“En 2015 la excusa del poder popular bajo las elecciones dejó de ser viable, el Gobierno se vio vulnerable y en la necesidad de manipular los tentáculos del Estado y sus instituciones para permanecer en el poder, dejando las elecciones de 2015 como el último comicio electoral donde la población efectivamente, pudo elegir. Mientras, el descontento de las personas en su necesidad de libertad es mayor. La oposición tendrá ese capital político latente, en espera de que lo instrumentalicen de manera honesta y responsable”.
Al mirar la historia política venezolana desde los primeros años de la mal llamada Revolución Bolivariana, una de sus características más notables era la marcada dicotomía y división de la sociedad entre chavismo y oposición. Este proceso de polarización social se agudizó especialmente durante el período 2000-2004, cuando distintas instituciones (educativas, religiosas, comunitarias, policiales, militares, mediáticas, académicas, etc.) y diferentes sectores sociales tomaron partido a favor o en contra de una de dos posiciones: gobierno u oposición1.
La generación de esos años creció y se desarrolló en una sociedad en conflicto y dividida entre “los buenos y los malos” sin importar de qué lado estuviesen. Entre los “rojos” y los “azules”, entre la ilusión de un cambio que solo era posible si su bando estaba en el poder, entre la permanencia del nuevo autoritarismo en el país y el miedo de lo que se veía venir. Familias, amigos, grupos de trabajo y vecinos, ahogados en un mar de polarización, donde en los sitios de reunión y lugares comunes, la conversación política siempre estaba presente y la certeza de un bando de que por medios institucionales y democráticos era posible cambiar de gobierno.
Con el pasar de los años, un grupo se aseguró de nunca dejar el poder, y con la muerte del patriarca del régimen y la necesidad de adaptación y supervivencia, sobre todo después de una Emergencia Humanitaria Compleja y olas de protestas, el gobierno de Nicolás Maduro se encargó de borrar, paulatinamente, esa dualidad en la que permanecía la política del país, para convertirla en una fotografía llena de grises, donde para la población es cada vez más difícil identificar sus actores, posiciones, y sobre todo, señalar a los “culpables”.
Venezuela se encuentra en una nueva etapa del conflicto político, con un gobernante que heredó un régimen híbrido (autoritarismo competitivo) y lo convirtió en un autoritarismo pleno, o como se le calificara en este artículo, autoritarismo hegemónico. Es por eso que surge la necesidad de analizar en profundidad sus nuevas características, entender que no son estáticos en su manera de existir, y para no cometer el error de interpretar la nueva realidad con los lentes de la década pasada; una realidad donde la oposición era vista como un bloque medianamente homogéneo con actores que perseguían el mismo fin: lograr un cambio de gobierno. En la actualidad, todo son matices de grises. El panorama no es tan sencillo.
Este texto no tiene como objetivo sumergirse en la complejidad de esta nueva etapa, pero sí enfocarse en dos aspectos que permitieron su consolidación: La diferencia del régimen de Chávez con el de Maduro, y las técnicas utilizadas desde el poder contra la oposición, para convertirla, poco a poco, en una oposición que no se opone.
Antecedentes
La era de Hugo Chávez en Venezuela fue un período de transformación política y social, la cual vio surgir una fuerte oposición, principalmente caracterizada por el rechazo a las políticas de centralización del gobierno chavista y la forma autoritaria de gobernar. Esta oposición estaba compuesta por una amplia gama de grupos, incluyendo partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil, líderes empresariales y grupos estudiantiles, que buscaban un cambio en la dirección del país y veían con temor el rumbo en el que se encaminaba su tierra.
Es importante destacar que la afirmación sobre la oposición y los venezolanos de que “nunca hicieron nada” para cambiar de gobierno está alejada de la realidad, y que dentro de esa narrativa, se incluye la manipulación de un régimen que fortalece sus estrategias de control y una frustración poblacional justificada. Esto es sin ánimos de afirmar que el accionar de la oposición careció de errores y desaciertos; tampoco es el objetivo expresar que toda la responsabilidad en intentos fallidos de transición democrática fue solo obra del Gobierno; es necesario tomar en cuenta una causalidad compleja en la que existen matices, por lo que desechar las miradas dicotómicas es prioridad, ya que nublan el entendimiento global de la situación. El panorama político venezolano es impredecible y cambiante, con un régimen que muta paulatinamente y evoluciona en sus técnicas de manipulación y control.
