Por Simón García
En un instante que unía y
separaba pasado de futuro, Pilatos decidió la muerte de Jesús. El lavado de sus
manos no simbolizó omisión porque la ejecutaron sus soldados. Filón de
Alejandría, cronista contemporáneo, describió al quinto prefecto de Judea como
un gobernante caracterizado por «… su violencia, sus robos, su conducta
abusiva, sus frecuentes ejecuciones de prisioneros que no habían sido
juzgados…». El poder suele ser feroz, cruel y criminal.
Personaje a la sombra de
otra historia, Pilatos echó a andar un cambio del mundo. Se habla de una carta
suya a uno de sus amigos en Roma (aunque la historiadora Ann Wroe afirma que no
existe este tipo de evidencias) en la que se queja de su aburrimiento en aquel
perdido territorio de encuentro y conflicto entre culturas.
El poder compartido, el real
de Pilatos como el simbólico de Caifás, suele disminuir el papel de ambos en
cambios trascendentes que están por ocurrir.
No resulta extraño que en
nuestro martirizado país, fuerzas, grupos e instituciones que ejercen su
dominación autoritaria, no vean la destrucción que ocasionan. La pandemia
revela el contraste entre las cifras de muerte y las víctimas que aumentan en
la cercanía de amigos y familiares, así como la inadmisible diferencia entre la
burbuja de los bodegones llenos de lujo y el hambre creciendo en las barrigas
vacías.
A esta sociedad despedazada,
controlada y desmovilizada hay que abrirle una salida antes de que se anule en
la pérdida absoluta de su futuro. Hace aguas en su fracaso porque encalla en un
choque de fuerzas donde los de abajo no tienen energía para cambiar y los de
arriba siguen sin enterarse que ellos también son pasajeros del Titanic.
No tenemos cañones para
imponer un final de violencia con el que nos equivocaríamos de nuevo. El poder
no cederá condiciones sin que paguemos nuestro costo. El desplazamiento
del autoritarismo ya no puede eludir un pacto entre los rivales de hoy para
volver a habitar juntos en la democracia de mañana.
Resulta suicida estimular
batallas dentro de la oposición. La demanda prioritaria de cambiar la
estrategia es posible sin cambiar a los dirigentes.
Guiadó, ampliando la
presencia de la diversa oposición débilmente existente, puede comandar la
atención a los problemas que sufre la gente, el retorno al voto y una
estrategia que aumente la presión interna con base en organización,
reconstrucción de conciencia cívica y confianza en el voto, comunicación
alternativa, inteligencia para crear espacios de libertad dentro del encierro y
fortalecimiento desde procesos electorales aún minados por trampas,
provocaciones y desventajas. Pero, si no es él serán otros.
La renovación de las
políticas opositoras es necesaria y posible porque el poder no puede mantenerse
contra un país que no se doblega. Su cúpula tiene cada vez menos margen de
maniobra, pierde más base social y se paraliza en la disputa de sus bloques
para no ser los perdedores ante la reducción de sus ingresos y su
gobernabilidad.
El éxito del país pasa por
la voluntad de la oposición para reunir a todas sus partes, aprobar
rectificaciones estratégicas y ofrecer un nuevo rumbo.
Los dirigentes de las tres o
cuatro fracciones opositoras tienen que probar a las minorías que los siguen y
al inmenso país que no lo hace que no van a continuar lavándose las manos y no
van a seguir enviándonos informes sobre su ceguera.
Simón García es analista político. Cofundador del
MAS.
04-04-21
https://talcualdigital.com/la-ceguera-de-pilatos-por-simon-garcia/
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