Jesús María Lugo Peña
“Lo que debería descorazonar a los hombres políticos es el ver que los mismos errores producen siempre los mismos efectos”.
Louis Latzarut
Quisiera comenzar estas públicas reflexiones con una referencia de un poeta nicaragüense cuyo nombre no recuerdo y que en una de las estrofas de un poema suyo dice así: “Yo sé que a pesar de sus momentos de abandono, usted ha querido engrandecer la patria mía y, en nombre de esa patria, lo perdono”. Esto viene a colación por la cantidad de veces que usted ha intervenido en sus ya acostumbrados programas dominicales “Aló Presidente” y en sus frecuentes cadenas, donde ha expresado su particular punto de vista de hacer política y de vendernos la utópica idea del socialismo del siglo XXI como la panacea para resolver todos nuestros males y desigualdades.
Pero, diciendo la verdad, desde mi particular punto de vista no puedo estar totalmente de acuerdo con usted. La razón es muy sencilla. Soy producto de una familia modesta, trabajadora, gregaria, que durante la mal llamada IV república logré estudiar con sacrificio y alcanzar hasta el quinto nivel, habiendo cursado estudios en prestigiosas universidades extranjeras como la Complutense de Madrid, la de Puerto Rico, la McGill en Montreal, Canadá, y en las nacionales como la Central de Caracas y la de Carabobo donde alcancé la categoría de profesor titular. Es decir, que tuve oportunidades y las aproveché. Yo quisiera que todos mis conciudadanos hicieran lo mismo.
Siempre fui educado en la esfera del respeto, la solidaridad, la comprensión, la tolerancia y el buen comportamiento. Nunca mentir, ni engañar. Mi padre siempre me decía: “Aspiro a que todos mis hijos me superen y que nadie los señale con el dedo”. El trabajo creador y responsable me permitió tener una familia, comprar vehículos, casa, viajar por el mundo, porque el sueldo nos alcanzaba. Hoy día pasa todo lo contrario, estoy encerrado en mi casa ante el temor de perder la vida por la inseguridad reinante y casi no puedo ir a los restaurantes porque la pensión es cada día más escuálida y sólo alcanza para medio comer y comprar los remedios, haciendo realidad el dicho de que pasamos la mitad de nuestra vida gastando la salud para obtener dinero y la otra mitad gastando el dinero para recobrar la salud.
No es posible que usted nos pida más restricciones para nuestro diario vivir, contrastando con su propio estilo de vida, solicitándonos comportarnos como el “heroico pueblo de Cuba”, que vive de racionamiento en racionamiento, sin libertad, sin empresas privadas, sin poder salir libremente de la isla. ¿Es que no basta lo del agua y las totumas, lo de la electricidad y las linternas, el andar en burros, bicicletas y en canoas río arriba y abajo? Todo por la incapacidad y el manirrotismo que imperan en su administración, que ha despilfarrado nuestra inmensa riqueza que, en su afán de decir que el ser rico es malo, nos quiere igualar hacia abajo, contrarrestando con la mayoría de los países, que se están desarrollando cada día más. Se ha acabado con las fábricas, las industrias, las haciendas, la empresa privada y hasta con la iniciativa de querer hacerlo mejor. ¿Por qué usted no emula a los países desarrollados? Vea cómo han surgido durante el mismo período otros Estados que sí tienen por norte la paz y la sana convivencia. ¿Por qué prepararnos para la guerra? ¿Quién nos está hostigando, amenazando? El imperio no es nuestro enemigo, y menos Colombia, el enemigo está dentro de nuestro entorno cuando nos estamos matando diariamente y no hacemos nada. Cuando la corrupción impera y no hacemos nada. Estamos cada día con más necesidades, menos recursos para atender al pueblo y a los trabajadores, a quienes no se les reconocen las deudas laborales; los hospitales en franco deterioro, las universidades colapsadas, las familias sin viviendas y sin trabajo. En fin, un caos completo y, pensar que en usted depositó la confianza una gran mayoría, estando hoy defraudados por esa regaladera sin que nos sobre, porque estamos más endeudados y cada vez con menos poder resolutivo interno. Usted tiene la palabra para enmendar la tarea. Tumbe el muro que nos divide. Manos a la obra. ¿O es que va a seguir con ese calamar?
Especialista en Salud Pública y Medicina Familiar. Profesor Titular UC.
jesuslugopea@yahoo.es
El hombre es libre cuando ni teme ni espera nada. L.A.Petiet
“Lo que debería descorazonar a los hombres políticos es el ver que los mismos errores producen siempre los mismos efectos”.