Sin embargo, mientras el grupo opositor coordinó intentos de resistencia civil, utilizó todos los métodos institucionales disponibles de la ya golpeada democracia venezolana, vio como respuesta a un gobierno encrudeciendo sus procesos autoritarios, afinando sus estrategias contra la población y oposición, así como también mutando para sobrevivir y mantenerse en el poder. Con un Chávez moribundo señalando a dedo a quien debería el “pueblo” escoger como su sucesor, era la prueba final de que quedaban apenas vestigios de democracia.
Para ilustrar mejor los intentos de la oposición venezolana de generar un cambio de gobierno, a continuación, se mencionan los hitos que se consideran más determinantes:
Paros cívicos, petrolero y golpe de Estado
Margarita López Maya describe los hitos más grandes de principio de siglo de la siguiente manera:
Entre fines de 2001 y enero de 2003 ocurrieron en la sociedad venezolana 6 confrontaciones entre gobierno y oposición. (…) En diciembre de 2001 la confrontación desembocó en un paro cívico, el primero de cuatro, que fue respondido con un endurecimiento del discurso presidencial y amenazas de dirigentes del partido de gobierno al orden democrático. A partir de entonces la polarización y la confrontación se hicieron más intensas, desembocando en el segundo paro cívico, en abril de 2002, que sirvió de antesala al golpe de Estado del día 11. Con este golpe de Estado y el retorno de Chávez al poder 48 horas después, se reveló la hondura de la fractura sociopolítica venezolana y se entró en una crisis política. Las iniciativas de diálogo, negociación o acuerdos que se intentan en los meses siguientes no producen resultados significativos. Ese diciembre se arribó de nuevo a un impasse entre los dos bloques, que llevó a la oposición a organizar un cuarto paro cívico, el cual, al igual que en abril, desembocará en una situación insurreccional2.
El referéndum revocatorio de 2004
En agosto de 2004, la oposición organizó una petición para convocar un referéndum para revocar el mandato de Chávez como presidente. La petición fue firmada por más de 2 millones de venezolanos y el referéndum se llevó a cabo en agosto de 2004. Aunque el resultado del mismo favoreció a Chávez, la oposición ganó el 40% de los votos, lo que demostró su fuerza electoral y apoyo popular, demostrando una vez más lo polarizado del país.
Las elecciones presidenciales de 2012/2013
En octubre de 2012, la oposición presentó a Henrique Capriles Radonski como su candidato presidencial para desafiar a Chávez en las elecciones presidenciales, ganando Chávez para poco después fallecer y tener que volver a ir a elecciones presidenciales entre Capriles y Maduro. El resultado fue un Maduro ganador, entre protestas de fraude electoral.
Las protestas de 2014
En febrero de 2014, se iniciaron una serie de protestas en todo el país en contra del gobierno de Maduro, quien había asumido la presidencia después de la muerte de Chávez. Las protestas fueron convocadas por estudiantes y la sociedad civil, y fueron reprimidas violentamente por las fuerzas de seguridad. Las protestas continuaron durante varios meses y resultaron en la muerte de más de 40 personas. El talante represor y dictatorial se hacía cada vez más evidente.
Las elecciones legislativas de 2015
En diciembre de 2015, la oposición ganó en una victoria histórica en las elecciones parlamentarias, obteniendo la mayoría calificada en la Asamblea Nacional. La victoria de la oposición fue un golpe para el gobierno de Maduro, quien había sido reelegido en 2013.
Protestas de 2017
Las protestas comenzaron en abril de 2017 después de que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) emitiera una sentencia que disolvía la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, esto sumando la caída económica del país que llevó a una de las inflaciones más altas del mundo. Los manifestantes salieron a las calles para exigir la restauración del poder legislativo y denunciar la creciente represión gubernamental.
