GEHARD CARTAY RAMÍREZ 21 de agosto de 2023
@gehardcartay
“No será nada fácil pasar de un régimen
autoritario, opresivo y hegemónico como el actual a un sistema de libertades
políticas y económicas, amparadas por el Estado de Derecho y el principio de la
legalidad. De cara a 2024, debemos optar por una transición signada
políticamente por el centrismo democrático, alejado de cualquier extremismo,
con un liderazgo moderado y sobrio que no aliente más divisiones y venganzas.
Podríamos repetir con Andrés Eloy Blanco: ‘Y maldito sea el hombre que intente fabricarlos
de nuevo’”.
La próxima transición política en Venezuela pasa necesariamente por el centro político democrático, si cabe la ubicación topográfica entre derecha e izquierda, tan de uso común como anacrónica. Creo que así ha sido en casi todas partes, y digo casi por aquello de que las excepciones confirman la regla. Porque lo lógico es que cualquier transición política debe estar alejada de los extremos, sean de derecha o de izquierda. Lo conducente, entonces, es que sea dirigida desde el centro político y democrático, muy distante de radicalismos obtusos, de sectarismos torvos y de todo tipo de fanatismos, de por sí estúpidos y enemigos de la inteligencia.
Solo
así se puede coronar exitosamente un próximo proceso de transición, complejo y
difícil como el venezolano. No será nada fácil pasar de un régimen autoritario,
opresivo y hegemónico como el actual a un sistema de libertades políticas y
económicas, amparadas por el Estado de Derecho y el principio de la legalidad.
Tampoco será fácil superar la situación de ruina y de saqueo a que han sido
sometidos los recursos del país, con sus empresas públicas quebradas e
inservibles -comenzando por PDVSA-, y la debilidad ostensible que hoy
caracteriza el aparato productivo que aún permanece en manos de particulares.
Todas estas tareas exigirán un colosal esfuerzo y una cabal conducción política
y económica, tolerante y flexible, a fin de garantizar que el país avance lo
más que se pueda y en el menor tiempo posible.
“Tampoco
será fácil superar la situación de ruina y de saqueo a que han sido sometidos
los recursos del país, con sus empresas públicas quebradas e inservibles
-comenzando por PDVSA-”
Ese
proceso debe estar signado por una vocación proactiva, constructiva y
propositiva, y no por afanes vengativos y negativos. Por supuesto que los
culpables de la quiebra del país en estos 25 años tendrán que responder por sus
actos depredadores y destructores, pero eso habrá que dejarlo en manos de un
nuevo Poder Judicial, honesto e imparcial, que sustituya al actual. Sin
embargo, la tarea central del próximo gobierno debe estar dirigida a sacar
a Venezuela de este desastre y trabajar para mejorar las condiciones de
vida de nuestros compatriotas, hoy envilecidas por la pobreza generalizada, el
desempleo, la corrupción pública y la crisis de los servicios
públicos.
Sería
un error inexcusable volver a los discursos vengativos, revanchistas y de odio,
como los de Hugo Chávez en 1998, que luego se tradujeron en destrucción,
violencia y discriminación entre venezolanos de primera y venezolanos de
segunda. “Y maldito sea el hombre que intente fabricarlos de nuevo…”, podríamos
repetir con Andrés Eloy Blanco la célebre frase de su histórico
discurso Al mar los grillos en nombre de la Patria, pronunciado en
el Castillo Libertador de Puerto Cabello, en febrero de 1936.
Frente
a los resultados electorales de 2024, que con toda seguridad favorecerán
al candidato unitario de la oposición democrática -sea quien sea-, hay que
destacar ahora la transición operada en 1958, gracias al Pacto de
Puntofijo, como un singular ejemplo a seguir, con las obvias
salvedades de tiempo y espacio. Desde aquel momento y hasta 1998, durante 40
años, tanto la fugaz junta de gobierno presidida entonces por el
vicealmirante Wolfgang Larrázabal, que sustituyó a la dictadura
pérezjimenista, como los gobiernos posteriormente elegidos, se manejaron desde
el centro político, sin incurrir en radicalismos de ningún tipo.
Fue
así como se construyó un modelo democrático, basado en la moderación y el
diálogo, a pesar de que, a principio de los años sesenta, la decisión del
Partido Comunista de Venezuela y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria -un
desprendimiento de AD en 1960- alzándose en armas contra la naciente
democracia, trajo, como era natural, violentos enfrentamientos con saldo de
numerosos muertos y heridos en los combates entre el Ejército Nacional y las
guerrillas urbanas y rurales. Pero aquella aventura fue derrotada política y
militarmente en pocos años, de la cual, por cierto, la izquierda radical
aprendió la lección de su fracaso, y que luego la política de pacificación
ejecutada en el primer gobierno del presidente Rafael Caldera (1969-1974)
la incorporaría al debate democrático y electoral, conforme la Constitución
de 1961.
Las
tres décadas siguientes demostraron que la democracia podía ser un sistema
inclusivo desde el punto de vista de la coexistencia de diversos partidos y
tendencias ideológicas, aunque, por desgracia, esa inclusión no se produjo en
los campos sociales y económicos; lo cual arrastraría a la experiencia
civilista al funesto desenlace electoral de 1998, con la elección de un
golpista de extrema izquierda como presidente. En ese momento preciso, el
centro democrático dejó de conducir la República de Venezuela, sus
instituciones y su economía.
Volviendo
a nuestro complejo presente, estas experiencias históricas recientes -materia
que, en general, ignora la casi totalidad de la actual dirigencia política
opositora, para no hablar del analfabetismo que en esa materia exhiben los
dirigentes del régimen- deben ser tenidas en cuenta de cara al futuro. Por
supuesto que la realidad de ahora no es aquella de 1958. Podría decirse, sin
rubor, que la dictadura perezjimenista no fue destructiva ni arruinó al país,
como ahora. Hay ciertos logros suyos que, aunque exagerados por algunos
exégetas, fueron sin duda positivos para el desarrollo de Venezuela, al lado de
sus innegables desmanes, aunque nunca fatales como los del chavomadurismo.
Ahora, de
cara a 2024, los venezolanos deberíamos aprender la lección de la historia
contemporánea, tanto la que se produjo en los cuarenta años de la República
Civil (1959-1998), como la de ahora, luego de un trágico cuarto de siglo de la
mal llamada Revolución Bolivariana. Si no queremos repetir esta última fase,
destructiva y decadente, debemos optar por una transición signada políticamente
por el centrismo democrático, alejado de cualquier extremismo, con un
liderazgo moderado y sobrio que no aliente más divisiones, venganzas y reservas
entre nosotros, sino que, una vez llegado al poder, tenga la suficiente inteligencia,
capacidad y habilidad para garantizar su acceso al mismo, conservarlo a salvo
de golpistas y aventureros, y ejercerlo conforme los derechos y deberes
constitucionales, a fin de ejecutar un difícil programa de salvación nacional.
GEHARD
CARTAY RAMÍREZ
@gehardcartay
Invitamos
a suscribirse a nuestro Boletín semanal, tanto por Whatsapp como vía correo
electrónico, con los más leídos de la semana, Foros realizados, lectura
recomendada y nuestra sección de Gastronomía y Salud. A través del correo
electrónico anunciamos los Foros por venir de la siguiente semana con los
enlaces para participar y siempre acompañamos de documentos importantes,
boletines de otras organizaciones e información que normalmente NO publicamos
en el Blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico