Julio Castillo Sagarzazu 03 de agosto de 2022
“Aun
cuando, tarde, llega la oportunidad para prestar atención al tema de la
diáspora, con la inminencia de un proceso electoral”.
Es una
lástima que el tema de la diáspora venezolana haya comenzado a interesar en
este clima preelectoral y ante la perspectiva de que la oposición organice unas
primarias para determinar su liderazgo de cara a este proceso.
Una lástima, porque la diáspora de los países en crisis, como el nuestro, siempre ha sido históricamente un elemento básico en el proceso de reconquistar las libertades y sanar las heridas de las naciones de donde ésta procede.
Esta
realidad debería atraer la atención del liderazgo opositor venezolano. Algunos
indican que son más de 6 millones los compatriotas que se encuentran afuera.
Una cifra descomunalmente importante.
Hasta
ahora, pareciera que a nuestra diáspora solo se le ha prestado atención en dos
aspectos: Por un lado, los dirigentes políticos y sociales que han tratado de
mantener el contacto con el país y activan políticamente, como pueden, desde
los sitios donde están, y luego, quizás los mayoritarios, que tratan de ayudar
desarrollando iniciativas para mejorar las condiciones humanitarias y de
migración de nuestros compatriotas.
Ambos esfuerzos
son plausibles, importantes y deberían mantenerse. Ocurre, no obstante, que en
estas iniciativas está implícita, de alguna manera, la idea de que los
venezolanos migrantes van a quedarse siempre donde están.
Valdría
la pena también generalizar iniciativas que tuvieran como objeto alinearse con
esfuerzos concretos que se hacen en el país para su recuperación y para la
lucha democrática.
Todas
las diásporas provocadas por regímenes autoritarios han cumplido, en el pasado,
un importante rol en esta vía.
Históricamente,
Venezuela tiene tradiciones importantísimas en este sentido. Probablemente,
Francisco de Miranda sea el arquetipo del venezolano universal que tuvo siempre
como norte la libertad de Venezuela. Oficial de varios ejércitos, “influencer”
político de su época, activo como nadie, a la procura del apoyo internacional a
su proyecto liberador de América.
Su
casa de Londres acogió la primera delegación enviada luego del 5 de julio. El
58 de Grafton Way, se convirtió efectivamente, en una suerte de cuartel general
de los esfuerzos independentistas. Fue allí, mientras servía de contacto con
autoridades y personalidades europeas, que aceptó convertirse en el jefe
militar de lo que luego fueran las fuerzas patriotas.
Las
dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez, produjeron las generaciones del 28 y las
del 58. Ambas jornadas tuvieron el exilio como prueba de fuego y fueron además
claves en la elaboración política y la dirección organizativa de la oposición
de la época.
Es
obvio que las condiciones han cambiado y las comunicaciones han resuelto
múltiples problemas y que sería igualmente un despropósito pretender que la
dirección política de la oposición no la llevarán quienes están más cerca de
las realidades, pero es igualmente cierto que la diáspora debería jugar un
papel más activo y concertado con la oposición interna.
Sería
indispensable, por ejemplo, que los partidos implementen mecanismos de relación
directa con su activismo en el exterior. Y que se aprovechara la capacidad, el
tiempo y las capacidades de la diáspora para enriquecer el pensamiento político
opositor. De la misma manera, las iniciativas que estos colectivos de
compatriotas emprenden en el exterior deberían ser apoyadas y visibilizadas.
Hay capacidades y potencialidades insospechadas. Igualmente, gente que quiera
participar y seguir luchando fuera de nuestras fronteras.
Una
gran reivindicación y una campaña que tendría un peso específico excepcional
sería la de rescatar los derechos políticos y electorales para quienes no están
en el país. Que puedan participar en unas eventuales primarias opositoras y
posteriormente en el proceso electoral, pareciera que incentivaría la moral y
capacidad de seguir luchando de nuestros compatriotas regados por el mundo. Una
lástima, como decimos al principio, que nos acordemos de esta realidad porque
vienen las elecciones, pero algo es algo. Aprovechemos entonces la ocasión.
Julio Castillo Sagarzazu
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