Patricia Janiot 24 de marzo de 2020
@patriciajaniot
El
mundo vive la angustia de sucumbir ante una pandemia. La emergencia en hospitales, la escasez de
suministros y equipos médicos, los peligros que enfrenta el personal de salud,
incluso, en los países más poderosos del mundo; el temor al contagio de la
población y la paralización económica que augura una recesión global sin
precedentes, nos ha puesto frente a la mayor crisis que ha vivido el planeta
desde la Segunda Guerra Mundial. Lo
insólito es que estábamos avisados.
Basta mirar hacia dónde comenzó todo.
En un estudio de la Universidad de Hong Kong publicado
en 2007, hace más de 10 años, especialistas en enfermedades infecciosas
concluyeron que “la presencia de grandes depósitos de virus como SARS-CoV en
murciélagos de herradura, junto con la cultura de comer mamíferos exóticos en
el sur de China, es una bomba de tiempo. La posibilidad de un resurgimiento del
SARS u otro virus nuevo de animales o de laboratorios y la necesidad de estar
preparados, no debería ser ignorada”.
(página 683 “Should we be ready for the reemergence of
Sars?”)
Además, destacados epidemiólogos habían advertido que
lo peor podría pasar si no nos preparábamos. Es el caso del médico Larry
Brilliant, que ha combatido brotes de viruela, gripe y polio alrededor del
mundo, y ha insistido desde hace años en la necesidad de un sistema de alerta
global y abierto (no dependiente de la burocracia y la poca transparencia de
algunos gobiernos) que identifique las enfermedades a tiempo y así evitar una
epidemia.
Hace tres años alertó de lo poco preparado que estaba
el mundo para enfrentar una pandemia y del recorte de fondos para el sistema de
respuesta rápida por parte de la Casa Blanca.
El doctor Brilliant aseguró: “Los brotes son
inevitables, pero las pandemias son opcionales”. Anticipó que si el
planeta vive en nuestros días una pandemia, como la fiebre o la influenza
española, entre 75 millones y 300 millones de personas se contagiarían.
“Pondría a la Humanidad de rodillas, no habría un avión volando por 6 meses,
mientras no haya una vacuna o un tratamiento antiviral”. Sus
declaraciones están resultando proféticas.
En otra investigación sobre los coronavirus
transmitidos por murciélagos en China, publicada en el primer trimestre de
2019, epidemiólogos chinos alertaron que era “altamente posible que futuros
brotes de coronavirus como SARS o MERS tendrán su origen en murciélagos, y hay
una creciente probabilidad de que el brote ocurra en China. Por eso la
investigación de coronavirus provenientes de murciélagos, se convierte en un
asunto urgente para la detección de señales de alertas tempranas, cuyo
resultado minimizan el impacto de futuros brotes en China”.
Acallaron la primera alerta
Hace apenas tres días y después de la indignación y el
repudio de millones de chinos hacia sus dirigentes, las autoridades del país
asiático le pidieron “solemnes disculpas” a la familia del doctor Li Wenliang,
el oftalmólogo que murió por contagio con coronavirus tras sufrir la
humillación de una reprimenda de la policía de Wuhan, por su “osadía” de
alertar sobre una rara enfermedad pulmonar que estaba causando la muerte de
varios pacientes y el contagio de sus familiares en el hospital donde
trabajaba.
El gobierno central chino se lavó las manos y trasladó
la responsabilidad a las autoridades locales a quienes acusó de no actuar
adecuadamente y no seguir los debidos procedimientos legales antes de amonestar
al médico.
La dictadura china exaltó la labor de Wenliang por
ayudar a crear conciencia sobre la crisis e informó que los dos policías
involucrados en el incidente recibieron medidas disciplinarias.
Las disculpas llegaron demasiado tarde. A
finales de diciembre de 2019, el doctor Li Wenliang escribió sobre varios casos
detectados a partir del 8 de diciembre, una alerta que lanzó en un chat donde
intercambiaba información con varios colegas. Advirtió sobre una
misteriosa enfermedad que presentaba síntomas parecidos al SARS, otro
coronavirus mortal que dejó 774 muertos en 2003, y provocó una epidemia que se
extendió por varios países.
A los cuatro días después de publicada su alerta, la
policía acusó al doctor Wenliang de haber “perturbado severamente el orden
social” al diseminar rumores. Lo
amonestaron y la Oficina de Seguridad Pública lo obligó a firmar una confesión
según la cual sus comentarios eran falsos.
Lo amenazaron de que si seguía “con esta actividad ilegal, sería llevado
ante la justicia”.
Después de informaciones de la prensa oficial que
abordaron la muerte de Li Wenliang y desmentidos de las autoridades de salud,
finalmente el hospital central de Wuhan confirmó la muerte del médico el pasado
6 de febrero en medio de su cuarentena.
Tenía 34 años de edad. Dejó
huérfana una niña de 4 años y su esposa embarazada de su segundo hijo.
El dolor de algunos ciudadanos chinos por el
fallecimiento de Li, se convirtió en una condena colectiva contra el gobierno
por ocultar la gravedad del brote que se contagiaba entre humanos, y desató
severos cuestionamientos sobre la falta de libertad de información en la China
comunista.
