por Pranab Bardhan
Por Prodavinci 11 de Diciembre, 2011
Hoy en día la desigualdad está en la mente del público en casi todas partes. De hecho, en las dos democracias más grandes del mundo, la India y los Estados Unidos, los extendidos movimientos populares contra la creciente codicia y desigualdad de la élite se convierten en temas muy relevantes, ya que se avecinan de forma inminente las elecciones nacionales.
No obstante, en ambos países, algunas desigualdades sociales han estado en descenso durante las últimas décadas. En la India, algunos grupos históricamente desfavorecidos (sobre todo entre las castas inferiores) actúan de manera asertiva en el plano político. Los vestigios más flagrantes de la discriminación de castas gradualmente desaparecen. Del mismo modo en los EE.UU., la discriminación contra las mujeres, los afroamericanos, los latinos y los homosexuales está en descenso.
El desarrollo de estos acontecimientos refleja un avance democrático en ambos países. Al mismo tiempo, sin embargo, el tejido de la democracia se hace jirones por un alza en la desigualdad económica que es abrumador.
En general, la desigualdad económica es más fácil de justificar que el racismo y otras formas injuriosas de discriminación. Un principio fundamental de la sociedad americana es que todos tienen la misma oportunidad – una creencia que parece más plausible a la luz de la disminución de los prejuicios sociales. En la India, este mito es menos poderoso, pero existe un sentimiento general, compartido incluso por algunos de los pobres, que los ricos merecen su riqueza debido a sus méritos, formación y habilidades.
Existen dos problemas con este razonamiento. En primer lugar, la educación y las habilidades no son talentos innatos. Los ricos tienen acceso a mejores escuelas, cuidados de salud, nutrición y apoyo social que los pobres; a su vez, estos factores desempeñan un papel decisivo en el posterior éxito académico y social. Los niños en edad preescolar de familias ricas reciben mejores cuidados de salud, nutrición y orientación; existe evidencia de que una gran parte de los daños mentales que ocurren debido a la desnutrición de los niños pobres puede haber ya ocurrido, de forma irreversible, a momento de que dichos niños lleguen a los tres años de edad.
Cuando los estudiantes de familias pobres empiezan a fallar en la escuela, tienen poco o ningún acceso a clases de recuperación, en tanto que los ricos reciben costosa instrucción privada que es impartida por profesores particulares durante toda su educación formal. Como resultado de esto, la India tiene el mayor nivel de deserción estudiantil a nivel mundial.
Los sociólogos en los EE.UU. también han documentado los “efectos vecindario” adversos que sufren los niños pobres en las centros urbanos deteriorados. En las aldeas de India, donde los patrones residenciales son a menudo aún más segmentados, tales efectos son severos.
El otro problema en ambos países es la creciente importancia de los “ingresos no ganados”. En la India, como ocurre también en otras economías de rápido crecimiento, los escasos recursos públicos, como ser la tierra, minerales, petróleo y gas, y el espectro de telecomunicaciones, recientemente se han disparado en cuanto a su valor de mercado, generando ingresos no ganados que son extremadamente altos para las personas que están bien conectadas políticamente.
En los EE.UU., la desregulación del sector financiero durante las últimas décadas, y el consiguiente aumento de instrumentos financieros inciertos, desestabilizó la economía real, mientras que hizo poco por mejorar la productividad. El resultado, como todos saben, fue una ganancia financiera exorbitante para unos pocos elegidos, seguida de grandes pérdidas que fueron pagadas por la mayoría.
Los ejemplos de los EE.UU. y la India sugieren que, en las sociedades democráticas, los grupos que promueven la discriminación social se tornan políticamente más débiles a medida que pasa el tiempo. La desigualdad económica, por otro parte, se perpetúa a través de los grupos de presión, políticamente poderosos y bien financiados, que son auspiciados por los ricos. La tendencia se ve reforzada a medida que las elecciones se tornan más costosas en ambos países, lo que causa que los políticos se hagan cada vez más dependientes de las contribuciones de los donantes ricos, quienes, a su vez, exigen políticas que son favorables a sus intereses.
