Sebastián de la Nuez 08 de abril de 2021
@sdelanuez
Hoy
como en 1999, cuando la tragedia de Vargas, la gente es lo de menos. Han
transcurrido 22 años y la línea política se mantiene: No es importante proteger
al pueblo de las enfermedades, evitando lo más posible la mortandad. De allí el
sabotaje del gobierno de Maduro a las vacunas que gestionaba la oposición. No
se puede sino especular desde fuera, la opacidad del Estado venezolano y, sobre
todo, la tremenda oscurana de sus convenios internacionales, no permite contar
las cosas desde la nitidez. Solo está el rastro visible de las consecuencias de
la acción del Ejecutivo madurista, en las calles, en la miseria y en la
desgracia sufriente del pueblo. Venezuela es la tormenta perfecta bajo el rayo
de la Covid-19.
Cuando
ocurrió la tragedia de Vargas, el deslave sobre
las poblaciones del Litoral con su secuela de mortandad y destrucción, Hugo
Chávez estableció una de sus directrices maestras: El sufrimiento del pueblo es
lo de menos, lo que importa es marcar la línea política.
La
línea política indicaba desestimar el apoyo que había ofrecido Estados
Unidos.
Eso
fue en 1999, han pasado más de 21 años desde entonces y hay que ver cómo ha ido
desdibujándose el país mientras aquella norma tácita (más bien explícita) se ha
convertido en un desastre permanente. El madurismo es hoy, en 2021,
más chavista que nunca: La pandemia por la Covid-19 mezclada
con la Emergencia Humanitaria Compleja es un cóctel letal para
un pueblo desahuciado, una nación vaciada, sin recursos ni sistema sanitario
que pueda calificarse como tal. Pero la línea política es la línea política: Al
enemigo no se le aceptan favores.
Hoy
como en el ‘99, lo que importa es afincarse dentro de una determinada órbita,
la gente es lo de menos. No es importante proteger al pueblo de las enfermedades,
evitando lo más posible la mortandad. De allí el sabotaje del gobierno de
Maduro a las vacunas que gestionaba la oposición.
“La
vulnerabilidad de la familia venezolana: No hay capacidad de atención, ni
dotación ni calidad en los servicios públicos de salud”
Datos
del estudio de la firma privada de consultoría Anova
En los
medios españoles se le ha visto y escuchado, a Nicolás Maduro, poniéndose
su vacuna Sputnik V y echando broma con el idioma ruso, tan
simpático y tan ejemplar en su ejemplar acción. El vídeo es una burla
cruel al país. Él y su entorno sí han tenido fácil acceso a la vacuna.
Pero, como dice Francisco
Suniaga en un artículo dentro de este mismo portal, la mayoría de
los venezolanos tendría que esperar, teóricamente, 95 años hasta
alcanzar la inmunidad de rebaño, lo que garantizaría su salvación.
Noventa
y cinco años, caballero.
He
aquí algunas cifras sobre las condiciones en que se encuentra la sanidad
venezolana, según un estudio de la firma privada de consultoría Anova.
Sus resultados constituyen una radiografía de la Venezuela de
hoy y su capacidad nula de enfrentar calamidades. Venezuela es la tormenta
perfecta bajo el rayo de la Covid-19.
***
En Venezuela,
95,2% de los hogares no tiene acceso a un sistema de aseguramiento de la salud
efectivo. Esto quiere decir que 95 de cada 100 personas o no tiene un seguro
privado o está afiliado únicamente al quebrado Instituto Venezolano de los
Seguros Sociales o, aun estando asegurados con póliza privada, la cobertura de
los habitantes de esos hogares fue irrelevante a la hora de tratarse afecciones
de salud (recientemente).
Por
otra parte, 35,5% de los hogares declara haber dependido exclusivamente de los
servicios de salud públicos para resolver afecciones de salud en el último año.
Esto remite a la vulnerabilidad de la familia venezolana: No hay capacidad de
atención, ni dotación ni calidad en los servicios públicos de salud.
