Nuestra perplejidad sobre la inteligencia artificial, el fenómeno en boga, sigue tan campante tras leer las opiniones de siete especialistas – en contra y a favor–recogidas por el GUARDIAN londinense.
No sería nada novedoso que ellanos borrase de la faz del planeta, opina Max Tegmark, cosmólogo sueco-americano del MIT, porque ocurrió muchas veces en la historia que especies más inteligentes prevalecieran sobre las más débiles y abundan las marcas talladas en la culata de nuestro revólver, cargándonos las selvas húmedas en busca de recursos o a los mansos rinocerontes, aunque la ciencia demostrase la falsedad del poder afrodisíaco de su cornamenta.
Pensando en positivo, en cambio, podríamos desarrollar, controlar y beneficiarnos de la super-inteligencia gracias al campo de la verificación formal, que permite asegurar de manera rigurosamente matemática que un programa haga lo que está llamado a hacer, en lo que sería el momento de mayor empoderamiento en la historia humana, posible con GPT-4 y otros sistemas de IA.
El cielo es el límite porque podremos curar todas las enfermedades, estabilizar el clima,
eliminar la pobreza y florecer no sólo hasta el siguiente proceso electoral sino durante millardos de años, porque hemos estado en este planeta por más de cien mil años, flotando la mayoría del tiempo como una hoja a merced del viento, hasta ahora cuando la ciencia, la tecnología y la inteligencia humana nos han convertido en capitanes de nuestro propia nave, si logramos crear y controlar la super-inteligencia.
No estamos ante una invasión alienígena de máquinas inteligentes, que son el resultado de nuestros esfuerzos, y parte de la empresa humana en que nos mezclamos con máquinas que, finalmente, ampliarán lo que somos aunque, por supuesto, tenemos que estar alertas porque gente torva podría adquirir control de la IA, aunque hay cosas como las armas atómicas, que nada tienen que ver con ella y podrían destruir a la humanidad entera.
Más inteligencia conducirá a mejorarlo todo y habría la posibilidad de que todos disfruten de una vida mejor.
Brittany Smith, del Centro Leverhulme para el Futuro de la Inteligencia de la Universidad de Cambridge, insta a trabajar urgentemente para comprender, prevenir y remediar los daños ya causados por una poderosa tecnología algorítmica que interfiere en las relaciones inter-personales y de los individuos con sus instituciones; el seguro social, por ejemplo, obligado a introducir una vigilancia contra fraudes cuyas principales víctimas son los sectores más vulnerables que sufren en su dignidad y sus derechos.
La respuesta serían sistemas más poderosos, desarrollados de manera segura, ética y transparente en busca del máximo beneficio colectivo.
La IA es útil para combatir el cambio climático, según el profesor David Rolnick, de la Escuela de Ciencias de la Computación de la Universidad McGill de Montreal, Canadá,acelerando la interpretación de imágenes satelitales de deforestación o de daños en el litoral, como es ya el caso de agencias de la ONU y compañías aseguradoras; optimizando lostermostatos para mayor eficiencia energética en industrias como la siderúrgica o cementera; en el pronóstico meteorológico y en simulaciones científicas del clima, cuya importancia económica no amerita discusión.
Por otro lado, la tendencia seríahacia modelos que asumirán cada vez más funciones en nuestro nombre hasta culminar en la sustitución de los humanos, menos competitivos, porque son más baratos, más rápidos y, a fin de cuentas, más inteligentes y si deciden cooperar entre sí podrían sacarnos absolutamente del juego al controlar la policía, el ejército y las grandes empresas mientras inventan tecnologías y desarrollan políticas.
Finalmente, Yoshua Bengio, profesor de ciencias de la computación de la Universidad de Montreal, aplaude una rápida transformación en la industria farmacéutica y la investigación universitaria donde la IA ayuda a descubrir nuevas moléculas y nuevas drogas con menos efectos colaterales, para enfrentar achaques cuya terapia ignoramos, incluido el cáncer, porque la biotecnología ha progresado al punto de leer en tiempo breve el copioso volumen de información que hasta ahora demandabalargos años de labor, para producir drogas contra enfermedades infecciosas en países en desarrollo que los laboratorios soslayan por sus escasa rentabilidad.
No obstante, imagina también un escenario dentro de diez años donde un individuo o una organización utilizaría deliberadamente la IA para sembrar el caos, por ejemplo sintetizando material biológico o químico, o que la propia IA escapase al control y, por un instinto de conservación, desarrollara sus propios objetivos tras malinterpretar nuestras mejores intenciones.
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