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viernes, 9 de diciembre de 2011

Transición al anarquismo



Luis Pedro España en ANALITICA.COM
Viernes, 9 de diciembre de 2011


Venezuela parece más en transición al anarquismo que al socialismo. Estamos en presencia de un orden social espontáneo producto de la inviabilidad del normativo

A la eterna queja de que las leyes dicen una cosa y se hace otra, hay que añadirle otra peor. Hoy las leyes hablan de un orden que no existe, y desconocen otro que brota según la circunstancia y la localidad. El Gobierno lleva años haciendo normas inaplicables. El resultado es obvio: la realidad que se quiso cambiar, no sólo permanece tozudamente allí, sino que empeora producto del caos que proviene de leyes o decisiones insensatas. ¿No me cree?

I.- Vaya a un refugio de damnificados o a una cárcel. Trate de ser atendido en un hospital, sáquese un permiso para viajar con menores, lidie con algunos de los múltiples permisos o solvencias que se requieren para operar una empresa. Pretenda que los empleados u obreros acaten los lineamientos de la gerencia, para que vea lo que es el empoderamiento alzao, de los prototipos de azotes de barrio que tiene adentro, y sin inspectoría del trabajo que califique el merecido despido.

Móntese en el Metro de Caracas (sin comentarios). Lidie con el tránsito de cualquiera de nuestras ciudades y, por favor, deje de echarle la culpa del caos a los conductores. Ese comportamiento caótico es producto de unas normas de tránsito que no tienen nada que ver con la vialidad, la autoridad, las sanciones o la señalización, incluidos los motorizados y vendedores ambulantes que nos acompañan en las colas.

Trate de viajar por Venezuela sin ser un experto de la vía (o tener a la mano un GPS) y llegar sin perderse dos o tres veces. Usted será merecedor de un premio si logra salir a tiempo en un aeropuerto de este país y no ser matraqueado o abordado por alguien con pinta de atracador que le ofrece dólares o traslado por tierra.

También podríamos dar otro premio si logra llegar a salvo en un "aeroejecutivo" o montarse en un ferry (nacionalizado o no) donde, independientemente del retraso, al menos la travesía dure lo que dicen. Mejor no hablamos de su carro particular, los repuestos, las reparaciones o el riesgo a que se lo roben o lo maten para quitárselo.

Por último, y para no dispararme lo que queda de espacio en esta letanía caótica, vaya a un mercado. Lidie con 25% de inflación y 23% de desabastecimiento. Lo reto a que consiga carne fresca y no empaquetada, a que encuentre al menos tres litros, kilos o frascos de cualquiera de los productos controlados en el mismo establecimiento, o que llegue a alguno de los operativos de venta de artículos navideños hablando mal del Gobierno, para que vea cuantos perniles, gallinas u hojas de hallaca se va a llevar antes de que más bien se lleve un buen insulto o pescozón por malagradecido.

II.- ¿Por qué todo esto? No por latinos. Por cómo vamos: el Caribe y Centroamérica comienzan a parecerse a Suecia comparado con nosotros.

Lo que ocurre es que a la tradicional "apariencia o disimulo", con el cual el Estado pretendió ordenar la vida social en Venezuela, se le ha añadido cierta lógica de imprudencia o de cortoplacismo político interesado, que le impide a los actuales gobernantes planificar más allá de la próxima elección, lo cual es extremadamente grave dado que llevamos 12 de ellas en menos de 13 años.

Al parecer todo puede o debe posponerse para cuando el Gobierno este estabilizado y cuente con el suficiente poder para cambiar a la sociedad. Pero esto nunca ocurre, ni ocurrirá. Los ideólogos que están detrás de esto aseguran disponer de los requisitos políticos necesarios justo después de cada elección, para luego darse cuenta que necesitan otra más, para tener más poder para aplicar lo inaplicable, con lo cual priorizan nuevamente el corto plazo desmantelando el orden que creen poder establecer, para volver a dase cuenta que no, y así, reiniciar el círculo vicioso en el que estamos metidos.

Mientras el Gobierno destruye la institucionalidad pretérita sin poder consolidar otra alternativa, la vida sigue. La sociedad no se va a detener a esperar a que el ministro de planificación dé una nueva vuelta a sus cavilaciones para explicarse (o explicarle al jefe) por qué el último invento no pudo con la violencia, o con los precios, o con la vivienda, o con la movilidad, o con la producción.

Las personas se las arreglan para darse seguridad por sí mismos, pagan los bienes al precio que lo encuentren, trazan reglas semi-penitenciarias en refugios e invasiones que manejan mafias que se hacen pasar por autoridades (o a la inversa), se las ingenian para viajar tres en una moto o retan a todas las leyes físicas cargando camiones más allá del límite de ejes, cauchos o frenos.

De la Procuraduría General de la República brotan leyes y reglamentos para las empresas, pero que sólo podrán cumplir media docena de ellas por sector, mientras que el resto seguirá la lógica de regímenes esclavistas e informales, donde trabajadores y consumidores son igualmente explotados y vejados, sin que existan normas que los protejan. Ellas están muy lejos por inaplicables y ellos (las víctimas de siempre) demasiado cerca de las necesidades para esperar que las teorías se vuelvan práctica.

Cuando las leyes no son razonables con la realidad, entonces la realidad desconoce a las leyes y sigue operando por su cuenta. Se monta un orden caótico desde el punto de vista de la ley, pero único posible para dar cuenta de las necesidades que las personas deben satisfacer.

Es la cara del orden espontáneo, ese del que eran partidarios los anarquistas y del que tanto se quejaban los socialistas que lidiaron con ellos. ¿Será entonces que no somos socialistas, sino anarquistas? ¡Revísense camaradas!

Tomado de: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/2761860.asp

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