Durante
2020, a pesar de la mejora observada en el abastecimiento de medicamentos,
19,2% de los hogares que declaran haber sufrido una afección de salud no
tuvo acceso a la adquisición de medicamentos, generalmente por razones
económicas.
El
37,6% de los hogares reporta tener al menos, en su seno, un miembro que sufre
una enfermedad crónica (diabetes, hipertensión, enfermedad
renal, etc.).Todas estas enfermedades incrementan la
posibilidad de complicaciones graves en caso de presentarse contagio por
la Covid-19.
Un
38,8% de los hogares no tiene acceso regular al agua potable o
sus fuentes de provisión de agua son irregulares, escasas y de mala
calidad. La imposibilidad de acceso regular al servicio de agua potable
limita algunas de las rutinas esenciales en la prevención de la Covid-19.
Esto es más grave en hogares más pobres (43%) en comparación con los más ricos
(31%).
En Venezuela,
32,4% de los hogares tiene al menos un miembro con 60 años de edad o más. Esto
incluye 24,4% de las familias cuyo jefe de hogar es una persona mayor de 60
años. La identificación de este segmento demográfico es de
suma importancia por ser el grupo con la mayor tasa de complicaciones graves y
muerte frente a la Covid-19. Esta proporción es mucho mayor entre
los hogares más pobres (38%) en comparación con los más ricos (25%).
***
Hay
otros elementos en este cuadro que también fueron estudiados por la encuesta
realizada: La capacidad para conservar alimentos refrigerados: 17% de los
hogares reporta no poseer una nevera o refrigerador funcional. La inseguridad
alimentaria: En 18,3% de los hogares venezolanos, al menos uno de sus miembros
deja de comer una comida al día; sube a 26% entre los hogares del quintil más
pobre.
Otras
variables de la tormenta perfecta:
Pocas
posibilidades para el teletrabajo (81,2% de los hogares no
tiene acceso al servicio de internet, 86% en el quintil más pobre);
dificultades para la educación a distancia (38,6% del total de
hogares con miembros en edad escolar está integrado por
adultos que poseen un nivel educativo menor al de la secundaria completa, o
sea, no hay un adulto en casa que pueda ofrecer ayuda u orientación efectiva);
problemas de espacio (20,2% de familias venezolanas viven en condiciones
de hacinamiento); cotidianidad laboral que obliga a salir (en 49,9%
de los hogares se reporta que uno o varios de sus miembros trabajan de manera
informal o por cuenta propia, o sea, casi la mitad).
***
Si
la línea política del gobierno venezolano redundara en aliados
internacionales que compensaran el costo social y en vidas
humanas que se deriva de esa política, otro sería el cantar. Pero no
es así. Los «aliados» de la Venezuela de hoy no parecen dispuestos a arrimar el
hombro. No se ha visto mayor interés en naciones que tendrían la capacidad de
suministrar en abundancia las vacunas. Es más, al parecer la
misma Rusia, la de Putin y sus acorazados y su
generosidad en el asesoramiento a la guerra híbrida, prefiere
enviar mayores cargamentos de su Sputnik V a otras áreas de la
región, ninguneando a su socio preferente. ¿Esto es así porque el Kremlin es
malintencionado o porque hay algo en el convenio entre ambos países que, tácita
o explícitamente, hace que así sea?
No se
puede sino especular desde fuera, la opacidad del Estado
venezolano y, sobre todo, la tremenda oscurana de sus convenios
internacionales, no permite contar las cosas desde la nitidez. Solo hay
rastro de las consecuencias de la acción del Ejecutivo
madurista. Ese rastro se sigue en las calles de las ciudades, en la miseria y
en la desgracia sufriente del pueblo. En este caso, en especial, las
consecuencias se palpan en los hospitales. El gobierno de Nicolás Maduro,
entonces, se revela con claridad: Su línea política es el asesinato.
Sebastián
de la Nuez
@sdelanuez
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