Corina Yoris-Villasana 30 de junio de 2023
@yorisvillasana
Por
transición democrática se entiende un período en la vida de las naciones que
van desde el comienzo del derrumbe de un régimen autoritario hasta la
instauración y afianzamiento de alguna forma de democracia; en el caso
venezolano, las condiciones que anuncian ese período de transición ya se han
producido en el país.
Durante
esta fase, restaurar la democracia incluye tres momentos claramente
diferenciados: la extinción del gobierno autoritario, el establecimiento de uno
democrático y su consolidación. En cada lapso repercuten diversas variables de
cuya mixtura dependerá el éxito o el fracaso del desarrollo completo de la
transición.
Uno de los síntomas claros del inicio de la democratización es la pérdida que sufre el régimen autoritario del apoyo de la población. Su “legitimidad”, que ha tratado de basar en una supuesta eficiencia de su ejercicio administrativo, se ve carcomida por los continuos fiascos económicos, por su incapacidad de cumplir con los ofrecimientos de mejorías en la calidad de vida de la ciudadanía, por la clara evidencia de ausencia de logros exitosos; y, en nuestra realidad actual, por la corrupción que ha socavado los cimientos de la Nación. De tal manera que la gente no justifica en absoluto que deba seguir entregando su libertad a cambio de fracasos estrepitosos.
Por
otra parte, los factores políticos que han logrado sobrevivir en este tipo de
régimen aspiran a recobrar los espacios perdidos y comienza a renacer el anhelo
de rescatar la democracia. Es así como se crea una situación de profundo
malestar; el régimen autoritario, incapaz de admitir sus fracasos, replica con
detenciones y persecuciones arbitrarias e inconstitucionales, de tal manera que
se establece un clima de incertidumbre que atenta seriamente en contra de su
permanencia en el poder. En ese momento, ese régimen pretende recuperar
terreno y trata de corregir el rumbo, pero sin lograrlo. Además, intenta
mostrar un rostro democrático que termina siendo una mueca.
Precisamente
esa incertidumbre también afecta a los distintos factores políticos y ello
ocasiona muchas dudas sobre el desenlace exitoso del proceso.
En el
caso venezolano, se suma la opción electoral que se encamina a una elección
primaria con miras a conseguir un candidato que lidere y represente a los
distintos actores políticos en la siguiente contienda electoral, cuyo objetivo
es, precisamente, lograr el cambio de sistema político y económico. Obviamente
estas son unas rutas, tanto la que conduce a la elección primaria, como a la
presidencial, llenas de obstáculos, peligros y luchas fuertes y encarnizadas.
Es importante subrayar que una de las condiciones indispensables para lograr el
triunfo es que la opción que se ofrezca por parte de los sectores opuestos al
régimen autoritario debe ser creíble, aceptada. El ciudadano debe creer en esa
alternativa.
Es así
como a cada elector le corresponde analizar seriamente, sin ciegos
apasionamientos, las distintas opciones que se le han presentado para escoger a
ese candidato. No se puede perder de vista que las respuestas que se ofrezcan
para lograr el cambio esperado dependen de manera categórica de las percepciones
que la ciudadanía tenga de tales alternativas. En el caso de suponer que los
grupos opositores son excesivamente “fundamentalistas”, como para depositar la
confianza en ellos, es obvio que las probabilidades de que se conviertan en una
opción aceptable son muy borrosas.
Enfrentar
los recorridos señalados obliga a pensar en alguien con características muy
bien definidas no solo en su carácter, sino en su trayectoria política.
Se necesita un líder con reciedumbre para enfrentar los peligros que van a acechar
ese período; claridad de objetivos para que no se tuerza la vía que conduzca a
la consolidación de la democracia; visión estratégica para evitar los posibles
«madrugonazos»; capacidad negociadora para transitar de la dictadura a la
democracia; larga experiencia política que le permita prever los altibajos que
indudablemente han de presentarse; probidad para que sea el faro que ilumine el
camino a la destrucción de la corrupción reinante; y un alto sentido del deber
que le oriente en una difícil coyuntura en la que todos los ciudadanos
tendremos la fe y la esperanza puestas en su persona.
Amigo
lector, reflexione y súmese a esta lucha por Venezuela.
Corina
Yoris-Villasana
@yorisvillasana
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