Es innegable que el hermetismo y la censura del
Partido Comunista chino, específicamente en la etapa crucial del inicio del
brote, nos ha costado miles de vidas humanas. Y los siguientes hechos
parecen confirmarlo.
China ocultó información vital
Algunos informantes de medios independientes indicaron
que al inicio de la crisis, las autoridades chinas comunicaron a enfermeros y
doctores que no había mayores riesgos.
En las primeras semanas de 2020, las autoridades en
Wuhan insistían en que solo aquellos que entraban en contacto con animales
infectados podían contraer el virus.
La propaganda del gobierno era repetida por los medios
de comunicación oficiales para no crear el pánico entre la población, mientras
en la ciudad de Wuhan se organizaban eventos a los que asistían multitudes.
Según la revista financiera Caixin, fundada por Hu
Shuli (una de las periodistas más respetadas de China), a principios de enero
la dictadura comunista prohibió a varios laboratorios del país divulgar los
resultados de las muestras de varios pacientes que desde diciembre de 2019
padecían de una inexplicable neumonía viral. Wuhan, además, es la sede de
un avanzado laboratorio de investigación de enfermedades epidémicas.
La revista Caixin, así como otros medios de
comunicación, ha sido censurada por difundir artículos críticos contra el
gobierno, precisamente por la falta de transparencia durante el brote de la
epidemia. Al menos tres periodistas que cuestionaron el pésimo manejo de
la crisis sanitaria, han sido detenidos y no se tiene claridad sobre su
paradero. A otros se les ha confiscado sus cámaras, han sido obligados a
borrar sus grabaciones, y también se conoce de casos donde algunas
publicaciones periodísticas han sido eliminadas de internet.
El gobierno chino esperó hasta el 20 de enero para
admitir que el virus se transmitía de persona a persona. En ese momento,
las autoridades finalmente declararon la emergencia. Transcurrieron 21
días desde que el doctor Li había publicado su alerta.
Fue entonces cuando la dictadura informó sobre la
epidemia a la Organización Mundial de la Salud y a la Casa Blanca, entre otras
entidades, y el pasado 23 de enero anunció la cuarentena total en la ciudad de
Wuhan, con 11 millones de habitantes, y pronto la medida se extendió a otras
urbes importantes como Beijing, imponiendo un confinamiento obligatorio a 60
millones de personas.
Para el 14 de febrero, más de 1.700 trabajadores de la
salud habían contraído el virus y 6 fallecieron, para un total de 1.523 muertos
y unos 66.492 infectados en China, según reportó WorldoMeter. https://www.worldometers.info/coronavirus/country/china/
Crecimiento exponencial
¿Qué hubiese pasado si China, al conocerse los
primeros casos, hubiera tomado las medidas que adoptó varias semanas después
cuando ya estaba desbordaba la epidemia?
Perdieron días cruciales para contener la propagación
del virus. Por su irresponsabilidad y absoluta negligencia han puesto en
riesgo la vida de millones de personas en 188 países y territorios del globo
terráqueo.
El confinamiento en la provincia de Hubei y otras
regiones ocurrió siete semanas después de que comenzó el brote en Wuhan, y esas
siete semanas de inacción le abrieron las compuertas a la pandemia.
Basta observar el crecimiento exponencial de
infectados por este virus tan contagioso y lo que puede suceder, no en siete
semanas, sino en apenas cuatro días.
Según el director general de OMS, Tedros Adhanom
Ghebreyesus, transcurrieron 67 días para que las primeras 100.000 personas se
contagiaran, 11 días para duplicarse a 200.000 casos y 4 días para superar los
300.000 contagios a nivel mundial.
Cifras reales
Mientras Europa, Latinoamérica y Estados Unidos no
habían visto lo peor del brote, para sorpresa de muchos, el pasado 13 de marzo
las autoridades en China informaban que el pico de contagios en su país ya
había llegado a su fin. De 2.000 casos diarios, informaron una
disminución a 6 casos por día y otros pocos llamados “importados” de personas
que habían llegado contagiadas procedentes de otros países. Incluso, se
hablaba de como poco a poco la vida regresaba a la normalidad. Para la
fecha China registra 3.270 muertes y 81.093 infectados, de acuerdo a los datos
estadísticos de Worldometer.
Nadie niega que la nación asiática ha hecho un gran
esfuerzo en controlar la epidemia, que hasta le ha valido los elogios de la
OMS, organismo que -por cierto- recibió del gobierno chino una donación de 20
millones de dólares para combatir la epidemia. Sin embargo, las cifras de
sus logros generan suspicacias sobre si reflejan toda la realidad.
Muchos casos y muertes, según el portal Caixin, no
fueron reportados porque un indeterminado número de personas, especialmente
ancianos, no fueron sometidos a la prueba del coronavirus y los enviaron a
cumplir cuarentena en sus casas, donde se cree pudieron haber contagiado a sus
familiares.
