Américo Martín 23 de marzo de 2020
Dice
el epígrafe de Vivir para contarla, Memorias de García Márquez publicada por el
Grupo Editorial Norma:
“La
vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para
contarla”
Y
en efecto, la capacidad de recordar y de reducir sus vivencias a frases y
palabras, es todo lo que cuenta. Dijo Simone de Beauvoir que si cada ser humano
tuviera esa capacidad y la vertiera a obra escrita, la humanidad dispondría del
más inmenso de sus tesoros: la experiencia de la especie recogida fielmente y
al servicio de las aventuras de la razón. Por supuesto, no es casual que
interpretemos los hechos de manera diferente y contradictoria o que
erradiquemos de la memoria los malos momentos.
Uno
de los que no podría ser olvidado lo estamos viviendo hoy. No es la primera vez
que fuerzas todavía incontrolables estén asediando la existencia misma. El
covid-19 (coronavirus) alcanza cada día esa categoría en cifras de muertes,
esperanza frustrada, restricciones profundas, sin que se vea con claridad
cuándo terminará la tragedia.
Se
supone que la política, siendo un arma de organización social para la defensa y
progreso, debería perfeccionarse con el tiempo; vale decir, debería responder
con precisión cada vez más certera a los desafíos de la realidad. Las amenazas
terminales deberían provocar la unión de la especie para sobrevivir. El
covid-19 ha suscitado la colaboración de todos los países tal como era
esperable, no obstante, abundan los ejemplos suicidas movidos por rivalidades
que agravan el peligro o el deseo de extraer ventajas ocultas, lo que acarrea
perjuicios insólitos.
¿Cómo
se está reflejando en Venezuela la escasa armonía entre una sociedad atacada a
mansalva por el virus y la inepta defensa frente al desproporcionado ataque?
En
reciente pronunciamiento emanado de cinco viejos y experimentados amigos,
reproducimos sendas iniciativas de los dos más representativos líderes de ese
animal bifronte en que se ha convertido el Estado venezolano. Más allá de
nuestro reconocimiento a Juan Guaidó en el debate sobre legitimidades e
ilegalidades, la total ausencia de concertación frente al desalmado enemigo
común de la humanidad, incluidas todas las vertientes políticas nacionales,
explica las carencias defensivas del país ante un Mal con una carga macabra de
noticias diarias.
En
su carta al FMI solicitando una facilidad de financiamiento rápido por 5.000
millones de dólares para el fortalecimiento de los sistemas de detección y
respuesta al letal virus, Nicolás Maduro da marcha atrás en su valoración del
Fondo en relación con la absurda ruptura crónica, que por razones
insustentables, le había llevado a decir que nunca más entraría a Venezuela ni
un solo dólar de esa procedencia.
Recoger
esa postura evidenció un inédito realismo y reveló que Maduro carece de
recursos frente al ataque viral que se alimenta de sus víctimas. Guaidó, a su
vez, no trató en su declaración de reprochar con fines ocultos la contradicción
en el otro polo, y llamó a la FAN a no obstaculizar el ingreso a Venezuela de
la ayuda humanitaria articulada por sus equipos en el mundo.
Algunas
opiniones se han vertido pidiendo, cuando menos, una negociación entre Maduro y
Guaidó para concretar el otorgamiento de la ayuda del FMI y la colaboración de
la FAN en el sentido reclamado por Guaidó. Si ese punto formara parte de las
dos agendas, sería menester resolver temas legales correlacionados, entre
otros, el “desacato” y el reconocimiento legal correspondiente de las
facultades de la Asamblea Nacional.
Para
descongestionar el clima de pugnacidad sería importante liberar a los presos
políticos civiles y militares y centrar una mayor atención a las cárceles
venezolanas que son peligrosos focos de propagación de la enfermedad.
Estas
obvias decisiones restablecerían, en alguna forma, la histórica relación entre
la realidad como fuente de desafíos y la política como guía de la conducta
humana para enfrentarlos válidamente.
Del
documento de los cinco, arriba mencionado, transcribo la frase final:
“En
Venezuela y el mundo estamos frente a un gran reto para la conciencia de la
humanidad, son momentos de confluencia que no de arriar banderas. El cambio
democrático nos necesita a todos frente a esta tragedia palpitante.
Los
suscritos lo asumimos de esa manera y estamos seguros que el liderazgo, más
allá de sus diferencias, honrará esta aspiración que nos envuelve a todos”
Américo Martín, Héctor Pérez Marcano,
Caracciolo Betancourt, Etanislao González, Macario González
Américo
Martín
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico