Américo Martín 01 de agosto de 2019
Definiciones de lo que sea la política hay muchas,
pero cuando me solicitan una propia, opto por explanar la que considero más
instrumental, más efectiva y viable. Eso no significa que desdeñe las muchas
otras que van a lo descriptivo abarcando correctamente el arte y la ciencia (o
técnica, para decirlo con Maquiavelo) y se remontan a la Antigüedad clásica,
con Platón y Aristóteles a la cabeza. Por una razón no especialmente clara el
tema de si es ciencia y/o arte ha logrado dominar las definiciones de la
Política.
- “Ciencia del
gobierno de los Estados”, conceptuó Emil Littré en 1870; “Arte y Práctica
del gobierno de las sociedades humanas”, amplió y opuso Paul Roberts en
1962. Coinciden en el sujeto, que es normalmente el Estado, pero se
distancian en lo referente al lugar de la ciencia y el arte en la
Política.
Personalmente, me he permitido elaborar una definición
propia para el servicio de una mejor comprensión de las complejidades del hacer
político. Se dirige a todos, sin distingo de edad ni de niveles de experiencia
o de sabiduría. Dice así:
- Política es una
ciencia-arte dirigida a 1) atraer a todo el que pueda ser atraído para el
logro de un gran propósito estratégico y un programa de amplio interés
general 2) neutralizar sin agredir a quien no puedas atraer y 3) construir
la máxima unidad posible para encarar solo a los adversarios que no hayas
podido atraer ni neutralizar.
Pienso que a partir de semejante definición se
entenderá el valor sustantivo de la persuasión, del debate constructivo y de la
mano tendida, nítidamente ajenos a descalificar, insultar o calumniar a quienes
no piensen como tú. La política se desenvuelve en el campo de la Justicia, no
de la Venganza.
Resalta, además, la enorme significación de ganar la
opinión de los terceros, decisivos en cualquier confrontación, áspera o dulce.
Por eso la política no es un oficio para desahogarse o dañar reputaciones o grabar
el gesto en bronce, sino para el logro del notable objetivo humano que lo
inspira. Complacerse con rotundas altisonancias para impresionar a los demás es
un infructuoso despropósito.
La motivación al logro supone extremar el uso de la
cabeza, la razón, la serena capacidad de enseñar y convencer. La motivación al
gesto se contrae al estallido pasional; sus avances terminan siendo efímeros
porque no acercan sino alejan el objetivo. El liderazgo debe saber combinar las
más variadas formas de lucha, cambiarlas según se presenten nuevas situaciones,
siempre sin menoscabo del gran objetivo estratégico para hacer posible el
programa. La regla de oro es tocar el piano con los diez dedos para que, de los
sonidos plurales en manos del director orquestal, emane una sola melodía.
Sospechar de los variados escenarios, suponiendo que se traicionan unos a
otros, es no entender el ABC de la dirección.
Incluso en la guerra, convencer y ganar a los terceros
puede ser lo que falta para vencer. Por eso se va a ella enarbolando el emblema
de la paz, de manera que las victorias provengan más de la artística capacidad
publicitaria que de la magnitud de los combates.
A Barbados, sin excesivas ilusiones. Pero la crisis
del país se profundiza con los días, crece el protagonismo solidario de la
comunidad nacional, la internacional y la confianza en Guaidó-AN. ¡Aprovéchense
las reuniones con inteligencia, habilidad, cabeza fría y motivación al logro!
Perdiendo, se gana la batalla de la opinión. Ganando, se gana doblemente: el
país conquistará la libertad, la prosperidad y la iridiscente democracia, sin
que fluya preciosa sangre venezolana.
Américo Martín
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