También denunciaron que el gobierno chino presionó a
comerciantes para que mantuvieran abiertos sus negocios, a algunos les
subsidiaron la electricidad y a otros les impusieron cuotas de
producción. Según las fuentes de Caixin, el gobierno central está
mintiendo sobre el aumento de la productividad y ha mostrado cifras falsas, al
punto que gobiernos de algunas provincias se han visto obligados a mantener las
maquinarias y las luces de ciertas fábricas encendidas todo el día, aunque los
empleados no vayan a trabajar.
Campaña de relaciones públicas
La Casa Blanca recibió como un golpe bajo la versión
que escribió en Twitter, una red social bloqueada en China, Zhao Lijian, el
portavoz de la cancillería china, cuando afirmó que la epidemia era fruto de
una enfermedad que habrían traído militares estadounidenses al visitar Wuhan en
octubre pasado.
No fue una coincidencia que pocos días después el
presidente Donald Trump empezó a referirse al COVID- 19 como “el virus
chino”. Muchos, incluyendo la OMS, hicieron llamados para evitar esta
referencia, porque estigmatizaba a las personas de origen chino, algunas de las
cuales fueron atacadas y acosadas tanto en Europa como en Estados Unidos.
En una poco usual declaración, publicada por la
agencia oficial de noticias Xinhua, China reconoció “deficiencias en la
respuesta al brote del coronavirus” y admitió que deben “mejorar el manejo del
sistema nacional de emergencias, así como también la habilidad para atender
tareas urgentes y peligrosas”. En la nota agregaron: “Es necesario fortalecer
la supervisión de los mercados y prohibir y desmantelar el comercio ilegal de
animales”.
La campaña de relaciones públicas de China comenzó
después de la condena nacional por el manejo de la crisis y las críticas de
muchos ciudadanos alrededor del mundo. Como una manera de resarcir el daño,
aplacar los cuestionamientos y fortalecer lazos con aliados, China está
enviando millones de mascarillas, suministros médicos y centenas de
respiradores a países como Italia, Turquía, Serbia, República Checa, Liberia,
Filipinas y Camboya. Y pronto comenzará sus envíos a América
Latina. Pareciera que la ayuda humanitaria está dando sus frutos
diplomáticos.
¿Por qué hasta ahora China ha sido tratada con guantes
de seda por organismos multilaterales y la comunidad internacional cuando tiene
una responsabilidad directa en el inicio de la pandemia del coronavirus y su
correspondiente debacle económica?
Esta tragedia global nos ha dejado una importantísima
lección. Es imperativo que los gobiernos y los ciudadanos condenemos a
las dictaduras y su repudiable censura, que en este caso ha tenido un costo
incalculable en vidas humanas y daños económicos para todo el mundo. El
futuro y los sueños de millones de seres humanos han quedado en el limbo.
La falta de transparencia en asuntos de salud pública
tendría que ser un crimen de lesa humanidad. Esto nos demuestra que los
regímenes autoritarios y herméticos son un peligro para la salud y la paz
mundial.
La crisis nos debería dejar otra enseñanza: terminar
de una vez con nuestra dependencia de la manufactura china barata, de la que,
incluso, depende una buena parte de la industria farmacéutica. Esta
epidemia en China puso en peligro la respuesta hospitalaria y de salud a nivel
mundial al no contar con suficientes suministros básicos que, en gran medida,
son elaborados en China.
Muchos de mis seguidores en redes sociales han
coincidido en que China debe asumir serias consecuencias por sus acciones y
omisiones. Piden un boicot a sus productos o expulsar al país asiático de
la ONU donde tiene poder de veto; otros hablan de indemnizaciones
multimillonarias por los daños causados; algunos aseveran que el régimen chino
debe ser juzgado por la Corte Penal Internacional, incluso, hubo quien sugirió
organizar protestas frente a las embajadas chinas alrededor del mundo, cuando
se levante la cuarentena.
Si los mercados de animales vivos son “una bomba de
tiempo”, así como sucedió con el programa nuclear iraní, los gobiernos y la
comunidad internacional tienen que exigirle al gobierno chino la presencia
permanente de científicos y epidemiólogos de la OMS e instituciones
independientes para que inspeccionen y prohíban los mercados que son focos de
infección y representan una grave amenaza tanto para la vida de millones de
personas como para la salud de la economía mundial.
Hay que repensar si la fórmula de libre comercio con
el gigante asiático es la mejor manera de hacer negocios sin restricciones,
sobre todo con un socio tan poco confiable, tal como quedó demostrado en el
manejo de la crisis del coronavirus. Hoy constatamos con horror cómo el
modelo chino de apertura económica, por un lado, pero de totalitarismo, por el
otro, nos ha conducido a una crisis sanitaria global cuyos efectos aún son
impredecibles. Los países deben exigirle a China transparencia en términos
de flujo de información, libertad y democracia.
Lo mínimo que podemos esperar es que así como la
dictadura china ofreció disculpas póstumas a su nuevo héroe, el doctor Li
Wenliang, es hora de que el gobierno de Xi Jinping empiece también por dar una
explicación a la comunidad internacional y pida perdón al mundo. Hoy más
que nunca nos hemos percatado de que China con su abuso, autoritarismo y
oscurantismo ha empujado a la Humanidad al borde del colapso.
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