José Luís Farías 04 de noviembre de 2019
@fariasjoseluis
La
otra cara:
Los venezolanos,
agobiados por la hiperinflación, la devaluación del bolívar y la escasez de
alimentos y medicinas, celebraron esperanzados las palabras de Juan Guaidó el
23 de enero de 2019.
El país venía de un total
desespero a resultas de la descomunal crisis económica. La credibilidad en el
liderazgo opositor había decaído enormemente. La dirigencia política agrupada
en la MUD estaba desprestigiada, no pocos dirigentes políticos opositores eran
sometidos al despreció público. El viento de la oferta de Guaidó soplaría
fuerte para alterar ese cuadro de pesimismo.
Desde el 5 de enero las
expectativas habían cambiado, estaban en ascenso y se desbordaron ese 23 de
enero. Caracas, las capitales de estado y el resto de las ciudades del país,
así como cientos de ciudades del mundo, registraron la más grande concentración
humana de la historia de Venezuela.
Ese memorable día Juan
Guaidó, en su condición de recién designado presidente de la Asamblea Nacional,
tuvo la audacia y el coraje de asumir la presidencia de la república de
Venezuela de acuerdo a los artículos 233, 333 y 350 de la CRBV ante la sorpresa
de todo el país y el mundo.
De inmediato, la
población entera de Venezuela se puso a pensar en el anhelado cambio político
como un hecho inexorable a consumarse este mismo año, no había lugar para el
desesperanza ante el optimismo insuflado por aquel joven y casi desconocido
dirigente político que había emergido para encarnar el deseo popular.
La propuesta política a
modo de mantra se resumió en una ruta para alcanzar el objetivo: cese a la
usurpación, gobierno de transición, elecciones libres para hacer crecer casi
hasta el delirio las expectativas de inminente cambio.
Pero el régimen también
percibió el peligro, supo que su fin estaba cerca, que era irreversible y se
puso en marcha contra esa enorme euforia, nacida de un hecho legítimo de sueño
de libertad y democracia.
La tiranía ha actuado con
los más perversos procedimientos para tratar de revertirla: miente con absoluto
cinismo, estimula la diáspora, nos cerca mediáticamente, intenta destruir la
AN, persigue, tortura y asesina dirigentes sociales y políticos, compra
voluntades, se asocia con la narcoguerrilla para sembrar terror, contrabandea
oro y diamantes para evitar las sanciones.
En fin, se sabe perdido y
hace cuanto esté a su alcance por evitar su derrumbe final. Es Maduro y su
régimen quienes se están viniendo abajo, son ellos quienes viven sus últimos
momentos. El desespero ha tocado a sus puertas. Sin embargo, desde el poder
intentan aparentar lo contrario.
Ha sembrado decaimiento
en el ánimo de los venezolanos con métodos goebbelianos, haciéndonos ver que no
hay nada que hacer, que el Pranato es una realidad arraigada, indetenible,
ineluctable, instaurada por los hechos. Nos ha impuesto el desapego y la desidia
para evitar el deseo de lucha, para arrinconar el deseo de cambio.
Sin embargo, pese a todo
a esa basura propagandística, a esa campaña interminable de manipulaciones, no
hay duda del descrédito general del régimen de Maduro, ni del grado en el que
la crisis económica ha debilitado sus recursos para sostener una base social de
apoyo, así como la profundidad de sus contradicciones internas.
Nadie desconoce el
inmenso apoyo representado por la comunidad internacional a Juan Guaidó, ni la
poderosa legalidad y legitimidad de la Asamblea Nacional presidida por él y en
manos del movimiento democrático.
Hablando en el viejo
lenguaje político se podría decir que están dadas las “condiciones objetivas”
para producir el anhelado cambio político. Pero las tiranías no se caen, hay
que tumbarlas. Y para lograrlo hay que comprender la realidad y actuar sobre
ella.
A Maduro lo acompañan la
ruindad de quienes desde este lado de la acera están al acecho. La ferocidad
con que ha sido atacada la convocatoria de Guaidó para este 16 de enero es
prueba de ello.
Los aliados de Maduro no
esconden su deseo del fracaso de la convocatoria hecha por Guaidó a marchar
este 16 de noviembre para hacerlo llegar boqueando al 5 de enero de 2020 y
forzar su reemplazo.
La embestida de algunos
se disfraza de crítica seria, de cierto intelectualismo cuya desesperación por
la falta de argumentos convincentes la aterriza en burla mediocre. Son los
clásicos apaciguadores.
Se exhiben equilibrados y
razonables, dignos de reconocimiento, disfrutan de los grandes medios y
comparten la mesa con el régimen en nombre de la paz y la democracia.
A veces se presentan
preocupados, hijos de las buenas intenciones, fruto de una sana reflexión, es
la treta de ponerse a andar con sigilo para entrar a hurtadillas y persuadir de
sus nobles razones.
En otros, el propósito de
la arremetida es igual de destructivo, sus argumentos no cuidan la forma, son
expuestos con brutalidad y sorna desde la arrancada.
Claro está, no olvidan
hablar en nombre de supuestos principios a defender, se visten de éticos aunque
en su visible ira se descubran perversos objetivos.
Aparecen como la pureza
en grado sumo, valientes encendidos más que nadie, capaces de cualquier
redención aunque al asomo del peligro represivo ponen en los pies en polvorosa
vía ruta del coraje.
Ninguno de los dos grupos
entienden, o peor: no les importa, que si Guaidó naufraga, con él nos hundimos
todos, porque para el Pranato las únicas diferencias entre nosotros son las
convenientes a sus perversiones tácticas.
Querido lector, usted
podrá pensar que todo lo anterior es “pura paja” y está en su derecho a ser
víctima de las mentiras de Maduro y del oportunismo de nuestros compañeros de
viaje.
Como yo estoy en mi deber
de llamarlo a la reflexión para que no se hunda en ese pantano e invitarlo a no
bajar la guardia, a persistir con toda la tenacidad del caso para salvar a
Venezuela.
Si usted acepta que entre
en su mente el veneno de la manipulación del régimen y lo convenza de su
perpetuidad, del no hay nada qué hacer, de la irremediable situación, lo
respeto. Ni lo comprendo, ni lo acompaño.
De igual modo, si usted
es de los que piensa que es verdad todo cuánto le dicen los opositores
adversarios a Guaidó, solo le pido que se pregunte ¿por qué si ellos están
convencidos de sus planteamientos, como los únicos capaces de sacar a Maduro,
no dejan de joder y los ponen en práctica para terminar de sacarlo?
José Luís Farías
@fariasjoseluis
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