Marcos Villasmil 23 de agosto de 2023
Fanatismo: enfermedad de moda que se
transmite con facilidad pandémica especialmente en las redes sociales
Reafirmémoslo:
La Venezuela democrática dio un paso gigante hacia la reconstrucción de nuestra
sociedad con la convocatoria de la Elección Primaria en octubre. Lo claramente
lamentable -pero ciertamente esperable- ha sido la conducta de los
oficialistas, empeñados en su desprecio por las formas civilizadas del debate
democrático. Cada día que pasa avanza la profundización del desastre nacional,
pero la principal prioridad del régimen es impedir como sea una solución
electoral a la crisis.
La elección del jefe de Gobierno en una democracia verdadera es uno de los momentos en el que se realiza, con más naturalidad, el debate de ideas que nace del reconocimiento de la pluralidad de las expresiones políticas de una sociedad. Podría afirmarse, por ende, que una real democracia es un lugar donde el diálogo debe ser promovido, y florecer con total naturalidad.
Porque
el debate de ideas sobre la sociedad, sus retos y problemas, si en verdad lo es
no se posterga o evita, es una de las formas más normales y continuas del
intercambio dialógico humano, y sin duda alguna siempre necesario en la
política.
El
debate entre demócratas debe ser asumido con seriedad, es decir, con respeto hacia
el otro, hacia los acuerdos logrados, y tomando en cuenta una clara conciencia
estratégica.
No hay
institución que más odien los enemigos de la libertad que el debate
plural democrático. Todos los caudillos de la accidentada historia americana
han despreciado el diálogo y el debate de ideas.
***
Como
ya ha sido recordado en anteriores ocasiones, el pensador francés Jean Lacroix
insistía siempre en que los que no son seres de diálogo, dispuestos al debate
de ideas, son fanáticos: “se desconocen tanto como desconocen a los otros.
Sólo por mediación del diálogo se realiza uno y se conoce: al destruir el
diálogo, se destruye uno a sí mismo y se destruye al otro.”
Fanatismo:
enfermedad de moda que se transmite con facilidad pandémica especialmente en
las redes sociales.
El
diálogo real, el que practican ciudadanos autónomos y no fanáticos, nos permite
identificarnos más allá de los límites de la política. Sirve para interrogarnos
sobre nuestra cultura, nuestras instituciones, nuestros modos de convivencia (o
carencia de ellos), nuestras formas de expresión artística, social, nuestra
vida económica. El diálogo saca a flote la humanidad en cada individuo,
ayudándolo decisivamente a convertirse en ciudadano.
***
El
diálogo democrático acepta las profundas diferencias existentes en temas
complejos. Albert Camus fue un no creyente que no tuvo problema en debatir y
dialogar con creyentes, desde la perspectiva del respeto al pensamiento
diverso, a la crítica, al pluralismo. El intelectual francés afirmó
acertadamente en una conferencia pronunciada en 1948 ante un calificado grupo
de padres dominicos, al respecto de los horrores de los totalitarismos
fascistas y marxistas: “lo que el mundo espera de los cristianos es que
los cristianos hablen, con voz alta y clara, y que emitan la condena de tal
manera que nunca la duda, nunca una sola duda pueda surgir en el corazón del
hombre más simple.”
Es
importante asumir, sobre todo en estos tiempos venezolanos, que un diálogo
entre demócratas no es una mera declaración extemporánea, un repetirle al otro
sus errores, obviando los propios.
El
diálogo democrático, si es sincero, lleva en su ser una muestra de empatía
hacia el contrario, al diverso, al distinto, buscando enriquecer a ambos. Y
esto es así sobre todo cuando las diferencias se producen entre compañeros de
una misma idea, de un mismo programa, con una visión de país que se comparte.
Ese
diálogo lo esperamos de todos los precandidatos a la Primaria. Parte la
necesidad, asimismo, del hecho de que ninguno -líder, partido, institución,
organización- podrá por sí mismo sacar al país del hoyo maléfico en que ha
caído. Será necesario la unidad no solo electoral, o la programática, sino los
esfuerzos conjuntos en una transición futura -como lo hicieron los políticos
chilenos, o españoles y sus sociedades- para poder entre todos volver hacia
sendas de progreso y de esperanza.
¿Se
imagina el amigo lector los escollos históricos, los recuerdos negativos, los
desencuentros existentes que tuvieron que superar los dirigentes de AD y de
COPEI –el recuerdo del trienio adeco, 1945-48, los marcaba a todos- para llegar
a ese hermoso ejemplo de diálogo constructivo que fue el pacto de Puntofijo? ¿O
todo lo que tuvieron que tragar los socialistas, radicales, comunistas y democristianos
chilenos mientras construían su forma particular de unidad, convertida en
concertación democrática?
Respetando
los particularismos, no creo que las diferencias que hay entre los
precandidatos opositores y los movimientos que representan sean mayores, más
serias, importantes o trascendentes que las que hubo en algún momento
entre Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera, o entre los chilenos
Patricio Aylwin, Ricardo Lagos y Clodomiro Almeyda. Sin embargo, estos lograron
acuerdos vitales -por importantes y duraderos- para el futuro de sus países.
Todos, venezolanos y chilenos, aprendieron las duras lecciones de la lucha
contra dictaduras.
Los
ciudadanos venezolanos no esperamos más, pero tampoco menos, de los demócratas
criollos de hoy.
Cada
día es ocasión para que los demócratas consolidemos la unidad. Porque sin
unidad, nos hundimos todos.
Sigamos,
los ciudadanos, con nuestras responsabilidades respectivas, sin caer en
desesperanzas alimentadas por los autoritarios y sus cómplices, y ayudando a
consolidar la unidad democrática para que por esa vía se logre la unidad de una
nación que necesita una cada vez más urgente reconstrucción tanto material como
moral.-
Marcos
Villasmil
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