Trino Márquez 03 de abril de 2024
@trinolmarquezc
En sus
últimas intervenciones públicas –especialmente en la difundida el Domingo de
Resurrección, día cargado de simbolismo- María Corina Machado ha insistido en
que seguirá luchando hasta el final, y que será ella la candidata admitida por
el régimen o será Corina Yoris. Trata de hacer valer la legitimidad de la
Primaria y de los más de dos millones de votos obtenidos en esa masiva
consulta. Su postura me parece correcta. Se resiste a que el candidato opositor
sea escogido por Nicolás Maduro.
La actitud de MCM la entiendo como una táctica dirigida a fortalecer su imagen frente a la comunidad internacional, que ha respaldado sus legítimas aspiraciones, particularmente con Gustavo Petro y Lula Da Silva, dos líderes fundamentales de la izquierda latinoamericana solidarizados con su causa y distanciados del autoritarismo de Nicolás Maduro. La consistencia de MCM ha permitido que Estados Unidos –a través de Brian Nichols, principal responsable para asuntos latinoamericanos, y Francisco Palmieri, encargado de las relaciones con Venezuela- mantengan la presión sobre el Gobierno de Maduro. Igualmente, el secretario de Estado del Reino de Noruega vino al país a dialogar con el oficialismo y la oposición.
En el
plano interno, las declaraciones de MCM buscan consolidar sus posiciones para
negociar en mejores términos con sus aliados dentro de la Plataforma Unitaria
Democrática y con otros factores que, a pesar de no integrar la PUD, se oponen
sin ambigüedades al Gobierno.
Hasta
este punto comprendo y comparto la conducta de MCM. Una figura de su talla debe
exhibir reciedumbre en los momentos más difíciles. Debe demostrar que no se
rinde ante los primeros tropiezos porque allí reside su liderazgo: en su
capacidad de afrontar con coraje las dificultades.
Sin
embargo, no estimo conveniente el sesgo anti Manuel Rosales que se percibe en
miembros del entorno de MCM y particularmente de numerosos simpatizantes de la
líder, que descalifican al gobernador del Zulia acusándolo de traidor y
‘alacrán’.
Es muy
probable que a Rosales el Gobierno le haya levantado la barrera que le impedía
inscribirse en el CNE, luego de una negociación y un acuerdo con el
oficialismo. Resulta muy extraño que pocos minutos después de haberse cerrado
el lapso legal, él se haya incorporado a la lista de los admitidos. También es
raro que el CNE haya extendido el plazo durante doce horas con el fin de que
fuese admitido Edmundo González Urrutia, en representación de la Mesa de la
Unidad Democrática (MUD) –la tarjeta de la manito- ahora PUD. De acuerdo con
los rumores puestos a circular por los detractores de González Urrutia, su
nombre forma parte de la componenda entre el Gobierno y Rosales. Se trataría de
un acuerdo para que el candidato de la PUD decline a favor de Rosales cuando la
campaña haya avanzado y la elección de julio se acerque.
Todas
estas conjeturas, convertidas en rumores perniciosos, están creando un clima
tóxico dentro de la oposición. Ciertos personajes que pretenden dirigirla desde
Miami y otros lugares del mundo, se han encargado de fomentar esas especies
malsanas, que envenenan el ambiente y solo sirven para sembrar una atmósfera de
mutua desconfianza entre quienes están obligados a buscar entendimientos.
Los
líderes democráticos deben entender que el verdadero y principal enemigo es
Nicolás Maduro. Todas las acciones políticas dentro de la oposición deben
subordinarse al objetivo de iniciar un proceso de transición pacífico, ordenado
y constitucional. El mandatario nacional forma parte de una camarilla que
durante un cuarto de siglo ha azotado a Venezuela. La ha empobrecido hasta el
punto de ser el responsable del mayor éxodo registrado en toda la historia
nacional y en todo el planeta, sin que haya habido una invasión externa, una guerra
civil o una catástrofe natural de grandes dimensiones.
La
tierra donde se asienta la política es árida. La política es áspera. Los
estudiosos más importantes de su historia destacan que la lucha por el poder
generalmente prescinde de lealtades porque en ella intervienen seres
ambiciosos, vanidosos, imperfectos. William Shakespeare en algunas de sus obras
dramáticas más famosas –como Macbeth y Ricardo III- devela el alma de quienes
aspiran el poder, incluso por vías democráticas. Ese mismo proceso lo vive el
régimen madurista y el PSUV, solo que de forma más atenuada porque sus
dirigentes no divulgan los intríngulis de sus luchas intestinas. Lo ocurrido
con Tarek El Aisami, quien lleva más de un año desaparecido, constituye una
pequeña muestra de cómo se dirimen los conflictos en la cúpula madurista. Pero,
el oficialismo se comporta como una tumba. Al estilo cubano, chino o ruso.
Nadie se refiere a él. Totalmente ignorado. Nadie dice qué pasó con el antiguo
miembro de la nomenclatura.
En
cambio, en la oposición prevalece la diatriba y el descrédito, a pesar de que
sus dirigentes han estado fuera del poder durante más de dos décadas.
MCM
debe entender que su liderazgo está atado al triunfo del candidato que
finalmente surja del complejo proceso que está en pleno desarrollo. Esa figura
podría ser MR. El mandatario del Zulia ha insistido en que si MCM, producto de
las presiones, es admitida como candidata, él declinará a su favor. Esta
promesa introduce una nota relajante en el panorama.
Si el
candidato de la Unidad triunfa, MCM compartirá los méritos por la victoria y
saldrá fortalecida. Si es derrotado, porque ella se paraliza, la
responsabilidad podría recaer en ella y su liderazgo se derrumbará como ha
ocurrido con otros dirigentes. Lo peor es que Venezuela seguiría hundida en la
miseria.
MCM es
clave para la Unidad. Así debe asumirlo.
Trino
Márquez
@trinolmarquezc
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