Orlando Viera-Blanco 16 de abril de 2024
@ovierablanco
Este
año se conmemoran 116 años del natalicio de Rómulo Betancourt y 68 [1956] de la
edición de su regia obra: Venezuela, política y petróleo. La oportunidad es
buena para hacer un ejercicio reflexivo sobre el papel del petróleo en la
política, en el marco de una coyuntura histórica oscura, donde lo electoral no
luce suficiente para alcanzar el retorno de la democracia y la paz […]paz que
jamás es autoritaria porque no sería paz.
El chinche de sembrar el petróleo. Con mis hijos…no te metas.
Pongamos
las cosas en contexto. Decir que por culpa del petróleo Venezuela dejó de ser
un país solvente, sea agrícola, pecuario, tecnológico, industrioso,
comunicacional, financiero o urbano, es temerario. Rómulo Betancourt supo
anticipar este cliché propio de la narrativa pro-autoritaria que, desde los
tiempos de Gómez, intentaba ocultar los estragos de una economía feudal, por
causa de la economía petrolera. Betancourt alegaba “que insistir en aquello
significaba seguirle el juego a los defensores póstumos del gomecismo quienes
liberaban de culpa al gobierno del fallecido Jefe Único, por el desacertado
manejo de la grave crisis que venía aquejando al sector agrícola desde mucho
antes del estallido de la gran depresión en 1929”. Para Betancourt, “Venezuela venía
arrastrando una crisis crónica que vino a acentuarse durante el régimen
dictatorial de Gómez, debido a la persistencia de un anticuado sistema de
producción latifundista, caracterizado por la concentración de la tierra en
pocas manos, métodos de cultivo anticuados y el mal aprovechamiento de las
aguas para el regadío agrícola”. El petróleo, en su opinión, “sólo vino a dejar
al descubierto un terrible mal olímpicamente ignorado por los personeros
oficiales. Más que culpable de la ruina del campo, el codiciado mineral le dio
la estocada final a un estado de cosas que no resistía más la inserción de los
nuevos tiempos”.
La
revolución industrial había pasado casi inadvertida por Venezuela. Apenas la
humareda de los ferrocarriles construidos por el guzmanato y algunas máquinas
de poca monta, eran presentadas como símbolos inequívocos de un proceso
modernizador que fluiría por sí sólo, gracias al apoyo del torrente de
capitales ingleses y alemanes dispuestos a rendir frutos en esta parte del
mundo […] Haciendo mofa de aquellas expresiones chapuceras, Betancourt rebate
precisando “que si en lugar de haber destinado aquel primer boom petrolero a
llenar los bolsillos de los acólitos de turno y a mantener operativo el Estado
controlado por Gómez, se hubiese utilizado [aquella súbita riqueza
instrumental] para apalancar la economía campesina, distribuyendo su benéfica
renta entre toda la población, otro destino se habría escrito para la dinámica
productiva del país”.
Estas
reflexiones de Betancourt calzan al dedo con la historia patria reciente. Si el
Presidente Chávez no hubiese destinado la mayor renta petrolera que ha recibido
Venezuela en su historia a un populismo irredento a lo interno, a sus
camarillas y a una política de subsidio externa plagada de coleópteros, hoy
Venezuela sería la Suiza del continente. Bueno acotar que fuimos el país más
rico de Sur América [2011-13.000 US$ pp] y el más pobre [2023-1.340 US$ pp].
Esa ha sido la verdadera guerra económica que devastó el país.
A
quiénes hablan de las sanciones como factor de depresión económica, Betancourt
les hubiese respondido: son los defensores póstumos de un chavismo demoledor,
quienes buscan liberar al fallecido jefe único de una economía confiscatoria,
de una responsabilidad ineludible. La tecnología, las comunicaciones, la
educación, el trabajo y la industria; el internet de las cosas; puentes y
ferrocarriles que quedaron en las arcas de Odebrecht y en los bolsillos de alacranes;
nuestro oro, nuestro petróleo, más satélites perdidos en el espacio; nuestro
desarrollo y futuro, se desfalcaron en derroche, dádivas y cohecho conductor de
la pobreza, desigualdad y crisis humanitaria más extrema.