Esto denota que los movimientos igualitarios y contra la discriminación tienen la necesidad de ampliar los temas en los que se enfocan, para incluir una reforma electoral, una mejor regulación financiera, una privatización transparente, y, sobre todo, una revisión integral del sistema educativo, para de esta forma se puedan garantizar escuelas de alta calidad para los pobres y nutrición y cuidados de salud para los niños en edad preescolar. Además, la inversión masiva en rechinante infraestructura física en ambos países crearía puestos de trabajo para algunos trabajadores y mejoraría la productividad de otros.
Las ventajas de mejorar la educación, crear más puestos de trabajo, y aumentar la productividad parecen claras. Por lo tanto, la pregunta sigue siendo por qué la India y los EE.UU., continúan actuando negligentemente en cuanto a la infraestructura y la educación que se imparte a los pobres. La respuesta radica, en parte, en el hecho de que los ricos de ambos países están dejando de utilizar muchos servicios públicos. Ellos envían a sus hijos a escuelas privadas elitistas, reciben cuidados de salud en hospitales privados costosos, y viven en comunidades cerradas, donde los servicios de seguridad y otros son provistos de manera privada.
Es más, hoy en día las grandes empresas tienen sus propias plantas de generación de energía eléctrica y caminos privados, como también hacen uso de otros servicios internos privados. A medida que los ricos se separan de la infraestructura pública, de la cual depende el resto de la sociedad, se torna cada vez más difícil poder cobrarles impuestos a fin de pagar por servicios que no desean o necesitan. Entretanto, las instituciones preexistentes que actúan como contrapeso para los trabajadores (como por ejemplo los sindicatos), se ven erosionadas por las nuevas tecnologías y la globalización.
En la India, una mayor igualdad social ha significado que cantidades reducidas de grupos sociales, hasta ahora subordinados, empiecen a ingresar a la élite política y económica. Sin embargo, una vez que estos grupos ingresan a la mencionada élite, en lugar de intentar cambiar las condiciones de los pobres, adoptan los valores de dicha élite, mientras que al mismo tiempo manipulan los símbolos de la denominada política de la identidad – una táctica que aún continúa atrayendo votos. (La Sudáfrica democrática de hoy es una muestra de cuán difícil es hacer mella al apartheid económico).
Tanto la India como los EE.UU. han respondido al malestar social sobre la creciente desigualdad económica con una especie de populismo reactivo. En la India, este toma forma en las exenciones crediticias para agricultores que enfrentan dificultades (exenciones que echan a pique a los bancos), controles de precios para servicios públicos como agua, electricidad y transporte (que echan a pique los presupuestos públicos y socavan el porvenir de la inversión a largo plazo en dichos sectores); y, más alimentos subsidiados que se tramitan dentro del corrupto e ineficiente sistema público de distribución. Entretanto, en los EE.UU., los movimientos populistas de la derecha prefieren recortes de impuestos en vez de inversiones de largo plazo para infraestructura. En el otro extremo del espectro político, los anarquistas que están contra el Estado no pueden ayudar en la construcción de instituciones que vayan a sustentar inversiones favorables a los pobres.
Las dos democracias más grandes del mundo enfrentan un desafío económico muy serio. Deben encontrar una manera de canalizar la creciente ira causada por la desigualdad económica hacia inversiones productivas que hacen que los ricos tengan la sensación de que el alivio de las condiciones de los pobres es de su interés. Si la India y los EE.UU. se encaminan hacia la superación de la desigualdad más penetrante entre todas, estos países volverán a vigorizar sus democracias – y sus economías.
***
Pranab Bardhan es profesor de Economía en la Universidad de California en Berkeley. Su libro más reciente es Awakening Giants, Feet of Clay: Assessing the Rise of China and India.
Tomado de: http://prodavinci.com/2011/12/11/vivir/mas-desigual-que-otros-por-pranab-bardhan/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Prodavinci+%28Prodavinci%29
Por Prodavinci 11 de Diciembre, 2011
Hoy en día la desigualdad está en la mente del público en casi todas partes. De hecho, en las dos democracias más grandes del mundo, la India y los Estados Unidos, los extendidos movimientos populares contra la creciente codicia y desigualdad de la élite se convierten en temas muy relevantes, ya que se avecinan de forma inminente las elecciones nacionales.
No obstante, en ambos países, algunas desigualdades sociales han estado en descenso durante las últimas décadas. En la India, algunos grupos históricamente desfavorecidos (sobre todo entre las castas inferiores) actúan de manera asertiva en el plano político. Los vestigios más flagrantes de la discriminación de castas gradualmente desaparecen. Del mismo modo en los EE.UU., la discriminación contra las mujeres, los afroamericanos, los latinos y los homosexuales está en descenso.
El desarrollo de estos acontecimientos refleja un avance democrático en ambos países. Al mismo tiempo, sin embargo, el tejido de la democracia se hace jirones por un alza en la desigualdad económica que es abrumador.
En general, la desigualdad económica es más fácil de justificar que el racismo y otras formas injuriosas de discriminación. Un principio fundamental de la sociedad americana es que todos tienen la misma oportunidad – una creencia que parece más plausible a la luz de la disminución de los prejuicios sociales. En la India, este mito es menos poderoso, pero existe un sentimiento general, compartido incluso por algunos de los pobres, que los ricos merecen su riqueza debido a sus méritos, formación y habilidades.
Existen dos problemas con este razonamiento. En primer lugar, la educación y las habilidades no son talentos innatos. Los ricos tienen acceso a mejores escuelas, cuidados de salud, nutrición y apoyo social que los pobres; a su vez, estos factores desempeñan un papel decisivo en el posterior éxito académico y social. Los niños en edad preescolar de familias ricas reciben mejores cuidados de salud, nutrición y orientación; existe evidencia de que una gran parte de los daños mentales que ocurren debido a la desnutrición de los niños pobres puede haber ya ocurrido, de forma irreversible, a momento de que dichos niños lleguen a los tres años de edad.
Cuando los estudiantes de familias pobres empiezan a fallar en la escuela, tienen poco o ningún acceso a clases de recuperación, en tanto que los ricos reciben costosa instrucción privada que es impartida por profesores particulares durante toda su educación formal. Como resultado de esto, la India tiene el mayor nivel de deserción estudiantil a nivel mundial.
Los sociólogos en los EE.UU. también han documentado los “efectos vecindario” adversos que sufren los niños pobres en las centros urbanos deteriorados. En las aldeas de India, donde los patrones residenciales son a menudo aún más segmentados, tales efectos son severos.
El otro problema en ambos países es la creciente importancia de los “ingresos no ganados”. En la India, como ocurre también en otras economías de rápido crecimiento, los escasos recursos públicos, como ser la tierra, minerales, petróleo y gas, y el espectro de telecomunicaciones, recientemente se han disparado en cuanto a su valor de mercado, generando ingresos no ganados que son extremadamente altos para las personas que están bien conectadas políticamente.
En los EE.UU., la desregulación del sector financiero durante las últimas décadas, y el consiguiente aumento de instrumentos financieros inciertos, desestabilizó la economía real, mientras que hizo poco por mejorar la productividad. El resultado, como todos saben, fue una ganancia financiera exorbitante para unos pocos elegidos, seguida de grandes pérdidas que fueron pagadas por la mayoría.
Los ejemplos de los EE.UU. y la India sugieren que, en las sociedades democráticas, los grupos que promueven la discriminación social se tornan políticamente más débiles a medida que pasa el tiempo. La desigualdad económica, por otro parte, se perpetúa a través de los grupos de presión, políticamente poderosos y bien financiados, que son auspiciados por los ricos. La tendencia se ve reforzada a medida que las elecciones se tornan más costosas en ambos países, lo que causa que los políticos se hagan cada vez más dependientes de las contribuciones de los donantes ricos, quienes, a su vez, exigen políticas que son favorables a sus intereses.
