La primera reunión de CELAC en Venezuela (Diciembre de 2011) ha despertado más interés en el mundo de la farándula que en de la política, lo que es explicable. CELAC carece por el momento de atributos resolutivos y aparte de que es un organismo “latino” y caribeño que excluye a los EE UU y a Canadá, casi nadie sabe muy bien de que se trata, para qué se hizo, o en qué consiste.
Hay muchos que piensan –y no tan mal- que la intención es sólo la de fundar una OEA sin EE UU. En ese caso estaríamos frente a una organización internacional cuya relevancia reside no en lo que incluye sino en lo que excluye. Razón de más para que no falten quienes supongan que CELAC tiene como objetivo impulsar la liberación de los pueblos de la región en contra del “imperialismo norteamericano”. Ese será al menos el tenor que intentarán dar al evento el presidente venezolano y los suyos .
No obstante, hay que considerar que la creación de un organismo como CELAC no carece de cierta lógica.
Hay diversos temas inter-americanos que, efectivamente, no requieren de la presencia de los EE UU. El tema de las migraciones intercontinentales por ejemplo: no todos los emigrantes viajan a EE UU o Europa. Entre las naciones latinoamericanas también hay oleadas migratorias. O el tema del narcotráfico cuyas redes traspasan límites nacionales. Por supuesto, hay que mencionar, además, los daños ecológicos que resultan de los grandes proyectos industriales. Daños que tampoco respetan límites. Y no por último hay que referirse al tema de los pueblos indígenas del continente.Y suma y sigue.
Pero, además, hay otro tema que por razones diplomáticas ningún presidente nombrará en las sesiones de la CELAC. Me refiero al de la hegemonía política subcontinental. ¿Logrará el grupo del ALBA imponer conducción ideológica a países como Argentina y Brasil? ¿Lograrán los del ALBA atraer a Perú hacia el campo del “antimperialismo”? A la inversa. ¿Lograrán gobiernos como el colombiano, el chileno, el costarricense, frenar la expansión del chavismo continental? ¿O logrará Brasil traspasar la hegemonía económica que ya casi nadie le discute, al espacio de la hegemonía política? ¿O surgirá un eje hegemónico formado por Argentina, Brasil o algún otro, uno semejante al que conforman en Europa (más allá del Euro) Alemania, Inglaterra y Francia?
Como es posible inferir, frente a temas como lo nombrados no es mucho lo que EE UU tiene que decir, razón que explica por qué el gobierno estadounidense en lugar de sentirse ofendido parece mostrarse más bien aliviado por el aparecimiento de CELAC. La consigna estadounidense podría ser: “que ellos resuelvan sus problemas, y después nos entenderemos con cada uno”. No olvidemos en ese sentido que la delegación de poderes es uno de los signos que marca el estilo del gobierno Obama.
La verdad es que pese a la retórica inflamada de los próceres del ALBA, los EE UU no tienen nada que temer de CELAC. Y mucho menos del ALBA. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que desde un punto de vista económico, los gobiernos más “pitiyanquis” de América Latina son los del ALBA. Imagino que más de algún lector creerá que estoy delirando, pero la porfiada realidad me da, guste o no, la razón.
No voy a hablar del caso de Ecuador, cuyo gobierno ni siquiera puede oponer una moneda nacional al dólar. Hablemos sí de la Nicaragua de Ortega quien acata, sin necesidad de ser sometido a presión alguna, su pertenencia al TLC (Tratado de libre comercio con los EE UU) O hablemos de Venezuela, cuyo gobierno ha incrementado notablemente la venta de petróleo a quien sigue siendo su principal comprador, los EE UU.
¿Que dirá un representante del ALBA frente a tan objetiva realidad? Nos dirá seguramente que la liberación con respecto al imperialismo es un proceso largo, pero poco a poco los países latinoamericanos van saliendo del yugo. ¿Saliendo? Veamos: Nicaragua, desde que firmó los acuerdos del TLC no sólo no ha disminuido sino duplicado sus exportaciones a los EE UU. Según datos proporcionados por el Ministerio de Fomento, Industria y Comercio (MIFIC) de Nicaragua “Estados Unidos es el principal socio comercial de Nicaragua, con relaciones comerciales desarrolladas de forma natural e histórica (...) el 34 % de las exportaciones se dirigen a ese mercado y el 29% de las importaciones totales proceden de los EE UU”.
El caso de Venezuela es aún más escandaloso. De acuerdo a un informe de la Cámara Venezolana de Comercio e Industria, el comercio entre Venezuela y los EE UU creció en 2011 un 42,41 % (¡!), acumulando un saldo positivo de US $24.649,70 millones para los tres primeros trimestres de 2011, siendo el incremento de 34,75% (US$ 856 millones) en comparación con los tres primeros meses del año 2010. ¿Qué nos dicen esas cifras?
En primer lugar nos dicen que no hay ningún proceso de emancipación económica del bloque pro chavista con respecto a los EE UU. En segundo lugar, que el aumento de la retórica anti-norteamericana de los gobernantes del ALBA es directamente proporcional al aumento de la dependencia económica con respecto a los EE UU. En tercer lugar, que las relaciones de los gobiernos “antimperialistas” con EE UU son mucho más intensas que las de gobiernos supuestamente “pro-norteamericanos” como los de Perú y Chile, los que están enfilando, y cada vez con mayor rapidez, hacia los mercados asiáticos. En cuarto lugar nos dicen por qué EE UU no se siente amedrentado por el CELAC. Y en quinto lugar nos dicen que los problemas de Chávez y consorte con respecto a los EE UU no son de naturaleza económica sino política.
