AFP 24 de marzo de 2020
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Ocasionalmente
la policía colombiana lanza una bomba aturdidora para espantarlos. Pero cientos
de venezolanos se las ingenian para franquear los pasos ilegales y las
restricciones que ambos países han impuesto para frenar la pandemia, porque,
sobre todo, temen morir de hambre.
“El
coronavirus es Maduro. Mientras no saquen esa enfermedad de Venezuela nunca se
va a acabar esto”, dice a la AFP un joven con tapabocas que trabaja cargando
maletas y pidió mantener su identidad en reserva.
Saltan
cultivos de arroz, caminan sobre el pantano, trepan cercas, siempre apurando el
paso, evadiendo desconocidos y periodistas.
Para contener la expansión del Covid-19, que con las
horas multiplica los muertos y los contagios en el mundo, el presidente Iván
Duque cerró los siete pasos fronterizos terrestres a lo largo de la porosa
frontera de 2.200 kilómetros que comparten Colombia y Venezuela.
El mandatario Nicolás Maduro ordenó luego a los
venezolanos entrar en cuarentena total, una medida que también comenzará a
regir a partir del miércoles en territorio colombiano. Duque desconoce el
gobierno de Maduro, al que califica de dictadura, y aun con la crisis global
sanitaria en curso, solo acepta coordinar acciones a través de organizaciones
internacionales de salud.
Pero muchos no pueden esperar a que la pandemia
mengüe, porque necesitan abastecerse debido al deterioro de la economía
venezolana.
En la trocha conocida como “La Pared” los venezolanos
pasan sin cesar, apenas protegidos con tapabocas sucios.
“El hambre nos hace quitar el miedo”, dice Jairo
Pabón, de 56 años, antes de seguir su camino hacia el municipio colombiano de
Villa del Rosario, en busca de alimentos para sus dos nietos.
– El precio del peligro –
Una barricada separa a un grupo de policías colombianos
de decenas de venezolanos.
“No van a pasar por aquí”, les dice una uniformada en
uno de los puestos de control.
“¿Y la señora enferma?”, preguntan del otro lado.
“Que pase por el paso humanitario” en el puente Simón
Bolívar, responde, donde se habilitó la circulación para casos de fuerza mayor.
Las trochas se cuentan por decenas. Son rutas ilegales
sin Dios ni ley, custodiadas por grupos armados o contrabandistas que imponen
sus reglas a sangre y fuego.
Según Marianne Menjivar, directora de la ONG Comité Internacional
de Rescate para Colombia y Venezuela, “los 35.000 venezolanos que cruzaban
todos los días a Colombia (…) ahora solo pueden hacerlo a través de cruces
ilegales, que los exponen a violación, agresión sexual y otros tipos de
violencia”.
Un reportero de la AFP vio cómo hombres encapuchados
organizaron una suerte de peaje con cuerdas de alambre donde piden dinero con
dos palabras: “colaboración, colaboración”.
“Uno sabe que por las trochas hay peligro, hay
vandalismo, hay todo lo malo, pero no nos queda otro remedio que pasarlas
obligatoriamente por la necesidad”, lamenta Guillermo Gómez, que a sus 65 años
camina frecuentemente por esos pasos ilegales para comprar medicinas.
– ¿Mal menor? –
La otrora potencia petrolera está inmersa en una
severa crisis económica y política agravada por la hiperinflación y el
desabastecimiento.
Desde 2015, 4,9 millones de venezolanos han huido de
su país, según la ONU, y entre ellos 1,7 están en Colombia.
Pero Caracas y Bogotá rompieron relaciones en febrero
de 2019 y desde entonces miles de venezolanos y colombianos que estudian,
trabajan o se abastecen en el otro país se han visto afectados por los
constantes cierres de fronteras.
María Adelaida Rincón, de 58 años, va hacia Villa del
Rosario a recoger un dinero que le envió su hija. Por las restricciones en
Colombia, es posible que los locales no estén abiertos.
“Vengo arriesgando la vida, pero qué más, me toca
porque tengo dos nietos a cargo mío. Allá en Venezuela hay cuarentena pero ¿qué
hacemos con cuarentena y sin comida?”, explica.
Acostumbrados a aventurarse por los pasos ilegales
para sobrevivir, la pandemia les parece un mal menor.
“A nosotros los venezolanos no nos está matando el
coronavirus, sino el hambre”, asevera Santina Rubio, de 37 años, mientras vende
agua en las trochas.
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