Louis Latzarut
Quisiera comenzar estas públicas reflexiones con una referencia de un poeta nicaragüense cuyo nombre no recuerdo y que en una de las estrofas de un poema suyo dice así: “Yo sé que a pesar de sus momentos de abandono, usted ha querido engrandecer la patria mía y, en nombre de esa patria, lo perdono”. Esto viene a colación por la cantidad de veces que usted ha intervenido en sus ya acostumbrados programas dominicales “Aló Presidente” y en sus frecuentes cadenas, donde ha expresado su particular punto de vista de hacer política y de vendernos la utópica idea del socialismo del siglo XXI como la panacea para resolver todos nuestros males y desigualdades.
Pero, diciendo la verdad, desde mi particular punto de vista no puedo estar totalmente de acuerdo con usted. La razón es muy sencilla. Soy producto de una familia modesta, trabajadora, gregaria, que durante la mal llamada IV república logré estudiar con sacrificio y alcanzar hasta el quinto nivel, habiendo cursado estudios en prestigiosas universidades extranjeras como la Complutense de Madrid, la de Puerto Rico, la McGill en Montreal, Canadá, y en las nacionales como la Central de Caracas y la de Carabobo donde alcancé la categoría de profesor titular. Es decir, que tuve oportunidades y las aproveché. Yo quisiera que todos mis conciudadanos hicieran lo mismo.
Siempre fui educado en la esfera del respeto, la solidaridad, la comprensión, la tolerancia y el buen comportamiento. Nunca mentir, ni engañar. Mi padre siempre me decía: “Aspiro a que todos mis hijos me superen y que nadie los señale con el dedo”. El trabajo creador y responsable me permitió tener una familia, comprar vehículos, casa, viajar por el mundo, porque el sueldo nos alcanzaba. Hoy día pasa todo lo contrario, estoy encerrado en mi casa ante el temor de perder la vida por la inseguridad reinante y casi no puedo ir a los restaurantes porque la pensión es cada día más escuálida y sólo alcanza para medio comer y comprar los remedios, haciendo realidad el dicho de que pasamos la mitad de nuestra vida gastando la salud para obtener dinero y la otra mitad gastando el dinero para recobrar la salud.
No es posible que usted nos pida más restricciones para nuestro diario vivir, contrastando con su propio estilo de vida, solicitándonos comportarnos como el “heroico pueblo de Cuba”, que vive de racionamiento en racionamiento, sin libertad, sin empresas privadas, sin poder salir libremente de la isla. ¿Es que no basta lo del agua y las totumas, lo de la electricidad y las linternas, el andar en burros, bicicletas y en canoas río arriba y abajo? Todo por la incapacidad y el manirrotismo que imperan en su administración, que ha despilfarrado nuestra inmensa riqueza que, en su afán de decir que el ser rico es malo, nos quiere igualar hacia abajo, contrarrestando con la mayoría de los países, que se están desarrollando cada día más. Se ha acabado con las fábricas, las industrias, las haciendas, la empresa privada y hasta con la iniciativa de querer hacerlo mejor. ¿Por qué usted no emula a los países desarrollados? Vea cómo han surgido durante el mismo período otros Estados que sí tienen por norte la paz y la sana convivencia. ¿Por qué prepararnos para la guerra? ¿Quién nos está hostigando, amenazando? El imperio no es nuestro enemigo, y menos Colombia, el enemigo está dentro de nuestro entorno cuando nos estamos matando diariamente y no hacemos nada. Cuando la corrupción impera y no hacemos nada. Estamos cada día con más necesidades, menos recursos para atender al pueblo y a los trabajadores, a quienes no se les reconocen las deudas laborales; los hospitales en franco deterioro, las universidades colapsadas, las familias sin viviendas y sin trabajo. En fin, un caos completo y, pensar que en usted depositó la confianza una gran mayoría, estando hoy defraudados por esa regaladera sin que nos sobre, porque estamos más endeudados y cada vez con menos poder resolutivo interno. Usted tiene la palabra para enmendar la tarea. Tumbe el muro que nos divide. Manos a la obra. ¿O es que va a seguir con ese calamar?
Especialista en Salud Pública y Medicina Familiar. Profesor Titular UC.
jesuslugopea@yahoo.es
El hombre es libre cuando ni teme ni espera nada. L.A.Petiet
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