La respuesta del Gobierno a las protestas fue violenta. Las fuerzas de seguridad utilizaron gases lacrimógenos, balas y otros métodos para dispersar a los manifestantes, y se produjeron numerosos enfrentamientos violentos. Se informó de la muerte de al menos 125 personas durante las protestas. El ojo del mundo se puso en Venezuela por las violaciones evidentes de derechos humanos en las protestas y la creciente crisis humanitaria y económica.
Proclamación de Juan Guaidó como presidente interino
El dirigente de Voluntad Popular asumió la presidencia de la Asamblea Nacional elegida en 2015, y posteriormente utilizó su puesto para impulsar una nueva ola contra el Gobierno, esta vez más institucional y enfocado en el apoyo de la comunidad internacional. Fue uno de los momentos más desafiantes para el Gobierno. Al final sobrevivieron.
De los hitos mencionados, es menester hacer hincapié en las elecciones legislativas de 2015, ya que fue el punto de inflexión determinante en el proceso de autocratización del sistema de gobierno venezolano: Pasó de un autoritarismo competitivo a uno completamente cerrado y hegemónico. A continuación, se define y caracteriza cada uno:
Autoritarismo competitivo
En los regímenes autoritarios competitivos, las instituciones democráticas formales se consideran el principal medio para obtener y ejercer la autoridad política. Sin embargo, los gobernantes violan las reglas democráticas tan a menudo y hasta tal punto, que el régimen no cumple los criterios mínimos convencionales de democracia. Los gobernantes de estos regímenes violan las normas democráticas lo suficiente como para crear un terreno de juego desigual entre el gobierno y la oposición. Aunque las elecciones se celebran con regularidad y, por lo general, no hay fraudes masivos, los gobernantes abusan sistemáticamente de los medios de comunicación, acosan a los candidatos de la oposición y a sus partidarios y, en algunos casos, manipulan los resultados electorales. Se puede espiar, amenazar, acosar o detener a periodistas, políticos de la oposición y otros críticos del gobierno3.
En estos tipos de regímenes:
- El partido gobernante o la coalición dominan el Estado, utilizan los recursos estatales en su beneficio y se sirven de instituciones estatales como la policía y el poder judicial para acosar, intimidar o incluso encarcelar a los opositores políticos.
- La oposición disfruta de derechos y libertades políticas limitadas, y a menudo es objeto de detenciones arbitrarias, acoso o violencia física.
- La sociedad civil y los medios de comunicación suelen estar cooptados, reprimidos o sometidos a censura, lo que dificulta que se oigan las voces de la oposición.
Según lo anterior, se puede afirmar que: a) El régimen venezolano se podía calificar ampliamente como autoritarismo competitivo, y b) No cumplía con los parámetros mínimos para ser una democracia, ni siquiera una “democracia con fallas”, ya que las instituciones democráticas formales son ampliamente consideradas como el principal medio para acceder al poder, pero el creciente abuso del Estado venezolano por parte de los titulares le otorga una ventaja significativa frente a sus oponentes.
Venezuela bajo Chávez celebraba con frecuencia elecciones periódicas y multipartidistas que, en general, eran libres y justas en apariencia. Con la fachada electoral se investían de legitimidad para manejar al país arbitrariamente con la excusa del “querer del pueblo”. En 2015, pocos años dentro del gobierno de Maduro, la excusa del poder popular bajo las elecciones dejó de ser viable, el Gobierno se vio vulnerable y en la necesidad de manipular los tentáculos del Estado y sus instituciones para permanecer en el poder, obstaculizando al Poder Legislativo y dejando las elecciones de 2015 como el último comicio electoral donde la población efectivamente, pudo elegir.
Se encargaron de cerrar cualquier vía institucional para que la oposición fuese incapaz de llegar al poder institucionalmente, convirtiéndose en un autoritarismo consolidado, hegemónico.
