Trino Márquez 18 de marzo de 2020
@trinomarquezc
Yuval
Noah Harari, el célebre escritor de Sapiens: De animales a dioses y de Homo
Deus: Breve historia del futuro, dos libros de imprescindible lectura, dice en
este último texto que las epidemias y todas las pestilencias que azotaron y
diezmaron a la humanidad, son cosas del pasado. Pertenecen a esa etapa en la
cual el conocimiento científico no había alcanzado las cotas de desarrollo
actual, ni se sabía cómo se estructura el genoma humano. Ahora el Hombre se ha
entronizado sobre la Naturaleza.
A
Harari le pasó algo similar a lo ocurrido con Francis Fukuyama cuando, después
de derrumbado el Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética, predijo
que en el mundo entero se extendería la democracia liberal, en el plano
político, y la economía de mercado, en el área económica. En relación con lo
segundo, su profecía tuvo éxito. Con respecto a la democracia, poco después de
finalizada la Guerra Fría los regímenes autoritarios, al igual que las
bacterias, mutaron hasta dominar, de nuevo, gran parte del planeta.
Yuval
Harari no pudo prever la aparición del Covid-19. En realidad, nadie podía
anticipar un hecho tan dramático como inesperado, aunque por allí andan
circulando versiones de un grupo de ‘profetas’ que se atribuyen visiones
premonitorias que veían ‘clarito’ el surgimiento de una pandemia que haría
temblar a la Humanidad. Necedades de supersticiosos delirantes.
Harari
tiene razón en que el impacto sanitario del Covid-19 será menor que el de
plagas como la Peste Negra o la Fiebre Española, causantes de millones de
muertes en todo el mundo. Sin embargo, el efecto que ese virus, hasta ahora
desconocido, está provocando en la economía mundial, escapa a todo pronóstico.
Las consecuencias en la economía serán devastadoras. Probablemente, todo 2020
esté signado por la gravitación de ese microorganismo en la economía
planetaria. Al final, no habrá causado la muerte de millones de seres humanos,
como sucedía en el pasado, pero sus secuelas en la esfera productiva, en el
comercio, en las finanzas y, en general, en la economía, serán gigantescas.
Otra
zona que está siendo estremecida es la social. Las relaciones interpersonales
se han visto modificadas. El contacto entre las personas, a la vez se ha
estrechado y se ha distanciado. La gente ha tenido que regresar al redil de su
espacio más íntimo, la familia nuclear; pero, se ha visto obligada a alejarse
de los círculos de parientes y amigos que antes frecuentaba. Es probable que la
aprehensión frente a la otra persona permanezca durante algún tiempo, nadie
sabe cuán prolongado. Resulta probable que quede gravada en el ánimo de las
personas, la sospecha de que el otro eventualmente es portador de un organismo
patógeno que puede causarle daño.
A
la Naturaleza hay que respetarla, ya lo decía Francis Bacon, el filósofo inglés
de los siglos XVI y XVII. Quien pretenda manipularla, cambiarla o someterla,
debe saber que en ella se esconden misterios insondables, y que el viaje al
microcosmos donde se mueven partículas imperceptibles, es una travesía llena de
enigmas y riesgos, capaces de comprometer la vida de miles o millones de seres
humanos. Resulta inevitable que el Hombre se considere el centro del Universo.
Se encuentra en el punto más alto de la evolución de las especies. Sin embargo,
está obligado a convivir y a sobrevivir en medio de un ambiente natural que no
siempre puede dominar y que en numerosas ocasiones le resulta hostil.
Convendría un poco de prudencia y humildad en el trato con la Naturaleza.
Dedicar a la investigación científica anticipatoria mayores recursos, luce como
otro aprendizaje fundamental. La investigación tendría que ser más proactiva
que reactiva, de modo que sea capaz adelantarse a las tragedias antes de que
estas ocurran.
En
el caso particular de Venezuela, la presencia del Covi-19 nos toma en un
período de enormes dificultades materiales y emocionales. El país viene
atravesando una fase crítica desde hace muchos años en todos los campos y, con
especial dureza, en el sector salud. Ahora nos topamos con este factor natural
desconocido que nos confronta con la muerte, tanto la nuestra como la de
nuestros seres queridos. A la incertidumbre anterior se suma esta. Afrontemos la
nueva situación con mayor presencia de ánimo aún. Los venezolanos nos hemos
acostumbrado a luchar contra la adversidad y tenemos que continuar haciéndolo.
Debemos
consolidar la comprensión, la tolerancia y, sobre todo, la empatía. Nosotros y
nuestros familiares estaremos bien, si el entorno que nos rodea se encuentra
bien. Hay que evitar deprimirse. Hay, también, que prescindir de las compras
compulsivas, el acaparamiento egoísta y el desprecio por los demás. El momento
demanda sacar a flote lo mejor de nuestros valores. Las autoridades tienen una
obligación con la salud pública que no pueden eludir. Los ciudadanos tenemos un
compromiso con nuestra comunidad que no debemos soslayar.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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