Si a
lo anterior le agregamos que Venezuela todavía obsequia un 10% de su disminuida
protección petrolera [calculada en 700 mbd] a Cuba y el Caribe, el crimen
patrimonial, es insólito. Acabaron con el cono monetario, las reservas del BCV
y la capacidad industrial instalada. La agricultura quedó transformada en un
inmenso desierto rojo, sin planificación ni campesinos, peor que en los tiempos
de Gómez. Convirtieron a Venezuela en un país de economía de puerto, donde la
“independencia alimentaria”, quedó reducida a bolsas CLAP. Hoy pensionados y
jubilados venezolanos, hacen colas de horas para recibir una taza de arroz, un
par de pollos y un trozo de carne. Esa es la economía revolucionaria, esa es su
visión de poder.
De
nada hubiese servido “sembrar el petróleo”. Ahí están los índices de
construcción, industrialización, movilización social, masificación educativa y
hospitalaria que registró el país en 4 décadas de gobiernos progresistas, que
en medio de sus dificultades y errores, llevaron a PDVSA ser la primera empresa
petrolera del mundo; construir más universidades, carreteras y hospitales que
cualquier otro país en la región, represas y centros generadores de energía y
electricidad suficientes hasta para exportar, tecnología de punta y
comunicaciones a nivel de países desarrollados y un respeto de nuestro derechos
civiles y políticos, donde el voto, la justicia; la Asamblea Nacional, los
grupos de interés, la academia, las FFAA, la iglesia, permitieron la elección
de Chávez presidente [no inhabilitado], elegir una constituyente [no prevista
en la constitución de 1961], votar una nueva constitución [militarista y
reglamentaria] y “relegitimar” poderes públicos con un ventajismo nauseabundo.
El
11A-2002 [que cumplió 22 años], fue un levantamiento masivo de esa Venezuela
que gritaba al mundo, “con mis hijos, con mi negocio, con mi petróleo y con mi
libertad, no te metas”. Lamentablemente esa hermosa demostración de defensa
ciudadana quedó fulminada por una reprochable desagregación política, que le
permitió “al buen salvaje y buen revolucionario” [dixit Carlos Rángel] regresar
con crucifijo en mano. Prohibido olvidar.
Cómo
estamos y hacia dónde vamos.
El
Acuerdo de Barbados marcó una ruta electoral. Elecciones justas, transparentes
y verificables de los legítimos representantes de candidatos de oposición y de
los partidos políticos legítimamente representados por sus dirigentes. Nada de
ello se ha cumplido.
Revisando
el último informe de coyuntura económica de la UCAB, vemos algunos datos que
son buenos cruzarlos con lo político. En lo petrolero, “se estima que el precio
promedio del Brent durante el primer trimestre ha sido de $/b 82,7 y que
tenderá a descender en el resto del año, para ubicarse en un promedio anual de
$/b 82,4 […] Para 2024 se proyecta una tasa de crecimiento [Venezuela] del PIB
total de 4,5%, por encima del 1,3% que se registró para 2023. Si dicho
crecimiento se hiciera efectivo, el tamaño de la economía este año sería
similar a la que ya había alcanzado en 1969 o la de El Salvador de hoy.
En
este escenario es fundamental para el régimen cumplir con los acuerdos
políticos. Las posibilidades de expansión económica en Venezuela no sólo dependen
de la movilidad eficaz y competitiva de la producción y ampliación del mercado
petrolero, sino del retorno de las capacidades de inversión, producción y
distribución del sector privado. “Aproximadamente el 50% del crecimiento del
PIB este año estaría explicado por la expansión de la actividad petrolera que
podría crecer a una tasa superior al 16%”.
En
otras palabras, sin producción petrolera, no habrá expansión. Chevron no puede
atender las expectativas de mejoramiento de la explotación petrolera para
generar un repunte económico en el país. Pero sin elecciones libres no hay
cumplimiento político, sin cumplimiento político siguen las sanciones, con las
sanciones se afecta la expansión petrolera y sin expansión petrolera no hay
mejoramiento del PIB, por lo que el país seguirá estancado. ¿Quién es el
responsable? ¿Las sanciones? ¿El modelo? ¿María Corina?