Autoritarismo hegemónico
En este tipo de autoritarismo “puede existir una autoridad política formalmente reconocida que asume la práctica totalidad del poder político. Pese a que pueden haber experimentado procesos de liberalización política, como el reconocimiento del pluralismo político, sólo los partidos o candidatos que participan con el poder tienen posibilidad real de acceder a los cargos e instituciones públicas. Por lo tanto, las elecciones, si bien pueden ser pluralistas, están excluidas de ella la oposición y, por tanto, no son competitivas. Asimismo, los derechos y libertades son muy restrictivos y están sujetos continuamente a las amenazas de los poderes públicos. Determinados grupos étnicos, religiosos y regionales pueden verse relegados de los derechos civiles e, incluso, pueden existir conflictos importantes en algunos de estos ámbitos”4.
Se entiende entonces como autoritarismo hegemónico un tipo de régimen autoritario en el que un único partido político o coalición domina el sistema político y controla todos los aspectos de la vida política, pero permite cierto nivel de oposición y participación de la sociedad civil. Este tipo de régimen combina instituciones formales, como elecciones y tribunales, con redes informales de poder e influencia que operan al margen de estas instituciones, lo que permite al partido o coalición gobernante mantener el control sobre el sistema político y la sociedad en su conjunto.
La característica clave del autoritarismo hegemónico es la “estructura dual de poder” que crea el partido o la coalición en el poder. Esta estructura dual incluye instituciones formales como las elecciones y los tribunales, así como redes informales de poder e influencia que operan al margen de estas instituciones5. El partido gobernante o la coalición utilizan esta estructura dual para mantener su control sobre el sistema político y la sociedad en su conjunto, por lo que tienen la capacidad de implementar todas las estrategias de “librito” contra cualquiera que se le oponga, incluso dentro de sus filas. El mejor ejemplo en la actualidad es el gobierno de Nicolás Maduro en el país.
¿Qué explica, entonces, la evolución en tipo de régimen en Venezuela?, ¿qué papel tiene la oposición?
Lo relevante de explicar el cambio entre tipos de autoritarismos en el país, es la mutación de las reglas del juego para una oposición que nunca estuvo preparada para la transformación autoritaria y represiva del sistema político. Mientras que el Gobierno encontró la forma de mantener a su coalición cohesionada estratégicamente contra cualquier amenaza, la oposición le costaba cada vez más unirse para enfrentar al único contrincante, es por esa razón que el Gobierno6 al ver la debilidad en una oposición multipartidista, implementó las estrategias de división tradicionales que se explican a continuación:
Para mitigar las constantes amenazas que los autoritarismos no pueden eliminar mediante elecciones libres, estos regímenes tienen dos estrategias bajo su manga: represión y cooptación. Estas dos no son excluyentes, pero el contexto político dicta la manera y agresividad con la que se aplica una o la otra7.
Represión:La represión es quizá la estrategia más obvia de supervivencia en regímenes autoritarios o dictatoriales, es fundamental y constituye parte de su naturaleza y forma de gobernar. Es una forma de control sociopolítico aplicado por las autoridades contra aquellos que ejecuten actividades/creencias que el régimen considera una amenaza contra el orden político8. Esta es efectiva ya que aumenta los costos de oponerse al gobierno, así que no ser leal se convierte en la opción menos atractiva. Gobernar mediante el miedo.
La represión viene en muchas formas dependiendo del propósito del gobernante; las dos categorías principales son: a) Represión de los derechos de empoderamiento; b) Represión de los derechos de integridad física. La primera forma de represión es contra la libertad civil: censura, restricciones en asociaciones civiles y otras acciones que típicamente afectan a la población en general. La segunda forma de represión afecta más al individuo y es la más cruda: tortura, desapariciones forzosas, aumento de presos políticos.
Nicolás Maduro ha sido acusado de violaciones a los Derechos Humanos por el peor tipo de represión, ejecutada de manera sistemática en sus filas. Ahora bien, actualmente el siguiente tipo de estrategia predomina por la necesidad del Gobierno de tener una fachada institucional frente a la comunidad internacional.
Cooptación: Se define la cooptación como la extensión intencionada de beneficios gubernamentales a las élites de la oposición, por parte de los titulares autocráticos a cambio de su lealtad, aquiescencia o cooperación. Los autócratas cooptan a los líderes de los partidos de la oposición proporcionándoles acceso a recursos clientelares, nombrándoles para puestos políticos clave y/o haciéndoles concesiones políticas limitadas. A cambio, se espera que los líderes de la oposición cooperen con los gobernantes apoyando sus iniciativas políticas y absteniéndose de emprender acciones colectivas contra el régimen9.
