Ismael Pérez Vigil 29 de marzo de 2020
Hay
temas que, por su complejidad, dificultades, lo delicado y sensible
políticamente hablando, uno preferiría dejar de lado, como lo es este de un
pacto o acuerdo entre el régimen y la oposición, representada por la Asamblea
Nacional, para enfrentar el coronavirus; pero no es posible dejarlo de lado, a
conciencia de que no despierta muchas simpatías.
Aclaro
desde un comienzo que comparto la necesidad de este acuerdo. Lo considero
indispensable y necesario para el país. Si países como Italia, España e
Inglaterra necesitan de la ayuda internacional para superar esta epidemia,
¿Cómo no vamos a necesitar nosotros –dada la pésima condición sanitaria y
económica en que vivimos– de cualquier esfuerzo que redunde en conseguir apoyo
internacional? Mas aun, sí he dicho y puesto por escrito, varias veces, en mis
artículos semanales, que no será posible salir de la situación política que nos
agobia desde hace 20 años, sin un acuerdo y hasta una amnistía para los
culpables de algunos delitos y fechorías que han llevado al país a la ruina,
¿Como no estar de acuerdo con un pacto que ayude a la sufrida población
venezolana a mitigar y evitar los daños ocasionados por la pandemia del
coronavirus?, y me refiero a un acuerdo con el chavismo/madurismo y sus apoyos
militares, con estos, con los que nos están mal gobernando actualmente. No se
trata de “perdonar” al gobierno o pasar por alto los desmanes cometidos, sino
de un acuerdo para evitar mayores males al pueblo venezolano.
Además,
sin ninguna duda, como bien dice la Red de Observadores Electorales: “…sin la
actuación concertada de todos los sectores, comenzando por los políticos, no
tendremos fuerza suficiente para enfrentar con éxito este colosal reto… todos
los sectores, oficialismo y oposición por igual, deben adecuar su
comportamiento a la grave situación de emergencia que tenemos ya encima, y
establecer vías de colaboración para enfrentar con fuerza la amenaza… Solos no
podemos. Requerimos de la ayuda de organismos internacionales y de países con
disposición a hacerlo. Para ello es imprescindible concertar las gestiones del
oficialismo y de la oposición para hacer posible alcanzar resultados satisfactorios.”
[i] Dicho esto, entremos en el análisis pues este es un tema al que hay que
limarle muchas asperezas.
Retóricas
aparte, nadie en su sano juicio va a decir “No” a cualquier acuerdo que se
denomine humanitario; pero me queda claro –por las opiniones vertidas que he
escuchado y leído, por las salvedades y reservas expresadas, por las
condiciones que se interponen, por los reclamos que se hacen–, que veo difícil
que éste se pueda llevar a cabo. En la balanza está pesando más el plato de los
resentimientos acumulados, los abusos y vejámenes cometidos, las cuentas por
cobrar, la desconfianza acerca de la “buena” intención del régimen.
Tratando
de explicarme a mí mismo lo que ocurre y poner argumentos sobre la mesa, que
animen una reflexión, noto un primer elemento y es que, aunque se tenga la
disposición anímica para un acuerdo y se crea también en la necesidad del
mismo, muchas personas piensan que para iniciar cualquier discusión no se puede
aceptar que se ponga por delante lo que consideran un chantaje: el de la
“objetividad”, el de “la culpa es de todos”, el del “todos tenemos
responsabilidades”, etc. Cierto, no todos tenemos las mismas “culpas” y
responsabilidades en lo ocurrido en el país durante estos 20 años. ¿Pero es el
momento de ponerlas sobre la mesa o es el momento de hacer algún esfuerzo para
tratar de salvar la vida de miles de venezolanos?
Estamos
viendo en nuestras calles, sobre todo en los sectores más populares, que por
más disposición que tenga la población en cumplir con la cuarentena, a un
grandísimo porcentaje de ella, que vive del día a día, que no tiene capacidad
de acumulación o de ahorro, se le hace muy difícil no salir a la calle a tratar
de obtener algún ingreso que le permita llevar la comida a su mesa. Esa es la
población del país que debemos tomar en cuenta, que se debe auxiliar, porque es
la más vulnerable a cualquier pandemia, máxime en un país de las pésimas
condiciones sanitarias como el nuestro. Sí el virus entra en Venezuela con la
fuerza con la que ha entrado en otros países, aquí no quedara títere con
cabeza, y disculpen lo drástico de la frase.