Es
verdad que la variable económica no ha sido la variable dependiente para causar
el quiebre de la coalición dominante. Sin embargo, no es una constante
desestimable. El informe de coyuntura [UCAB] identifica que “como primer factor
de impacto en la producción (76%), el cobro de excesivos tributos, desplazando
la falta de financiamiento y la baja demanda al segundo y tercer puesto
respectivamente”. Los sectores productivos [privados] defienden el
levantamiento de sanciones, pero también piden eliminar la acción voraz del
Estado. Entonces lo electoral trasciende en la medida que produzca un verdadero
cambio del modelo de poder. La coexistencia con un Estado de Terror-vigilante y
mordaz, no es transición. ¿Qué actor garantiza ese cambio?
Veamos
la realidad laboral del país. “El año pasado, de los 20,5 millones de
habitantes en edad laboral sólo el 54% estaba ocupado (11 millones). De los
ocupados, el número de los empleados asalariados bajo dependencia se redujo 5%.
Los empleos públicos se redujeron a 2,2 millones de puestos de trabajo,
mientras que los empleos asalariados en el sector privado se ubican en 2.8
millones aprox”.
Venezuela
es un país desempleado. Las personas que no participan en el mercado laboral
venezolano se dedican a los quehaceres del hogar (40%), al retiro (jubilados y
pensionados 29%) y a estudiar exclusivamente (20%). Todas las reservas de
petróleo no serían suficientes mientras un Estado insaciable y de terror siga
vigente. El pasado 15 de marzo se cumplieron dos años desde el último
incremento del salario mínimo mediante un decreto presidencial. El monto
vigente del salario mínimo nominal es de Bs 130, que inicialmente representaban
30$, pero que es equivalente a 3,6$/mes en los últimos seis meses. El 65% y el
75% del total de ocupados en Venezuela trabaja bajo condiciones de
informalidad. Según los parámetros de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) no cuentan con un trabajo decente.
Nada
de estos índices hacen suponer que el futuro mejorará en Venezuela si no vamos
a una transición que no es sólo política, sino económica, actitudinal,
republicana, ciudadana ¡y ética! Betancourt advirtió en 1956: “Los gobernantes
venezolanos de 1946 estábamos –y estamos– convencidos, que nuestro país no
puede saltar la etapa de desarrollo capitalista de su economía. El estado que
atravesamos reclamaba una transformación nacional-revolucionaria y no una
ajustada a modelos socialista o comunista”. Y Betancourt tuvo claro que esa
visión había que pactarla.
De la
pobreza a la riqueza material, espiritual y humana
Venezuela
regresó a niveles de retroceso económico, social y político, peores a los
vividos durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. La solución comienza por
elecciones libres conductoras de un nuevo modelo de poder. Participar en la
contienda electoral demanda condiciones al derecho de elegir. Sin garantías
electorales no habrá cambio real.
Lograr
un pacto de unidad-en medio de los obstáculos-hace necesario un pacto previo de
co-gobernabilidad que se haga público; que abrace visiblemente una transición
del Estado-gobierno miliciano al Estado democrático y liberal; un proceso de
reinstitucionalización basado en un proyecto-país industrioso donde el petróleo
sea el arco estratégico de la modernidad, la felicidad y el regreso a casa.
María
Corina garantiza una transición real, profunda, estructural. También está
persuadida que debe garantizar la paz ciudadana, que no es la paz que se dobla
por la paz autoritaria, sino una paz duradera por estar fundamentada en la
justicia, la palabra empeñada y la prosperidad de la gente.
Betancourt
a lo largo de su trajín político y a la luz de las lecturas de diversos
autores, (Hegel, Marx y Engels), alertó: “Fue operándose en nuestras
conciencias un proceso de esclarecimiento ideológico. Comenzamos a darnos
cuenta de cómo Gómez era algo más que un déspota nacional: era el instrumento y
el vehículo para el control férreo de la economía venezolana, aliado y siervo
de poderosos intereses extranjeros”. Betancourt pactó con Jóvito y Caldera
romper con el yo-esclavo, romper las cadenas de una ideología instrumental,
déspota y servil. Ahora toca hacerlo.
María
Corina y Rosales pueden ponerse de acuerdo, pero antes deben firmar frente al
país, un pacto de reconstrucción, cogobierno y emancipación ideológica,
instrumental e histórica. Con pragmatismo puro y duro no trasciende lo útil, lo
bueno y lo necesario, donde lo bueno es la libertad, la paz y la prosperidad y
lo malo es seguir atados a un instrumento, a un vehículo, para el control
férreo de la economía venezolana, aliado y siervo de poderosos intereses
extranjeros e ideológicos.
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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