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miércoles, 11 de noviembre de 2009

La Nueva Polarización


Hace cuatro meses el Sr. Ciro Cedeño y su señora esposa quedaron atrapados en un tiroteo entre bandas, en la Zona 6 del Barrio José Félix Ribas de Petare. Su esposa, compañera de vida durante 27 años, fue asesinada. El, con un balazo en el brazo, pudo sobrevivir, pero afirma que en realidad "yo estoy muerto en vida, ya no me importa nada". Entre la desesperación y la resignación, no es el del Sr. Cedeño un caso único, por cierto...

En efecto, ¿Ha encontrado usted en algún barrio a un simpatizante del proyecto político que lidera el Presidente Chávez feliz por los chistes presidenciales sobre totumas y linternas? ¿Se ha tropezado por casualidad a un simpatizate opositor habitante de un barrio angustiadísimo por la utilización o no de las primarias en la selección de candidatos a la Asamblea Nacional? Lo más probable es que en ambos casos la respuesta sea negativa. Y la razón es obvia: en los sectores populares la existencia es tan, pero tan dura, que apenas sobrevivir constituye ya un trabajo inmenso. De manera que los compatriotas que habitan en los sectores populares, ya sean simpatizantes del oficialismo o de la oposición, no tienen tiempo ni energía que malgastar en los avatares de la política-ficción.

LOS PARTIDOS ¿PRINCIPALES PROMOTORES DE LA “ANTI-POLITICA”?

La “política-ficción” es la actividad política que no se hace desde la gente y para la gente, sino la que se perpetra sin la gente y a veces hasta “a pesar” de ella. Una de sus variantes más dañina es la llamada “anti-política”. Si por esta entendemos la tendencia visceral y destructiva a desacreditar las organizaciones partidistas y a negar su carácter de pilares de la arquitectura de cualquier sociedad y Estado democráticos, obviamente no podemos contar a los partidos políticos entre los promotores de tal tendencia. Pero la anti-política puede ser más que la simple fobia a siglas y organigramas...

En efecto, anti-política también es una dinámica de deterioro real de la calidad democrática de un Estado y una sociedad, caracterizada porque las instancias de “representación” y los canales de “participación” se “autonomizan” de la gente, traicionándola. En esas dinámicas viciosas los partidos en vez de representar y expresar a la ciudadanía terminan por intentar “sustituirla”, y los canales de “participación” terminan siendo coartadas para legitimar lo que ya las cúpulas han resuelto, convirtiendo la participación en parodia y al pueblo en comparsa.

Cuando cosas como estas ocurren (y en nuestro país han ocurrido en el pasado, y pasan en el presente) entonces las organizaciones partidistas se transforman en promotoras de su propia obsolescencia y, eventualmente, de su propia destrucción. Si por ejemplo los partidos de oposición tienen una década diciendo a los venezolanos que “la lucha por el rescate de la democracia es una lucha de todos”; Si en cada batalla concreta los partidos han estimulado que sectores de la llamada “sociedad civil” asuman la vanguardia de la confrontación (primero los padres y representantes, luego los trabajadores petroleros, luego el binomio CTV-Fedecamaras, después Súmate, ahora los estudiantes)… pero a la hora de escoger los representantes de esa ciudadanía democrática ante la Asamblea Nacional recuerdan súbitamente que ciertas áreas son cotos exclusivos de los “profesionales de la política”, y consideran cualquier intervención ciudadana en tal proceso como una “intromisión”, entonces no hará falta que nadie “ataque” a los partidos. Recordemos: el “chacumbelismo” no es monopolio del gobierno…

Y hablando del gobierno, la cosa allí es aun peor, porque la contradicción y la inconsecuencia son aun más evidentes: La justificación histórica del chavismo es reivindicar la “participación” de la gente en el ejercicio del poder, antes usurpado y monopolizado por las llamadas “cúpulas podridas”, según la actual retórica oficial. Pero resulta que, tras diez largos años de gobierno, ya cualquier chavista de base sabe como se bate el cobre: En el PSUV dirigente “mata” militante, funcionario público “mata” dirigente, funcionario militar “mata” a funcionario civil, funcionario militar que esté en el grupito de Chávez “mata” casi todo y finalmente, allá, lejos, en la cumbre del poder, entre guardaespaldas y aduladores, entre micrófonos y aire acondicionado, esta el “Comandante”, decidiendo sobre cualquier cosa, desde la órbita del satélite Simón Bolívar hasta cuantos minutos debe bañarse usted…

EL TEATRO SIN PÚBLICO

En ambos casos, sin embargo, falta un ingrediente fundamental: El pueblo. El gobierno resuelve ese “problemita” a punta de billete, alquilando autobuses para movilizar la nómina y haciendo eventos en espacios cerrados. La oposición por su parte pretende subsanar esa ausencia con acciones de “vanguardias” (huelgas de hambre, viajes al exterior, denuncias) y bastante exposición mediática. En uno y otro caso, sin embargo, cabe la pregunta: “¿Y el pueblo que se hizo? ¿Y el pueblo donde está?”...

…Pues el pueblo esta en la calle, pidiendo seguridad! Y vivienda, y agua, y luz, y empleo. El Programa de Educación-Acción en Derechos Humanos (PROVEA) y la ONG “Espacio Público” han contabilizado casi 2500 manifestaciones por demandas sociales en lo que va de año. Se cuentan por centenares los líderes sociales, sindicales, campesinos e indígenas sometidos a procesos judiciales para coartar su derecho constitucional a la protesta. En Guayana y Cabimas, en Puerto Cabello y Curiepe, en Petare y Vargas, en todo el país, el pueblo (chavistas, opositores, independientes, venezolanos todos) se organizan y movilizan en defensa propia. El gobierno sólo se relaciona con estos procesos para atacarlos o silenciarlos. La oposición sólo se relaciona con estos, en el mejor de los casos, para proporcionar débil eco mediático en jornadas de solidaridad declarativa. Pero el país verdadero, ajeno a la telenovela “hondureña” del oficialismo y a la telenovela “unitaria” de la oposición, pelea por su vida, mientras los dos teatros de la política convencional permanecen casi vacíos.

LA VIOLENCIA ACECHA

En un país con el hampa desbordada, sin agua, sin luz, con carestía y escasez de alimentos, es absolutamente necesaria una esperanza. Es para eso que existe la política: para señalar horizontes, y entusiasmar a la gente. Pero no es eso lo que esta ocurriendo actualmente en nuestro país. Las encuestas lo revelan, la vivencia en el barrio lo corrobora: El gobierno baja, pero la oposición no sube. Ante la ausencia de proyectos colectivos que generen confianza, surge en el país una nueva polarización. El país no se divide ya entre “chavistas” y “escuálidos”, entre “pitiyanquis y piticubanos”, entre “rojos” y “azules” o “amarillos”, “blancos” o “verdes”. Los polos entre los que se debaten los venezolanos de a pie no son ya el gobierno y la oposición. Los nuevos extremos que desgarran a los venezolanos, sobre todo en los sectores populares, son la Rabia y el Miedo.

Rabia tienen los que confiaron, los que creyeron, los que incluso amaron la posibilidad de un cambio de verdad en democracia y libertad como el que fue ofrecido en 1998 por el candidato Chávez. Aquel candidato jamás hablo de socialismo, de comunismo, de milicias, de Cuba, no señor. Él hablaba de acabar con la corrupción, de terminar con la delincuencia. Él no hablaba de gastar real en Bolivia o Nicaragua. Él hablaba de "poner a Venezuela bonita". La gente se acuerda, mira el desastre actual, y le da rabia.

Miedo tienen lo que no saben si regresaran vivos a su casa cuando salen en la mañana al rebusque; los que no saben cuando vendrán a quitarle su puesto en el mercado, su kiosko de periódicos, su carrito de perrocalientes, su negocito; lo que no saben si la empresa en que trabajan se irá por fin del país, y lo que no saben si los botarán del Ministerio cuando vuelvan a cambiar de Ministro, como pasa a cada rato. Miedo tienen el trabajador sin contrato colectivo, el policía jubilado sin prestaciones, el ciudadano que ve como el Metro cada día se convierte en una ruina, el chofer que en la camioneta o en el taxi le va viendo la cara a todo el que se monta, tratando de adivinar quien será el próximo atracador…

¿”SALVADORES DE LA PATRIA”? ¡NO, GRACIAS!

Polarizados entre la rabia y el miedo, la violencia es un tobogán. Afortunadamente, a estas alturas del partido ya los venezolanos sabemos que sólo el pueblo salva al pueblo, y que la factura que suelen pasar los “mesías” por sus servicios termina siendo muy alta. El reto es construir la esperanza que aleje la violencia y acerque el futuro. Lucidez, organización autónoma del pueblo y movilización activa, pacífica y contundente de la gente en defensa de sus derechos humanos y constitucionales, son los pasos para salir del actual estancamiento, de la confrontación sin alternativas.

Publicado por:
Radar de los Barrios

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