Ismael Pérez Vigil 15 de octubre de 2022
@Ismael_Perez
Resultó
imposible sustraerme a la mefistofélica trampa de opinar sobre el tema del
indulto a los “infaustos sobrinos”, convictos, confesos y condenados por
narcotráfico en los Estados Unidos, y su posterior canje por un grupo de
estadounidenses, encarcelados en Venezuela, acusados de corrupción, sin que
hubiera todavía concluido el respectivo juicio, si es que se inició en algún
momento, cosa de la que no estoy muy seguro, pero que ya no importa.
¿Tiene
este hecho reprochables implicaciones morales? ¿Sienta un precedente negativo?
¿Debilita a la oposición y fortalece al régimen venezolano? estos y otros son
los interrogantes que al menos yo me considero incapaz de responder y es que no
es fácil referirse a un tema tan espinoso y además salir incólume, airoso, y
sin unos cuantos insultos; pero, bajadas las aguas del acontecimiento −y
también las de las tormentas que azotaron al país, que esas sí trajeron
verdaderas pérdidas y desgracias− de todo lo que he leído, en artículos y
grupos de WhatsApp, sobre el tema, extraigo las siguientes conclusiones:
Los hechos.
- Estados Unidos ha canjeado prisioneros o
rehenes, convictos o acusado de delitos comunes, de narcotráfico, etc. en
diversas oportunidades y con muy diversos gobiernos, todos ellos
dictaduras y tiranías de diverso pelaje; de modo que, no es la primera vez
que lo hace y seguramente no va a ser la última. Sobre eso hay abundante
literatura y sobran los ejemplos que no vale la pena repetir.
- Aunque sea correcta, me parece una
discusión estéril hacer distinción sobre si se trataba de rehenes, si se
trataba de prisioneros, si los liberados eran narcotraficantes, hampones
comunes, asesinos o lo que fuera; o si se trata de un hecho inmoral,
porque la moral de los gobernantes norteamericanos queda, en su criterio,
a salvo, por el hecho de que para ellos es más importante rescatar a sus
conciudadanos en donde quiera que se encuentren que, por lo visto,
cualquier otra consideración.
- En este caso, además, se trataba de dos
reos que ya habían sido juzgados y condenados y habían cumplido parte de
su condena; por lo tanto, para el criterio del presidente de los Estados
Unidos, la justicia norteamericana estaba servida y si un indulto a estos
señores y su liberación servía para rescatar a unos prisioneros
norteamericanos, encarcelados en otro país, era razón suficiente para
proceder.
La
moral y la ley.
- De manera que, la decisión del presidente
de los Estados Unidos se ajusta a lo que ellos consideran su práctica y su
ley, pues hay en efecto una ley que regula esta actividad – la “Robert
Levinson Hostage Recovery and Hostage -Taking Accountability Act” −. Estoy
seguro que el presidente norteamericano cubrió los extremos de esa ley, de
lo contrario sus rivales y enemigos políticos −que no son pocos ni
tranquilos− ya habrían demandado la nulidad de ese acto, cosa que no ha
ocurrido, se han limitado a hacer señalamientos y consideraciones morales
y políticas, que al parecer poco importan a la mayoría del pueblo
norteamericano.
- Por cierto, ya que estamos en los extremos
legales, valga aclarar que los individuos que fueron indultados y
liberados por el presidente norteamericano, los famosos sobrinos, no es
que fueron indultados sin más, sino que firmaron un documento según el
cual deben cumplir ciertas condiciones, que si no las cumplen se restituye
la pena y tienen que cumplir el castigo al que fueron originalmente
condenados.
Rechazo
a la decisión
- Otra cosa es que la decisión haya sido del
agrado de muchos o pocos, en diversas latitudes. Por ejemplo, a un sector
de los norteamericanos no les ha gustado la decisión, sobre todo a los
rivales políticos del presidente −particularmente en la Florida, y
seguramente entre la población de origen cubano y venezolano−, porque
piensan que es un acto político −sin duda lo fue− con miras a la campaña
electoral que concluye el 8 de noviembre y es una acción a la que el
presidente intentará sacarle partido electoral, al igual que sus enemigos
tratarán de que pague el precio electoral correspondiente por haberlo
hecho.
- Por supuesto, en nuestra parte, a la
mayoría de los venezolanos −es decir a toda la oposición− no nos gustó ese
indulto y ese canje. Pero lo ocurrido, es importante destacarlo, tal como
dije, ya ha ocurrido en oportunidades anteriores, pero es la primera vez
que nos afecta directamente. Valga decir que cuando se han canjeado
prisioneros acusados de narcotráfico, incluso hampones comunes y hasta
terroristas, por parte del gobierno norteamericano y otros gobiernos
democráticos con diversas dictaduras y tiranías, en Venezuela nunca
dijimos nada; no era nuestro asunto. sobre todo, porque no nos afectaba
directamente.
- Como ya dije, la moral norteamericana está
salvada, porque se trató de un acto que les permitió liberar a unos
conciudadanos presos en otro país y se ajustó a sus leyes. Por lo tanto,
no voy a evaluar el tema desde el punto de vista de la ética o los
principios morales que pudieran estar en juego, y espero no sonar muy
cínico cuando digo que hay que considerarlo, solamente, desde eso que
algunos llaman la “realpolitik” o como un evento estrictamente político.
El
desagrado en Venezuela.
