Isabel Pereira Pizani 05 de septiembre de 2022
@isapereirap
Es muy
curioso que en la mayoría de los intentos de reproducir una nueva narrativa
para Venezuela se omita -sin pudor alguno o ignorancia- la alusión del modelo
de propiedad adoptado desde 1958 como un factor determinante en la construcción
del país que somos.
Se
menciona que estamos altamente estatizados, concentrados, con un hiper
presidente que ejerce como zar en todos los terrenos, un Estado de derecho que
brilla por su inexistencia, sin equilibrio de poderes, con restringidísimas libertades
económicas, represión política, persecución, destrucción de los medios de
comunicación independientes y represión contra los disidentes al régimen.
Estas limitaciones se intentan solucionar con un conjunto de políticas públicas que indican técnicamente qué hacer en cada campo. Ejemplo de estos son las propuestas de país generadas en distintos momentos por la oposición venezolana. (100 Políticas para cambiar el país; Plan País)
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las causas que generaron el camino tortuoso que borraba la importancia de la
propiedad nos ha traído donde estamos hoy, arruinados, hambrientos y en éxodo
creciente. La propiedad no ha sido un factor importante en las distintas
propuestas de país, situación que podríamos calificar como “error fatal” hoy
vivimos las consecuencias de no haber comprendido que el modelo de propiedad
escogido por el liderazgo en el inicio de la democracia nos haya hundido en
este barranco de sufrimiento, minusvalía y desesperación.
Sabiamente
decía Richard Pipes “la inmensa mayoría de los ciudadanos del presente no
tienen idea de a qué deben su libertad y su prosperidad, es decir, que su
libertad es el resultado de una lucha larga y fructífera por los derechos, de
los cuales el derecho a la propiedad es el fundamental. No tienen, por tanto,
conciencia de los efectos perjudiciales que la restricción de los derechos de
propiedad tendrá, a la larga, sobre sus vidas. las sociedades que omiten o
desvalorizan la importancia de la propiedad terminan pagándolo muy caro”
El
modelo de propiedad que adoptó Venezuela a partir de 1958 se inspiró en la
desconfianza que generó entre los jóvenes políticos de esa época el hecho de
que desde sus inicios la riqueza generada por el petróleo fuese a parar a manos
del presidente del momento Juan Vicente Gómez, sus aliados y familiares quienes
entraron en una espiral de riqueza asombrosa, viviendas, lujos en Europa y en
los mejores sitios del planeta. Mientras el pueblo era víctima del paludismo,
sífilis, desnutrición y carencia de servicios fundamentales como viviendas
sanas, electricidad y agua potable.
En un
censo realizado hace algún tiempo se mostraba que, en la ciudad de Maracay a
finales del gobierno de Gómez, el 90% de las viviendas eran propiedad privada
de este presidente. Esta situación produjo una comprensible repulsión por parte
de la nueva generación de políticos post gomecistas, convencidos que la
participación de ciudadanos, civiles y empresarios seria siempre de igual
manera un camino a la corrupción y al manejo oscuro de las riquezas generadas
por el petróleo.
Esta
profunda convicción alimentó el concepto de reconstruir a Venezuela concentrándose
en la implantación de un estado propietario muy poderoso, que creían
garantizaría un fin noble a los recursos fiscales del país. De allí la consigna
“Ni una concesión más a particulares”.
Una
decisión, llevada a términos constitucionales de impedir la participación
ciudadana en el uso, manipulación y distribución de la riqueza nacional, una
tarea concentrada y estrictamente reservada al Estado, naciendo así un estado
rico, distribuidor único de la riqueza petrolera, el Estado patrimonialista.
Esta
condición de concentrar la propiedad de la industria petrolera en el Estado va
a permear la construcción de la relación Estado- Sociedad y se va a desparramar
al resto de las nuevas actividades económicas e industrias nacientes en el
país.
Los
venezolanos se dedican en los primeros años de la democracia a construir el
gran país, urbanizar, alentar creación de empresas, dotar de servicios públicos
al territorio, con base en la distribución de recursos fiscales desde el
despacho de los presidentes de la república, personajes en su mayoría de alto
espíritu democrático. Puertas adentro se cocinaba un caldo toxico, consecuencia
de concentrar la distribución de la riqueza en manos de un presidente, sin
controles. dependíamos azarosamente de sus valores, honestidad y espíritu
democrático porque la opinión ciudadana, los controles y rendición de cuentas
al país fueron inexistentes, nunca fue practica corriente. El país y los
partidos políticos tampoco reclamaban.
Era
previsible que este desviado modelo pariera monstruos, un presidente y un grupo
de su partido manejando toda la riqueza nacional sólo podía conducir al caos,
al nacimiento de la corrupción, a la aplicación de los recursos de forma
ineficiente como lo demuestran los archivos de la Corporación venezolana de
Fomento y de la mayor parte de los ministerios, Hacienda, Fomento, Industria,
Agricultura y Obras públicas. Aunque el país de cierta manera se modernizó, la
pobreza se convirtió en la suerte de la mayoría de los venezolanos. La fuerza
del descontrol y las apetencias de riquezas mal habidas privaron, el control
ciudadano nunca se ejerció.
Hoy
podríamos decir que hemos alcanzado un límite, el país arruinado gobernado por
un grupo anti democrático, al cual no le interesa la suerte de los venezolanos,
ni le importa la migración forzosa que sufren millones de familias, 20% de
nuestra población.
Con
base en este crudo balance tendríamos que revisar si la situación que enfrenta
el país se debe a las malas políticas, la corrupción, el narco tráfico,
el intento de implantar el socialismo a la fuerza, o es consecuencia de
haber escogido un camino equivocado que ha parido un hiper presidente sin
escrúpulos, una desaparición del estado de derecho, envilecimiento del
poder judicial , aplastamiento de la economía, subordinación de las fuerzas
armadas al poder central, intervención-anulación de la libertad de comunicación
y un ejercicio de control y dominio del derecho a elegir como valor
inalienable.
Es el
momento de analizar antes de decidir si la propiedad es importante,
cuáles cambios y transformaciones tenemos que exigir al liderazgo, porque
no bastaría con una sustitución de figuras en el poder. Se trata de un
verdadero cambio de modelo país, es decir una nueva narrativa.
Isabel
Pereira Pizani
@isapereirap
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