José Luis Farías 17 de marzo de 2020
@fariasjoseluis
La
otra cara:
Al
filo del mediodía del jueves 12 de marzo, Nicolás Maduro con voz grave y cara
de pésame, rodeado de militares, le metió el pie al acelerador del terror.
Aunque lo negó, nadie se chupó el dedo. La sospecha estaba confirmada. Quizás
lo planificó así, con ese desprecio por la gente que le es tan propio.
La
rueda de prensa tuvo algo de show, se tomaron todas las precauciones posibles
con los comunicadores sociales asistentes por si alguno de ellos estaba
contagiado, para enfatizar que "hasta ahora no han llegado casos de
coronavirus a Venezuela", pero que suspendería por 30 días los vuelos
procedentes de Europa, Colombia y Panamá "para proteger a nuestro
pueblo". El miedo cundió.
Al
día siguiente, Delcy Eloyna, encargada por el régimen para atender la pandemia,
confirmó la existencia de dos casos de coronavirus, una señora de 41 años de
edad que estuvo en EE.UU, Italia y España y un señor de 52 años procedente de
España. Un día después, el sábado 14 de marzo, Jorge Rodríguez admitió la
existencia de ocho nuevos casos positivos de coronavirus. Mentís para Maduro.
Ese
embuste no es verdad
En
adelante todo ha sido medidas cada vez más drásticas de militarización y estado
de alarma, que se irán expandiendo por el territorio como la única alternativa
para hacerle frente a la mortífera pandemia.
El sistema de salud del país está totalmente
en ruinas, colapsado, sin médicos, sin insumos, sin agua potable para cumplir
con la más elemental de las normas preventivas sugeridas: lavarse las manos.
Quedaba
claro que a lo expresado por Maduro, como a casi todo lo dicho por él, le
calzaba la ironía popular: "ese embuste no es verdad, mi señor".
Las epidemias no distinguen
En
la antigüedad el terror a las pandemias echaba a la gente en los brazos de la
magia y la hechicería. En Venezuela no sabemos adónde ir en caso de.
Las
calamidades epidémicas podían durar décadas y cobrar la vida de millones de
personas e igual que ahora nadie estaba a salvo.
La
duración mundial del coronavirus no será muy larga, la tecnología actual y los
avances de la ciencia permitirán encontrar una pronta respuesta y el mundo
volverá a la normalidad. En Venezuela sus efectos serán demoledores.
La
plaga de Antonina entre 165 y 180 después de Cristo, descrita por Galeno, el
famoso médico griego de la época, como "grande" y de larga duración
"con síntomas de fiebre, diarrea e inflamación de la laringe, erupción en
la piel a veces seca y purulenta", que los estudiosos modernos identifican
unos como Viruela y otros como Sarampión, se estima que acabó con la vida de
cinco millones de personas.
Los
emperadores romanos Lucio Vero y Marco Aurelio Antonio de quien toma su nombre
esta pandemia también fueron víctimas de ella. Por acá, Maduro y su pandilla
podrán librarse del coronavirus, más no de sus terribles consecuencias
económicas, sociales y políticas.
Nicolás el charlatán
La
explicación al surgimiento de las pestes en el pretérito estaba asociado a la
superstición y las curas se buscaban en la hechicería, conductas que desataron
la burla del escritor sirio Luciano Samósata, llamado por Engels el Voltaire de
la Antigüedad.
En
los años de la Peste Antonina, Samósata fustigaba a Alejandro el charlatán
quien distribuía versos para ser colocados en las puertas de las casas como
medida de resguardo ante la epidemia.
Ante
el coronavirus a Maduro no le cuesta nada hacer de charlatán y valerse de la
superchería del radicalismo comunista internacional para repetir que fue un
virus inoculado por las multinacionales de la salud para vender más medicinas.
Hay
historiadores que ven en la peste Antonina un punto de inflexión que marcó el
comienzo de la caída del Imperio Romano. Por estos predios el comienzo el fin
fue el 6 de diciembre de 2015 con la victoria opositora en las parlamentarias,
lo demás ha sido sólo ganar tiempo que ya le resta poco. No voy a decir que el
coronavirus echará a Maduro del poder, aunque pudiera acelerar su fin.
Humor versus pandemia
En
Venezuela la gente en una suerte de terapia colectiva para morigerar el
creciente pánico, que vació los anaqueles de insumos para la protección del
mortal virus, hizo uso del recurso del humor negro.
La
proliferación casi inmediata de memes satíricos y chistes en las redes sociales
sobre el coronavirus en Venezuela, a la par de la difusión de recomendaciones a
guardar por la pandemia, fue la respuesta de la población a la declaración de
Maduro que todo el mundo tomó como una confirmando de lo que ya era una
sospecha general.
La
multiplicación de la creatividad popular haciendo guasa de Maduro y su régimen
es la prueba más contundente del escepticismo de los venezolanos ante la
palabra del usurpador.
El
humor regocija, divierte, sirve de descarga contra los tiranos, alivia los
males del alma, nos venga de los sátrapas, pero no cura los virus de la
pandemia.
En lo posible seamos ciudadanos
Lo
ideal sería un paciente comportamiento ciudadano de aislamiento social y
observación de todas las normas preventivas de contagio, mientras aparece una
solución que borre la pandemia de la faz del mundo y ayude a esta tierra, una
vez de gracia, a evitar una mayor desgracia.
Sin
embargo, no será así porque quien vive del diario tendrá que seguir en la calle
a todo riesgo para procurar su subsistencia y quien no tiene agua en casa debe
salir a buscarla.
El
cielo se puede llenar de clamores y oraciones, pero la imposibilidad de
disponer de las condiciones mínimas de atención a los afectados por el virus,
solo nos deja como recurso la determinación a seguir exigiendo la renuncia de
Maduro para darle paso a la libertad y la democracia que nos permita enfrentar
todos los males que nos golpean.
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
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