Miguel Méndez Rodulfo 25 de marzo de 2020
Saben
quienes me leen que no acostumbro cabalgar sobre la actualidad, porque hay
temas medulares sobre los que tenemos que estar constantemente atentos; sin
embargo, la pandemia del coronavirus no es cualquier cosa. Su incidencia
representa un antes y un después para los habitantes de esta aldea global.
Siempre se dejó entrever que una pandemia acechaba a la humanidad y que podía
tener efectos devastadores. Afortunadamente no es el caso, pero si nos
equivocamos como sociedad mundial y no tomamos las extremas medidas sanitarias
y sociales, la enfermedad se puede salir de control. Ya Italia acumula más
muertos que China y dada la población de cada país, esto significa una
calamidad para la nación europea. En Alemania hoy van 15.000 afectados, pero su
canciller Ángela Merkel dijo que 70% de la población puede verse infectada y
que sus consecuencias podrían prolongarse por dos años. Si ello se cumple,
estaría en jaque el sistema de salud teutón, muy bueno por lo demás.
Por
suerte América Latina no se ha constituido en un foco mundial, quizás por el
clima o por la mano de Dios, hasta ahora. Porque la verdad es que los
irregulares sistemas de salud de la región van a ser retados con esta crisis,
que si tiene contra la pared a Europa, no hay que discernir mucho para suponer
lo que ocurriría aquí. Sin embargo, tampoco USA de la mano de Trump ha tenido
tino en el manejo de la crisis. Igual que los otros populistas: Bolsonaro y
López Obrador, cada uno de los personajes de este trío, trata de ver quién lo
hace peor. El efecto del Covid 19 se esparcirá sobre casi todos los aspectos de
la vida como la conocíamos. Ya no es solamente el tema sanitario ni de las
relaciones sociales entre las personas, es el enclaustramiento impuesto o
autoinflingido, el tema de la educación, el del trabajo o el de la importancia
que adquiere internet, la televisión y los demás medios que nos conectan con el
planeta. Los efectos sobre la cadena de suministros, teniendo a China como la
fábrica del mundo, el proveedor barato de todos los continentes, han obligado a
repensar sobre un ícono de nuestra época: la globalización. Hoy el mundo
depende en grado sumo de los principios activos chinos para fabricar medicinas
en los respectivos países, así como muchas cadenas industriales dependen de
componentes que vienen del gigante asiático, por lo que se está cuestionando el
criterio de la producción económica, para dar paso a una producción local, pero
segura y menos contaminante.
Y
aunque China, por ese estado marcial que vigila cada ciudadano y se impone
sobre la población, ha logrado controlar la enfermedad, el asunto es que sus
fábricas van a tardar en retomar su ritmo, pero lo crucial no será eso, sino
que cuando lo consigan sus clientes estarán sumidos en la misma paralización
que los aquejó a ellos, con la diferencia que el resto del mundo será más lento
en controlar la enfermedad. Visto esto y con el precedente de la entropía
creada por Tump en la economía y en las relaciones políticas internacionales,
está cantada una recesión que ya se vislumbraba pero que ahora será una
realidad. Algunos economistas predicen que será semejante a la de 2008 porque
los fundamentos de la economía no han mejorado, sino lo contrario. Una crisis
de esta magnitud no se puede resolver solamente con bajas de tasas de interés y
aumento de la inyección de dinero. Ya las aerolíneas, prácticamente con toda su
lota en tierra, piden ayudas que ascienden a US$ 200.000 MM. Y eso es sólo un
sector.
Si
este escenario nada halagador se materializa tendrá efectos políticos
contradictorios: en principio afianzará a los gobiernos, pero luego podría
crear revueltas, contenidas ahora por el enclaustramiento, pero que después
puede haber una rabia contenida que se desborde. Esto podría afectar,
impensadamente, a regímenes fuertes pero también podría dar vuelcos a
democracias que no enfrenten debidamente la crisis por lo que la gobernabilidad
será puesta a prueba. Por lo pronto los gobiernos tienen el protagonismo, en
tanto que los ciudadanos esperan que lo hagan bien, pero están prestos a
reclamar mejores medidas. Inusitadamente los seguidores de redes sociales
entendieron que deben seguir fuentes confiables de información en vez de creer
en fake news. Por otra parte, la humanidad está entendiendo que debe vivir en
armonía con el ambiente y preservar el delicado equilibrio natural. ¡Dios
proteja a los venezolanos porque tenemos uno de los peores sistemas de salud
del planeta!
Miguel
Méndez Rodulfo
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