Ismael Pérez Vigil 04 de agosto de 2019
Algunas
personas no han entendido aun la naturaleza de lo que estamos enfrentando y
vamos a enfrentar. Y no me refiero a la comprensión de que estamos en una
dictadura, bajo un gobierno de facto; creo que eso ya está bastante claro para
todos y si quedaba alguna duda, el informe Bachelet la terminó de disipar.
Pero
lo que aún no se ha comprendido –cuando me refiero a que aún no hemos entendido
la naturaleza de lo que enfrentamos y enfrentaremos– es que, sí como resultado
de un proceso de negociación, el usurpador se ve obligado a renunciar, por la
fuerza de las circunstancias –pérdida de apoyo interno e internacional– eso no
significa que lo que llamamos chavismo/madurismo se volatiliza y desaparece.
Pareciera que algunos creen que entraremos en una especie de mundo idílico, una
especie de disneylandia, en la cual todos los problemas y desmanes del régimen
que hemos vivido durante 20 años desaparecen por arte de birlibirloque.
No
será así, lamentablemente, y lo debemos tener claro para evitar decepciones,
frustraciones y sorpresas, pues tras la salida del usurpador, dependiendo que
tanto se logre en el proceso negociador, seguramente habrá “sobrevivientes”, no
del todo deseables.
En
primer término, mientras se elija un nuevo gobierno, seguramente sobrevivirá
una parte del régimen usurpador: ministros y altos funcionarios de la
administración pública y empresas del estado; gobernadores y alcaldes, con su
tren de funcionarios y miembros de asambleas legislativas y concejales, que son
producto de procesos electorales y no forman parte del poder ejecutivo; y –lo
que es más importante– una buena parte de las fuerzas represivas de hoy y
algunos que pertenecen a colectivos e irregulares, etc. que están entre los
seguidores y partidarios de la actual dictadura.
Todo
eso, lo más formal, la estructura ejecutiva de la dictadura, desaparecerá
cuando se elija un nuevo gobierno, democrático, y éste nombre su tren de
ministros, funcionarios públicos y haga cambios en la fuerza armada y cuerpos
policiales; igualmente el pueblo tendrá oportunidad, en poco tiempo, de
reemplazar gobernadores, alcaldes, asambleas legislativas y concejos
municipales. Pero, aunque una exitosísima negociación lograra desmantelar todo
o casi todo el régimen expoliador, a la dictadura le sobrevivirá una estructura
que no se puede reemplazar electoralmente y que debemos estar conscientes de su
existencia para evitar decepciones y frustraciones.
Me
refiero a que a la dictadura le sobrevivirá una estructura socio económica, en
buena medida ilegal o cuestionable, por haberse desarrollado a partir de la
corrupción, de prebendas, contratos y beneficios del estado, pero que otra
parte, es legal y legítima y nada despreciable en tamaño; pero lo más
importante es que está allí, viva y operando y comprende: empresas, negocios,
bancos e instituciones financieras, profesionales diversos, actividades y
centros educativos, clínicas, medios de comunicación y toda una gama –que no
tenemos muy bien precisada– de actividades, colectivas y personales, que han
crecido y se han desarrollado al amparo y sombra de la dictadura y que hoy
tienen vida propia y, como decía, algunos legítimamente, otros menos, pero que
reclaman seguir su actividad y no desaparecerán aun cuando sí desaparezca la
estructura de poder político que las ayudó a desarrollarse.
De
igual manera el nuevo gobierno tendrá que arremeter, muy duramente y desde el
principio, contra la maraña de estructuras ilegales y hamponiles que se han
instaurado en estos 20 años, que controlan o asolan una parte del país y que ya
tienen su propia dinámica, posiblemente independiente de la dictadura, aunque
la apoyen y sean apoyados por ella. Seguramente para esta tarea contará con el
decidido apoyo de toda la población.
Frente
a estos inevitables “sobrevivientes” hay dos buenas noticias; una es que hoy en
día una buena parte de esa estructura, de esos que serán los “sobrevivientes”
del régimen –que algunos llaman boliburgueses o bolichicos–, está también
deseando que la dictadura llegue a su fin, pues saben que es inviable, que no
tiene futuro, y ellos quieren seguir en sus actividades. Abierta o
soterradamente ya hoy trabajan para que caiga la dictadura. La otra buena
noticia es que una parte mayoritaria de quienes actúan en esa estructura que
desarrolló la actividad de la dictadura en 20 años, están igualmente hartos de
lo que está ocurriendo y de la farsa del socialismo del Siglo XXI y no dudarán
en hacer aportes e incorporarse activamente para superar la crisis del país, en
la medida en que vean caminos y oportunidades.
Convivir
con esos “sobrevivientes” será parte del reto de la nueva Venezuela a
construir, pues desmontar la parte parasitaria e irrecuperable de esa
estructura no ocurrirá de la noche a la mañana, tomará algún tiempo, así
ocurrió en todos los países que salieron de regímenes dictatoriales, por
cualquier vía, la fuerza o elecciones; tuvieron que convivir con esos residuos,
“sobrevivientes” del antiguo régimen. Nosotros también, desde ahora, debemos
estar conscientes de que esa estructura existe, que está allí y debemos no solo
estar preparados para convivir con ella, sino también para ofrecerle
alternativas, como a todos los venezolanos. Que no nos sorprenda la frase del
escritor español, Javier Marías, en Así Empieza lo Malo (Cap. 68): “El pasado
tiene un futuro con el que nunca contamos…”
Ismael Pérez Vigil
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