Sí,
hay muchas razones para desconfiar y pensar que el régimen no nos habla con la
verdad y no se nos dice cuál es la real situación de la epidemia, con cifras
“duras” y demostrables, pues sabemos que es absurdo tan solo pensar que en
todos los países la afectación del virus crece exponencialmente y aquí crece
linealmente, sobre todo si simultáneamente se cierran las fronteras del país,
se declara la cuarentena y se sacan a los cuerpos represivos del estado –FAES,
DGCIM, GNB, PNB– a la calle, a tomar zonas del país para forzar la cuarentena,
a tomar bombas de gasolina y a llevarse presos a médicos y periodistas que
reclaman, informan o denuncian. No es coherente esa “normalidad” o “situación
contenida” de que se nos habla, pero deseamos que así sea, que los casos sean
pocos, que la situación está “contenida”, porque pensar lo contrario es pensar
en una situación de gran peligro y sufrimiento para nuestro pueblo.
Es
cierto que la voluntad inicial para un acuerdo debe partir del gobierno, que es
quien, con la fuerza física y los medios del estado a su disposición, controla
el país; pero también es cierto que la oposición debe hacer un esfuerzo por
posponer algunos de sus objetivos. No se trata de agachar la cabeza, ni de
olvidar o negar quien es el único responsable de la crisis económica y
financiera, del desastre hospitalario, de la destrucción de la industria
petrolera y la falta de gasolina, de la ruina de la industria y otros males que
bien conocemos; de lo que se trata es de posponer, para otro momento, todos
esos justos reclamos y asignación de responsabilidades.
Si
creemos en la necesidad de un acuerdo, para frenar otra desgracia que se sume a
las que ya tiene el país, sería tonto pedir al gobierno que, por escrito en un
acuerdo, reconozca todo eso; bien sabemos que es probable que lo único que le
interesa al gobierno y a sus funcionarios es salvar el pescuezo y que suena a
ganar tiempo, a querer aprovechar la coyuntura para fortalecerse. Pero es
políticamente más sustantivo y poderoso que la oposición sepa dejar de lado
momentáneamente –como hemos dicho– algunas justas reivindicaciones y el pueblo,
en su momento, sabrá agradecer esa decisión.
Sería
interminable enumerar las condiciones que se pueden poner al régimen para
lograr un acuerdo que permita ayudar a la población a pasar con éxito por esta
epidemia, que la situación a la que han llevado al país la hace muy difícil;
pero, es el momento para la oposición de tomar decisiones, que como siempre ha
hecho, buscan favorecer al pueblo venezolano para superar esta situación, que
nos vuelva más fuertes para afrontar la tarea de rescatar al país de la crisis
política en el que está sumido.
Aunque
por el momento no se nota, de parte del régimen, una intención seria de
negociar de una forma distinta a las oportunidades anteriores, que han sido un
fracaso y una vez más se ve que el gobierno quiere un acuerdo para que le
levanten sanciones, que le den recursos, pero sin arriesgar nada y que así va a
ser muy difícil avanzar en esa dirección; pero aun cuando sea difícil, la
oposición debe continuar el esfuerzo y que en todo caso sea la intransigencia y
sectarismo del régimen el que frustre un acuerdo que busque ayudar al pueblo a
superar esta epidemia.
Por
si fuera poco lo señalado y que connotadas figuras venezolanas estén poniendo
objeciones y condiciones a un posible acuerdo, ahora el Departamento de
Justicia de los EEUU le acaba de poner una piedra de molino en el cuello, al
declarar como terrorista al gobierno venezolano y poner precio a la cabeza de
algunos de sus líderes. No obstante que eso hace aún más difíciles las cosas,
el esfuerzo no debe cesar, al menos no por parte de la oposición, pues la
amenaza de esta pandemia se hace cada día más inminente y hace crecer la
incertidumbre y vulnerabilidad de los venezolanos.
Ismael
Pérez Vigil
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