Esto denota que los movimientos igualitarios y contra la discriminación tienen la necesidad de ampliar los temas en los que se enfocan, para incluir una reforma electoral, una mejor regulación financiera, una privatización transparente, y, sobre todo, una revisión integral del sistema educativo, para de esta forma se puedan garantizar escuelas de alta calidad para los pobres y nutrición y cuidados de salud para los niños en edad preescolar. Además, la inversión masiva en rechinante infraestructura física en ambos países crearía puestos de trabajo para algunos trabajadores y mejoraría la productividad de otros.
Las ventajas de mejorar la educación, crear más puestos de trabajo, y aumentar la productividad parecen claras. Por lo tanto, la pregunta sigue siendo por qué la India y los EE.UU., continúan actuando negligentemente en cuanto a la infraestructura y la educación que se imparte a los pobres. La respuesta radica, en parte, en el hecho de que los ricos de ambos países están dejando de utilizar muchos servicios públicos. Ellos envían a sus hijos a escuelas privadas elitistas, reciben cuidados de salud en hospitales privados costosos, y viven en comunidades cerradas, donde los servicios de seguridad y otros son provistos de manera privada.
Es más, hoy en día las grandes empresas tienen sus propias plantas de generación de energía eléctrica y caminos privados, como también hacen uso de otros servicios internos privados. A medida que los ricos se separan de la infraestructura pública, de la cual depende el resto de la sociedad, se torna cada vez más difícil poder cobrarles impuestos a fin de pagar por servicios que no desean o necesitan. Entretanto, las instituciones preexistentes que actúan como contrapeso para los trabajadores (como por ejemplo los sindicatos), se ven erosionadas por las nuevas tecnologías y la globalización.
En la India, una mayor igualdad social ha significado que cantidades reducidas de grupos sociales, hasta ahora subordinados, empiecen a ingresar a la élite política y económica. Sin embargo, una vez que estos grupos ingresan a la mencionada élite, en lugar de intentar cambiar las condiciones de los pobres, adoptan los valores de dicha élite, mientras que al mismo tiempo manipulan los símbolos de la denominada política de la identidad – una táctica que aún continúa atrayendo votos. (La Sudáfrica democrática de hoy es una muestra de cuán difícil es hacer mella al apartheid económico).
Tanto la India como los EE.UU. han respondido al malestar social sobre la creciente desigualdad económica con una especie de populismo reactivo. En la India, este toma forma en las exenciones crediticias para agricultores que enfrentan dificultades (exenciones que echan a pique a los bancos), controles de precios para servicios públicos como agua, electricidad y transporte (que echan a pique los presupuestos públicos y socavan el porvenir de la inversión a largo plazo en dichos sectores); y, más alimentos subsidiados que se tramitan dentro del corrupto e ineficiente sistema público de distribución. Entretanto, en los EE.UU., los movimientos populistas de la derecha prefieren recortes de impuestos en vez de inversiones de largo plazo para infraestructura. En el otro extremo del espectro político, los anarquistas que están contra el Estado no pueden ayudar en la construcción de instituciones que vayan a sustentar inversiones favorables a los pobres.
Las dos democracias más grandes del mundo enfrentan un desafío económico muy serio. Deben encontrar una manera de canalizar la creciente ira causada por la desigualdad económica hacia inversiones productivas que hacen que los ricos tengan la sensación de que el alivio de las condiciones de los pobres es de su interés. Si la India y los EE.UU. se encaminan hacia la superación de la desigualdad más penetrante entre todas, estos países volverán a vigorizar sus democracias – y sus economías.
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Pranab Bardhan es profesor de Economía en la Universidad de California en Berkeley. Su libro más reciente es Awakening Giants, Feet of Clay: Assessing the Rise of China and India.
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