Julio César Arreaza B. 30 de marzo de 2020
@JulioCArreaza
Helder
Cámara fue un sacerdote brasileño fallecido en 1999, humanista, pensador de
avanzada del continente y defensor de los Derechos Humanos.
Mi
maestro, el padre Luis María Olaso, lo citaba con frecuencia. Nos insistía que
la verdad tenemos que sentirla en lo más profundo de nuestro ser, tenemos que
abrir nuestra conciencia y dejarnos escrutar por ella, si queremos ser hombres
auténticos: los que dicen lo que piensan y hacen lo que dicen.
Pongámosle
atención a este pensamiento tan claro sobre la verdad que nos dejó el padre
Cámara: “No le tengas miedo a la verdad. Porque por dura que pueda parecerte,
por hondo que te hiera, sigue siendo auténtica. Naciste para ella. Sal a su
encuentro, dialoga con ella, ámala, que no hay mejor amiga, ni mejor hermana.
Ella te libertará.”
Estoy
persuadido de que la vocación política-republicana de servicio debe cimentarse
en la verdad, lo contrario, la mentira, va en contravía del oficio más noble
del mundo al tratarse de un apostolado enfocado en el bien común.
El
régimen forajido que por 21 años asuela a los venezolanos se basa en la mentira
y más mentiras, lo cual hemos comprobado durante el largo período de su hegemonía
autoritaria. Así que nosotros, antes de la actual pandemia del coronavirus,
veníamos siendo víctimas de la pandemia de la mentira por parte del
narcorrégimen, causante de todos los males, del robo sin precedentes de las
divisas provenientes del petróleo, de la tortura de quienes piensan diferente,
de los que defienden las instituciones democráticas y promueven la división de
poderes públicos: fundamentos de una república. Causantes de la quiebra de la
moral ciudadana con los incentivos de su perversión central: la corrupción y
profanadores del nombre del Libertador, que habrá de reparar y limpiar
comenzando con el regreso al nombre de República de Venezuela.
La
pandemia nos agarró con los hospitales y sistemas de salud en las peores
condiciones. Los manejos disfuncionales del galáctico y su heredero destruyeron
todo, para controlarlo todo, en función de su permanencia en el poder sin
ideales superiores, sino en función del robo y la mentira. Ahondan cada día el
malestar popular y juegan con fuego. Se aseguraron de contar con leales antes
de eficientes, y le dieron el tiro de gracia a la meritocracia. Al ser
incapaces de generar confianza ni credibilidad sino mayor incertidumbre, el
régimen sigue conduciéndonos hacia el círculo vicioso de hambre, pobreza, muerte
y división.
Arruinaron
el campo y solo aporta 20 % de lo que comemos. Sin alimentos y poder
adquisitivo no hay salud. Sin gasolina ni diesel se pierden las cosechas. La
falta de financiamiento redujo el área cultivable y con la expropiación de
Agroisleña, la consecución de los insumos resulta caótica. A esto se suma la
crítica situación sanitaria y de salud. No podemos perder la producción local.
La crisis humanitaria intencional llevó a que se esté comiendo aquí menos que
en Haití.
“Los
malvados dijeron entre sí, discurriendo equivocadamente: Tendamos una trampa al
justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos, nos echa en cara
nuestras violaciones de la ley, nos reprende la falta contra los principios.
Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen
los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en
la recompensa de una vida intachable”.
En
estos momentos de gran demanda emocional, debemos afirmar el sentido de realidad,
así lograremos fortaleza para buscar el mejor esquema de supervivencia. El
desafío es mantenernos capaces para asistir a la gran transición que se produce
en Venezuela y el mundo.
¡No
más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
Julio
César Arreaza B.
@JulioCArreaza
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