Acumular lealtades mediante la cooptación es instrumental para mantener el orden político, ya que la represión viene con sus costos y aumenta el descontento poblacional, siendo caldo de cultivo para protestas. Por lo que “encapsular” grupos opositores (partidos políticos, federaciones de empresarios, sectores importantes de la población) es importante porque les permite controlarlos para que en cualquier circunstancia, especialmente cuando se sientan desestabilizados, los utilicen a su favor y limpiar su imagen. La cooptación es especialmente efectiva cuando los grupos los introducen en las instituciones del Estado.
La cooptación es insidiosa, ya que los opositores cooptados muchas veces se mantienen en las filas de sus partidos mientras siguen una línea apaciguadora acorde a los objetivos del régimen autoritario. Muchos tienen sus propios partidos, que, a cambio de los beneficios mencionados anteriormente, se les permiten cargos públicos pequeños que no representen amenaza para la estabilidad del gobierno en el poder. Esto deriva, con el tiempo, en diferentes “oposiciones” ya que se diferencian en objetivos. Así es como los regímenes autoritarios fabrican una oposición que no se opone.
Ya explicados las dos estrategias predominantes de los autoritarismos, a modo de conclusión, se hace énfasis en la realidad actual venezolana; el objetivo del artículo es evidenciar el contraste de una oposición que se enfrentaba al poder, a la actual que fue arrastrada a una especie de clandestinidad, bajo muchas caras cooptadas de manera poco evidente, mientras hay partidos y líderes que de manera obvia están en las filas del régimen. Al ser una nueva etapa política en Venezuela, se abre una oportunidad de reagrupación opositora, en un contexto mucho más limitado y peligroso, donde la desconfianza impera, y las herramientas para oponerse son cada vez más arriesgadas. Sumándole la apatía de la población al no ver representantes en la oposición, y en la propaganda gubernamental que trata de vender una estabilidad y boom económico paupérrimo.
Quizá la oposición que no quiere oponerse sea la más ruidosa actualmente, pero el descontento de las personas en su necesidad de libertad es mayor. La oposición tendrá ese capital político latente, en espera de que lo instrumentalicen de manera honesta y responsable.
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(1)Mireya Lozada, “¿Nosotros o Ellos? Representaciones Sociales, Polarización y Espacio Público En Venezuela”, Scielo (Cuadernos del Cendes, December 2008). http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1012-25082008000300006.
(2)Margarita López Maya, “Insurrecciones de 2002 en Venezuela. Causa e implicaciones” (CLACSO, 2003).
(3)Steven Levitsky y Lucan A. Way, “Elections Without Democracy. The rise of competitive authoritarianism” (Journal of Democracy, 2002).
(4)Inmaculada Szmolka Vida “Los regímenes políticos híbridos: Democracias y autoritarismos con adjetivos. Su conceptualización, categorización y operacionalización dentro de la tipología de regímenes políticos” (Universidad de Granada, Revista de Estudios Politicos 2010).
(5)Guillermo O’Donnell “El Estado Burocrático Autoritario” (Editorial Belgrano 1982).
(6)Tanto de Chávez como de Maduro, pero en el artículo el enfoque es sobre el gobierno de Maduro.
(7)Erica Frantz y Andrea Kendall-Taylor, “A dictator’s toolkit: Understanding how co-optation affects represión in autocracies” (Journal of Peace Research, 2014).
(8)Robert Goldstein, “Political repression in Modern America: From 1870 to the Present” (Cambridge, 1978).
(9)Berker Kavasoglu, “Opposition Parties and Elite Co-optation in Electoral Autocracies” (V-Dem Institute, University of Gothenburg, 2021).
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*Este contenido fue publicado originalmente en la revista digital Democratización No.23 del Instituto de Estudios Sociales y Políticos FORMA, y fue cedido para su publicación gracias a la alianza con La Gran Aldea.
https://lagranaldea.com/2023/08/29/oposicion-que-no-se-opone/
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