Juan Guerrero 19 de marzo de 2020
@camilodeasis
La
humanidad siempre ha vivido junto con plagas, enfermedades y guerras hasta
asimilarlas, aprender de ellas y superarlas. Por ello, más que un padecimiento
físico estas calamidades son parte de la historia espiritual del hombre de todos
los tiempos.
Cada siglo está marcado por un sinnúmero de
enfermedades, pero siempre será una esa que marcará la época, el
siglo y el tiempo. En su momento la llamada lepra, inicialmente
conocida como gafedad (ver mi escrito en https://letralia.com/170/articulo07.htm )
marcó la vida de gran parte de la sociedad medieval, con el Cid Campeador a la
cabeza.
También la tísis conocida después como
tuberculosis, dejó su huella en los famélicos hombres y mujeres del siglo
XIX,signados por la melancolía de una vida vivida en cámara lenta, de
movimientos laxos, silenciosos y cuerpos quebradizos. Entre el humo del tabaco
y las siluetas que se fueron desvaneciendo en la noche de los tiempos.
Esta peste que continuamos padeciendo y que cambia de
nombre, coronavirus, en su desarrollo va a establecer, no sólo nuevas
formas y maneras de relacionarse el hombre en su cotidianidad, también y
fundamentalmente, la visión amplia del mundo y lo mundano.
Vendrá un tiempo de mirada interior, de mayor
contemplación del ser humano consigo mismo. Al margen de eso llamado Nuevo
Orden Mundial, básicamente en las estructuras político-económicas, se dará en
la relación del hombre con la divinidad y su sentido de trascendencia.
Más allá del momento, que para gran parte de las
sociedades aparece contradictorio y obviamente, aterrador, la otra orilla que
se avizora parece ser de un brillo esplendoroso y luminoso.
Ciertamente que advendrá un tiempo donde transitaremos
metidos en el laberinto cibernético donde se hablará de clases sociales en
clara desigualdad de oportunidades para acceder a las ventajas tecnológicas.
Eso será así y su brecha se acentuará en la medida que se permita la existencia
de los regímenes totalitarios y militaristas.
Este tiempo donde el mundo entra en cuarentena es
posible aprovecharlo para intimar con mayor intensidad en las infinitas
posibilidades que se siguen ofreciendo en el universo de las redes sociales,
que son las grandes posibilidades para establecer los iniciales encuentros de
una sociedad que debe entender la tecnología de lo virtual como una realidad
más tangible.
Porque ya está terminando el tiempo de vivir la
realidad cibernética como un juego, un pasatiempo. En todo caso, y
parodiando al profesor Todorov, la realidad virtual es hoy,
una verosimilitud donde todo actante en la realidad
cibernética es potencialmente una verdad creíble y sujeto de
protagonismo en nuestras vidas.
La peste que marca este siglo, el coronavirus,
aportará en lo espiritual, psicológico e intelectual, su visión de un
nuevo mundo, una historia con sus nuevas maneras de relacionarse el
hombre, tanto en lo individual como en colectivo.
Es duro este aprendizaje. Para muchos supondrá
despedirse de la vida. Otros cambiarán sus viejos hábitos, costumbres y
actitudes. Quizás seremos más conscientes de nuestro entorno y ampliemos
nuestra visión de una hermandad que nos lleve a ser en la práctica social
más amorosos, solidarios, ético-estéticos y prestos para superar las fronteras
de mentalidades regionalistas.
Hoy la tecnología cibernética, con la Internet,
acerca al hombre en su cotidiano existir. Hoy te puedo leer, escuchar, ver
y hasta sentir y oler frente a una pantalla. Pronto, muy pronto tocarás a
la puerta de mi casa real y te abrazaré. Vendrás a visitarme desde China o
Kenia. Quizás me traigas como presente un nuevo dios, un nuevo maestro o
nuevos santos y ángeles, que alegres y felices bautizaremos. Mientras
tanto, sigo conociendo tu música, veo tu espacio donde habitas, imploro, rezo,
oro y medito para que pase la peste que simbólicamente lleva por nombre
una corona. Después de todo, Nostradamus, Camus, Poe y hasta García
Márquez te han nombrado.
Juan Guerrero
@camilodeasis
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