimo arte. La diferencia es que este último es para el
entretenimiento; en cambio, para nuestro país contiene efectos letales en la
condición de vida de una población inerte y confusa que aborda un nuevo año sin
esperanza ni certidumbre de sortear este terrible trance.
La crueldad de la cúpula
gobernante no tiene límites, sin escrúpulo alguno lo demuestra a diario, por
una parte con la manipulación rastrera de las instituciones públicas, y por la
otra la persecución irracional de quienes le adversan en función de su
conspicuo objetivo: preservar el poder a toda costa, así sea barriendo el piso
con la carta magna. Hoy, producto de sus dislates y provocaciones, iniciamos
2020 con dos Parlamentos nacionales y una ANC fraudulenta; sin el mínimo
resquemor, no cede en su empeño en lanzar al precipicio nuestra existencia como
nación.
De tal manera que sus torvas
intenciones reforzadas por la cúpula militar, en sesiones esotéricas
impregnadas de orgías de poder, los obcecan, los hacen rodar cuesta abajo para
caer en la olla como el Ratón Pérez, y así cocinarse en su propia salsa, como fue
lo ocurrido el pasado 5 de enero.
En efecto, en los predios de
la comunidad internacional el sainete montado desde la sala situacional de
Miraflores con un diputado regordete y su banda, cuya conciencia fuera comprada
a punta de maletines repletos como los de Antonini, ha sido calificado de acto
grotesco reconocido solo por el mentor Putin y el grupete de regímenes del eje
del mal, tanto que sus aliados peronistas y mexicanos por vergüenza ajena se
han negado a reconocerlo.
De retruque, como en
política nadie puede considerarse muerto hasta ser colocado metros bajo tierra,
ha revivido la presidencia interina de Juan Guaidó, quien malbarató con sus
pasos en falso, junto con el resto de componentes del Frente Amplio, buena
parte del inmenso capital logrado en enero de 2019, al significar una salida
esperanzadora para la población ansiosa de un cambio definitivo que finiquite
la tragedia nacional.
Tanto es así, que el propio
Juan Guaidó reconoció los errores cometidos, que tienen nombre y apellido, los
ultimátum de febrero, el salto al vacío del 30 de abril, los manoseados
diálogos de Noruega y Barbados, el Cucutazo de la corrupción que hoy todavía no
registra ningún culpable, entre tantos otros resbalones.
Por tanto, cuando el
presidente interino inicia su mandato 2020 con una liberación de la disciplina
partidista retoma una tradición de los presidentes que tuvo Venezuela en el
siglo pasado, en este caso con una máxima: no solo es decirlo sino demostrarlo.
Iniciar con buen pie
juramentándose el martes 7E en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, es la
actitud que la población espera y no la ambigua e improvisada de 2019, siendo
una nueva oportunidad para un mandatario que ha recibido el apoyo de
más de 60 países de la comunidad internacional, y sobre todo de la población
que languidece en colas y calamidades de todo género, a quienes se les va la
vida a diario, esperando el final del autoritarismo que ha destruido a
Venezuela, quien pretendiendo atar todo a su capricho se ha infringido un
autogol del tamaño de una catedral.
08-01-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico