Alexander Cambero 07 de abril de 2021
La rivalidad interna corroe las venas de la
revolución. Los espíritus infectos de depravación y vicios beben de la misma
copa de impudicia. La degradación de este proceso truculento es tan grande que
las bases del gobierno son devoradas por termitas gigantes.
La encarnizada lucha de poderes pende del filoso
cuchillo de la traición, son los escorpiones rojos que se abalanzan sobre la
yugular de sus propios compañeros. Las mandíbulas de los grupos en pugna se
preparan para deglutir la competencia. Quien se sienta en la misma mesa es un
adversario a exterminar.
Los odios los disimulan los intereses, el obeso botín
vale más que soportarse en silencio de castidad. La inmoralidad de una
administración absolutamente corrompida es el sello húmedo de todo un proceso
que lanzó al país hasta el fondo del abismo, un espacio que labraron las malas
políticas.
La miseria actual es hija de este desprolijo ejercicio
de fracasos. La crisis nacional es el resultado del delirio de una casta que
solo aprendió a saquear, mientras pulverizaba las oportunidades que ofrecía
nuestro potencial.
El país es un desgarro en el corazón. Con pérfida
acción lapidaron su historia para enseñarnos su cuento de barrabasadas, como
áspides se deslizaron sigilosamente para inocular su veneno de mentiras. Lo
hicieron como granizos de infamia que cayeron sobre el techo de los inocentes,
fueron asesinados cada espacio de libertad para secuestrarlo para el paredón.
Desde las mismas entrañas, los malos hijos pretenden
terminar de aniquilar a Venezuela. El rostro magullado de la república exhibido
como horripilante herencia del socialismo.
Mientras caen las hojas de la vida, ellos prosiguen
con inconfesable maldad haciendo ataúdes para enterrar las esperanzas que
resisten el desenfreno en cadena. Se escuchan pasos de sus ejércitos de miedo,
avanzan con los ribetes de la ignorancia que porta la droga de la mentira.
Disfrazados de leales caballeros se jactan de ser lo
herederos del sátrapa mayor. Oficio de mentirosos son sus rebuscadas
elucubraciones, luciérnagas apagadas asfixiadas por su propio crimen.
Cada instante es el arrebato de quienes pulverizan los
sueños del hombre libre. Sobre los troncos arde la bandera nacional como
quienes buscan quemar nuestra historia con el fuego abrasador del
totalitarismo.
Solo sobre cenizas podrán colocar el acento en sus
fetiches. La mentira que descuartizan sin piedad, las hienas que destilan
odio hasta llenar sus vertientes.
Alexander
Cambero
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