HENKEL GARCÍA U. 14 de julio de 2023
@HenkelGarcia
“El colapso, que era inminente dada la
inviabilidad del modelo, no tardó en llegar, y la economía empezó a decrecer
con el precio del barril de petróleo todavía por encima de 100 dólares. La
espiral de empobrecimiento era indetenible, y la ciudadanía fue la gran
perdedora. Lo vivido nos reveló mucho como individuos y como país, aprovechemos
ese despertar para trabajar en los cambios profundos que queremos”.
Hace
unas semanas oí en un popular podcast (Escuela de Nada) un símil que
describía fielmente la sensación de vivir en Venezuela. Nacho Redondo
contaba que ser profesional en este país se asemejaba a estar en una escalera
mecánica en bajada, no importaba el esfuerzo que hicieras por subir, terminabas
siempre más abajo.
Y es que esa es precisamente la sensación de muchos, esa es la razón por la cual millones de venezolanos emigraron. El sistema (la escalera) los excluía, les impidió cualquier mejora en su calidad de vida sin importar el talento, la preparación o el esfuerzo que pusieras. El sentimiento resultante es una profunda frustración, insatisfacción e impotencia.
Si
bien este fenómeno fue exacerbado por el chavismo, buena parte de los 80’s y
90’s tuvo algunos visos de esta dinámica. Precisamente el chavismo llegó al
poder montado sobre un discurso reivindicativo, de hacer ver que la precariedad
de finales del siglo pasado se debía a un manejo inadecuado de los recursos,
que cada venezolano era rico, pero el político de turno se apropió de esa
riqueza. El modelo que propusieron no era productivo, sino de reparto de
renta.
“El
chavismo no sólo contó con los ingresos del petróleo, sino que además
quintuplicó nuestra deuda externa”
Por
eventos de fortuna, Hugo Chávez tuvo renta para repartir. El boom de precios
del petróleo escondió fallas estructurales inherentes al modelo que implementaron.
Por un lado, el chavismo tomó la institucionalidad del país y la puso a su
servicio. Esto estaba alineado con otra característica clave del modelo que
llevaron adelante: el control social. Por otro lado, el boom
petrolero no fue ahorrado, sino que fue despilfarrado, eso sí, no sin
crear una vorágine de consumo solo comparable con la otrora “Venezuela
Saudita”. Pocos saben que en esa “época de oro” (2007-2013), el PIB per cápita
de manufactura no estuvo por encima del nivel de 1998. No obstante, el
comercio, el sector bancario, el de comunicaciones sí gozaron de un impulso
tremendo. El “Socialismo del Siglo XXI” lucía como una bendición. El
chavismo no sólo contó con los ingresos del petróleo, sino que además
quintuplicó nuestra deuda externa. El colapso, que era inminente dada la
inviabilidad del modelo, no tardó en llegar, y la economía empezó a decrecer
con el precio del barril de petróleo todavía por encima de 100 dólares.
La
ilusión terminó, la renta desapareció y los problemas estructurales afloraron.
Al no contar con los ingresos petroleros del pasado, el Gobierno empezó a
utilizar los organismos del Estado para reprimir, tanto en lo económico como en
lo político-social. Los controles de precios, recrudecimiento del control
cambiario, sometimiento de las protestas sociales, la persecución política,
fueron algunas de las prácticas que se intensificaron a partir de 2014. La
espiral de empobrecimiento era indetenible, y la ciudadanía fue la gran
perdedora.
Al
Gobierno poco le importó no proveer el ambiente propicio para la generación de
riqueza, poco le importó no tener un sistema de libertades políticas,
económicas y sociales, no le interesó mantener un sistema de servicios
públicos medianamente decente (educación, salud, agua, electricidad,
etc.). Lo único que le interesaba (interesa) era (es) someter a toda la
ciudadanía para así garantizarse su estadía en el poder.
Y la
escalera es ese sistema producto de un régimen sin libertades, con un Estado al
servicio de quienes gobiernan, incapaz de proveer a la población de
servicios básicos y con una economía controlada que imposibilita la
generación de oportunidades para los ciudadanos. La dinámica resultante es
empobrecedora, frustrante y castrante.
Los
países pasan y sobrepasan sus ciclos. Este ha sido largo, extenuante, duro,
pero lo superaremos. No es momento de victimizarnos, sino de apuntar a
soluciones basadas en nuestro aprendizaje. Lo vivido nos reveló mucho como
individuos y como país, aprovechemos ese despertar para trabajar en los cambios
profundos que necesitamos, o mejor dicho, en los cambios que queremos.
HENKEL
GARCÍA U.
@HenkelGarcia
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