ANA TERESA TORRES 30 de agosto de 2023
@AnaNocturama
“Los micro textos de las redes sociales
demandan velocidad. Esta modalidad maniquea del discurso se aplica a casi todo,
lo que no constituye en sí un problema grave sino una manera de abreviar la
comunicación; pero empieza a serlo cuando se extiende a las personas, los
países, las ideologías, la política, y un sinfín de circunstancias que
simplificadas se convierten en discursos de alta peligrosidad”.
El caso es que mis recuerdos de cuando en Venezuela había un régimen democrático me llevan a pensar que en esos lejanos tiempos la discusión y enfrentamiento en lo político eran asuntos mucho más complicados que los de hoy, pero de eso hace más de 25 años y la memoria puede fallarme. Me vienen los fragmentos de largas conversaciones nocturnas y sostenidas argumentaciones más o menos confusas, acompañadas generalmente de alguna bebida alcohólica, en las que se pretendía explicar las ideas, aclararlas y confrontarlas, aunque no siempre se lograra. Todo esto me parece que si ocurrió fue tema de otra película.
En
esta que veo ahora a partir del lenguaje extremista y apocalíptico que
instauró el chavismo todos, quien más quien menos, hemos ido cayendo en el
negativismo (no discuto contigo porque no vale la pena) o en el simplismo (esto
es lo bueno y esto lo malo), cuando no en la grosería intelectual (eres un
fascista y tú un comunista). Sería injusto considerar que esto que describo es
solamente la consecuencia de las maneras que nos dejó la revolución bolivariana
porque coincide con un quiebre bastante extendido en el mundo, empezando por la
cultura “woke” que supone ser la alerta contra la discriminación de
cualquier signo y termina siendo una manera de ‘cancelar’ a todo aquel o
aquello que no nos gusta, una manera de buscar a las brujas que se quieren
quemar y se queman porque siempre se encuentra alguna.
i se
observa el lenguaje de las redes sociales surge una pregunta: ¿Es así
como la mayoría de los usuarios se expresa?, que nos remite a otra, y si es
así, ¿quiere decirse que es la representación de la expresión del común de la
gente? No quiero señalar si es un lenguaje culto, incorrecto o cualquier otro
calificativo similar, pienso en la mentalidad que se refleja en las palabras,
porque aquello que decimos es también lo que pensamos, lo sepamos o no. Y si
así pensamos el asunto es digno de reflexión. Lo primero que se advierte es el
pensamiento dualista, es decir, lo bueno y lo malo, lo viejo y lo nuevo, lo que
se ama y se odia, lo valioso y lo despreciable, y por allí podemos seguir un
camino interminable de antónimos.
Es,
sin duda, una manera más sencilla de pensar y de hablar porque al
introducir los matices del pensamiento plural todo se vuelve más
exigente. Si me preguntan por un escritor y contesto que es malísimo o que es
un grande, ya está resuelta la respuesta y todos quedamos contentos. Si me
extiendo en detallar lo que me gusta, lo que me parece valioso o novedoso en
contraste con algunas fallas que puedo apreciar, pierdo el tiempo porque ya mi
interlocutor dejó hace rato de escucharme. En ese sentido el pensamiento
dualista se adapta muy bien a los micro textos de las redes sociales
que demandan velocidad. Matizar en un tuit, por ejemplo, es muy difícil.
Esta
modalidad maniquea del discurso se aplica a casi todo, lo que no constituye en
sí un problema grave sino una manera de abreviar la comunicación; pero
empieza a serlo cuando se extiende a las personas, los países, las ideologías,
la política, y un sinfín de circunstancias que simplificadas se convierten en
discursos de alta peligrosidad. Algunos ejemplos: la izquierda es bondadosa y
justa; la derecha es maligna y atrasada (o al revés). Los ricos son malos; los
pobres son buenos (o viceversa). Quien no es de izquierda es fascista; los
fascistas son los enemigos de la diversidad (sexual o cualquier otra). Por
cierto, la ideología fascista, así como la nazi son bastante más complicadas
que eso, pero explicarlas es muy largo y más fácil es calificar de fascistas y
nazis a todos aquellos que no me gustan o con los que no concordamos; o de
comunistas a los que apoyan la salud y la educación públicas.
Explicar
la democracia tampoco es tan fácil, como no lo es distinguir lo que se entiende
por pensamiento liberal en Norteamérica o en Europa, por dar un ejemplo.
Así llamando progresista a lo que es democrático y fascista a lo que es
liberal, nos ahorramos un montón de tiempo, que no le sobra a nadie. Nos
ahorramos también la claridad en ideologías políticas que no es fácil de
adquirir, pero que si se hace un esfuercito puede mejorarse.
Siguiendo
al poeta Rafael Cadenas, que cada palabra lleve lo que dice.
ANA
TERESA TORRES
@AnaNocturama
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