- Y cuando digo lo anterior me refiero a lo
siguiente ¿Por qué no nos gustó a los venezolanos lo ocurrido? ¿Fue por
los aspectos morales, éticos, implicados en la decisión? Seamos sinceros,
por supuesto que no. Porque si fuera así, como ya dije, nos hubiéramos
referido y criticado duramente procesos similares, ocurridos en EEUU o en
otros países, que como no nos afectaron no dijimos nada; con lo cual los
principios morales esgrimidos con este caso, quedan bastante
relativizados, por decirlo suavemente. Obviamente no creo que haya sido la
moral la razón por la que no nos gustó lo ocurrido; por supuesto hablando
en términos generales −sé muy bien que toda generalización es injusta y
hasta grosera−, así que dejo a salvo algunas excepciones, que las hay, que
se refieren a la ética y los argumentos morales, que entraron en juego.
- Otra de las razones por la cual no nos
gustó lo ocurrido es porque no se trataba de cualquier reo; se trataba de
los sobrinos de la esposa del presidente Maduro. Muchas −de nuevo, no
todas−, las consideraciones que se hicieron en este caso, y mucho del
escándalo que se armó −y que, por cierto, ya parece haberse enfriado− fue bastante
mayor que el que se armó, por ejemplo, cuando se puso en libertad al
llamado “tuerto Andrade”. O cuando se retrasa ad infinitum y no se termina
de concretar la extradición del señor Carvajal, detenido en España. O
cuando se liberó de sanciones de la OFAC a otro “sobrino”, de la esposa
del presidente Maduro, pero que fue un caso menos sonado que el de estos
sobrinos, detenidos y acusados de narcotráfico. Y los ejemplos mencionados
son solo por referirme a los casos más notorios, ocurridos últimamente y
no a los casos de otros venezolanos que cometieron delitos. Algunos se
fueron a los Estados Unidos, donde fueron juzgados y están ya libres;
otros están viviendo allá o en Europa, tras cumplir condenas o tras haber
sido indultados, por proporcionar “información”. La mayoría están libres y
disfrutando de sus fortunas, supuestamente mal habidas, sin que nos
hayamos rasgado las vestiduras como ha ocurrido en esta oportunidad.
- Otra razón por la cual no nos gustó −es mi
caso− seguramente tiene que ver con habernos dado cuenta de la pérdida de
importancia relativa que la situación venezolana tiene ante la llamada
“comunidad internacional”. Brutalmente nos dimos cuenta como nuestros
problemas, de absoluta y obvia prioridad para nosotros, como sería de
esperar, no son de la misma importancia y prioridad para los gobiernos de
otros países. Esos países piensan antes en resguardar sus propios
intereses y en obtener sus propios beneficios, independientemente de cuál
sea nuestra suerte en ese proceso.
Otro
ejemplo.
- Abundando en el tema del punto anterior,
otro buen ejemplo es nuestra reacción de rechazo cuando el presidente
Petro de Colombia decidió normalizar relaciones y abrir las fronteras, en
función de sus intereses −y posiblemente por otras consideraciones políticas−.
De igual manera, hay que considerar la invitación que hizo al presidente
venezolano de servir de intermediario en el diálogo con el ELN; son
decisiones que no hacen muy feliz a la oposición venezolana, aun cuando
seguramente, la primera de ellas −el normalizar las relaciones con
Colombia−, podría favorecer a muchos Venezolanos que están en ese país
como inmigrantes o refugiados, que no tienen documentación y que por eso
no han podido regularizar su situación o continuar su tránsito, desde
Colombia hacía otro destino.
En
síntesis, de lo ocurrido y las reacciones, caben las siguientes interrogantes:
–
¿Afectará esto la popularidad del presidente de los EEUU, hasta el punto de
incidir negativamente en sus resultados electorales del 8 de noviembre?, este
punto solo lo podremos evaluar cabalmente tras los resultados de las elecciones
de ese día; pero personalmente, lo dudo. Pensando racionalmente más bien creo
que lo beneficia, pues una buena parte de la población norteamericana considera
que el primer deber del presidente de su país es proteger a sus ciudadanos.
Entre la población de origen cubano y venezolano, que seguramente está molesta
por lo ocurrido, posiblemente los radicalizará más, pero ese es un voto que ya
está decidido, dada la extrema polarización que vive el pueblo norteamericano.
- ¿Lo ocurrido debilita a la oposición
democrática venezolana, al fortalecer la posición del gobierno de Nicolás
Maduro, que logra la libertad de esos detenidos?, seguramente sí, pues la
frustración y el impacto de esa decisión que hemos visto, expresada en la
opinión de calificados analistas, y en general en la oposición democrática
venezolana, es notoria e inocultable.
- ¿Afectará el futuro, si es que hay tal, de
las negociaciones entre el régimen y la oposición democrática, que
supuestamente se reanudarían en algún momento en México?, a pesar de que
el gobierno norteamericano lo niega y sigue presionando por su
realización, posiblemente sí se vean afectadas, toda vez que parece haber
una línea sólida de negociación directa entre el gobierno venezolano y el
norteamericano −que siempre fue un objetivo del régimen venezolano− y por
el hecho que el diálogo en México tiene ya un año paralizado.
Conclusión
¿Qué
fuerza tiene la oposición democrática para presionar ese diálogo, ahora que su
aliado más notorio parece haber decidido negociar directamente? Esa pregunta
nos martilla y flota en el ambiente.
Para
responderla, digerida la normal molestia que un acontecimiento como el ocurrido
nos pudo causar, se hace necesario asimilar la lección, de la cual ya hemos
hablado en oportunidades anteriores: Si nosotros, opositores democráticos, no
nos unimos para hacer frente a nuestros propios problemas, mejor y más
eficazmente de lo que lo hemos hecho hasta los momentos, nadie nos va a venir a
“rescatar” de nuestro calvario particular; pues, parafraseando al poeta
Campoamor, en este “mundo traidor…todo es según el color del cristal con que se
mira” y cada quien se ocupa, en primera y última instancia, de sus propios
problemas.
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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