Por Carolina Gómez-Ávila
En estos días la coalición
democrática ha dado la demostración más contundente de liderazgo del último
lustro. Es verdad que el adjetivo está muy magreado pero aquí aplica porque fue
verdaderamente enérgica y convincente, eso nadie lo discute.
Cien diputados (en honor a
la verdad, unas decenas más) fueron estremecidos por el escarnio y el bochorno
de la traición cometida por un puñado de colegas. Por lo visto alacrán que no
mata, acicatea, porque sacó lo mejor de nuestros representantes al Poder
Legislativo. Hasta los más tibios renovaron bríos, decididos a salvar su buen
nombre de la ignominia.
Para quienes valoramos las
instituciones, han sido días emocionantes y oportunos para estimular el interés
ciudadano en la legitimidad de los Poderes Públicos; días para aceptar que
hasta en las frustrantes limitaciones de cada uno, está el secreto de su
fortaleza republicana.
Además, aprendimos que el
veneno de alacrán tiene propiedades adhesivas pues logró dividir a fracciones
internamente ruidosas y competitivas para sumarse a la mayoritaria.
El inri para el despotismo
es que, gracias al alacrán, Guaidó disfruta de muy buen clima para ajustar las
velas rumbo a Elecciones Libres y Justas. Quizás convenga que comience por
llamarlas de una sola manera; no elecciones libres, no elecciones competitivas,
no como quiera este o aquel politólogo, sino como está denominado en los más
importantes documentos multilaterales: Elecciones Libres y Justas.
Un ejemplo lo dio el jueves
pasado el Secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, cuando se refirió a
“Elecciones Libres y Justas” en una declaración en la que Estados Unidos y sus
aliados definen las condiciones de ellas para Venezuela. Como suele pasar con
la información verdaderamente importante para dar marco a una noticia, esta fue
escasamente difundida, así que la resumo a continuación:
Un nuevo Consejo Nacional
Electoral (CNE) equilibrado e independiente, elegido por la Asamblea Nacional,
que disponga de tiempo suficiente para preparar elecciones.
Un nuevo Tribunal Supremo de
Justicia (TSJ), visto como una garantía crítica e imprescindible para proteger
la integridad de las elecciones y el respeto al voto.
Un proceso electoral abierto
a todos los partidos y candidatos. Eso implica el restablecimiento de todas las
competencias y autoridades de la Asamblea Nacional y la eliminación de
inhabilitaciones a personas y partidos políticos de modo que puedan participar
en elecciones presidenciales y parlamentarias (¡sí, las dos!), incluyendo
garantías de protección para que puedan regresar aquellos que huyeron del país
por la persecución y la liberación de todos los presos políticos.
El acceso ilimitado a medios
de comunicación, servicios de telecomunicaciones e internet y a fuentes de
noticias independientes. La garantía de tiempo de transmisión equitativo entre
los aspirantes y la de impedir el control de los contenidos en medios
independientes. Además de la libertad de reunión y de expresión sin represión,
represalias o interrupciones.
La observación electoral
independiente, conformada por expertos nacionales e internacionales, sin
restricciones indebidas.
Hasta aquí las condiciones.
El documento1 también contiene ofrecimientos de Estados Unidos y sus
aliados: facilitar el proceso para que los venezolanos en el exterior ejerzan
su derecho al voto, dar apoyo técnico y/o financiación para ayudar al registro
de votantes y proporcionar observadores electorales independientes que trabajen
con el nuevo CNE tan pronto como sea designado.
Así que el inesperado
pegamento no sólo logró cohesionar a la mayoría parlamentaria como nunca antes,
sino que alineó a la comunidad internacional -Estados Unidos, sus aliados y la
Unión Europea- en una sola consigna que abrazo: Elecciones Libres y Justa, a
las que deberemos llegar con una coalición democrática unida con cola de
alacrán.
11-01-20
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