¿De naturaleza política? ¿Cuáles son las diferencias políticas que tienen Venezuela, Nicaragua, Ecuador o Bolivia con los EE UU? Desde que terminó la Guerra Fría los EE UU no han invadido ningún país ni financiado ninguna dictadura militar. ¿De dónde les viene entonces a los del ALBA ese anti-norteamericanismo político que profesan?
Suele ocurrir, sucede en este caso, que la respuesta ya se encuentra contenida en la pregunta ¿Cuáles son las diferencias políticas de esos gobiernos con los EE UU? La respuesta es: las diferencias son las diferencias.
Digámoslo de un modo más explícito: tanto el sistema político, como la cultura política, la tradición constitucional, la descentralización administrativa, la irrestricta adhesión a la libertad de prensa, y sobre todo, la independencia de los poderes públicos que imperan en los EE UU, son situaciones y hechos radicalmente diferentes a lo que intentan imponer los gobernantes del ALBA en sus respectivos países. Las diferencias, luego, son las diferencias.
Quizás está de más repetir que el ya largo proceso de democratización que ha tenido lugar en América Latina después de la Guerra Fría circula a lo largo de dos vertientes. Una es, en el sentido más amplio del término, democrática. La otra es autocrática, militarista, radicalmente personalista, fusiona el partido de gobierno con el Estado, es reeleccionista, es enemiga de la libertad de prensa, y busca la subordinación de los poderes públicos al ejecutivo.
En la escena política internacional –parece que ya no hay dudas- suelen darse relaciones de empatía y antipatía. Nadie puede negar, por ejemplo, que los gobiernos que conforman el ALBA no sólo proclaman su antipatía hacia los EE UU sino, además, se sienten empáticamente atraídos por las más tenebrosas dictaduras del planeta. Solidarizaron con el asesino de Libia; hoy solidarizan con el asesino de Siria. Buscan un peligroso acercamiento con el Irán atómico de los Ayatolah, y lo que más les atrae de China no son sus avances económicos sino la fusión entre el Partido y el Estado. Formal y jurídicamente, algunos gobiernos del ALBA son democráticos; tendencial y potencialmente visto, son autocráticos. El antimperialismo político que los une es, para decirlo en pocas palabras, radicalmente reaccionario.
Ha habido, efectivamente, tres tipos de antimperialismo en América Latina.
El primero es ideológico y fue el propagado por la URSS y sus simpatizantes en América Latina durante la Guerra Fría
El segundo es democrático, y ese fue el que levantaron diversos grupos opuestos al intento de los EE UU por convertir a la Guerra Fría en una “guerra caliente” en América Latina apoyando, por ejemplo, a las llamadas “dictaduras de seguridad nacional”
El tercero, menos que antimperialismo es un simple antiamericanismo y por lo mismo, básicamente reaccionario. Su propósito es volver hacia atrás las conquistas heredadas de la revolución de independencia norteamericana y de la revolución francesa. Ese, y no otro, es el antinorteamericanismo que representa el presidente Hugo Chávez.
¿Habrá que recordar qué Mussolini y Hitler fueron esencialmente anti-norteamericanos? ¿O que los neo nazis que hoy medran en las calles europeas son radicalmente antinorteamericanos?
Son esos, los antimperialistas reaccionarios de nuestro tiempo, los mismos que intentarán convertir a CELAC en un simple foro de propaganda anti-norteamericano. De ahí que lo más probable es que la primera reunión del CELAC no pasará de ser una parafernalia sin ninguna trascendencia política.
Quizás el CELAC comenzará recién a constituirse políticamente en su segunda cita, en 2012, cuando las líneas de enfrentamiento estén más claras y definidas que hoy. Puede que ahí el CELAC sea lo que debe ser: un foro polémico de discusión política entre gobiernos que representan diversos objetivos y distintas convicciones.
El CELAC de Venezuela, aún sin los EE UU, no será más que la OEA de siempre: burocrática, dispendiosa, inútil. Cristina Fernandez continuará promocionando a Christian Dior. José Mujica abrazará hasta a los postes de electricidad. Sebastián Piñera pronunciará un discurso en donde confundirá a Venezuela con Venecia (o algo parecido) Evo Morales se disfrazará de nuevo de piel roja. Ollanta Humala deseará ser el “hombre invisible” para que lo dejen en paz. Puede que Rafael Correa en un gesto dramático desabroche su camisa y muestre su pecho ante las cámaras. Juan Manuel Santos continuará canjeando productos agropecuarios por guerrilleros. Y Hugo Chávez contará a los impresionados gobernantes de Barbados, Bélice, Grenada, Santa Lucía, Federación de San Cristobal y Nieves, Surinám, Trinidad y Tobago y otras potencias, cómo -blandiendo la réplica de la espada del Libertador que regaló a Gadafi- logró derrotar a su propia muerte.
Tomado de: http://polisfmires.blogspot.com/
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