Cecilia Galatolo 03 de agosto de 2019
@Cecilia___G
Una conversación online nos condiciona y nos
compromete menos que una offline, pues nos encontramos ante una pantalla y no
ante un rostro: podemos escribir,
y dejar de hacerlo en cualquier momento si nos cansamos; podemos desconectarnos
o dejar sin terminar un post, sin que nadie venga a buscarnos para continuar la
conversación (y si alguien lo hiciera, podríamos bloquearlo o borrarlo con un
click).
¿Qué consecuencias puede tener esto en nuestro modo de
comunicar, de relacionarnos con los demás, en la manera de decir lo que
pensamos?
Hay cinco peligros relacionados con la comunicación en
las redes sociales...
1. El peligro de ser irreflexivos
Con frecuencia se acusa a las redes de “ eliminar los
frenos inhibidores”, de disminuir los escrúpulos de conciencia, y de hacernos
más sinceros, pero en el sentido menos noble del término, es decir, no honestos
ni francos, sino irreflexivos o indelicados. Hemos hablado de ello, a propósito
del estudio de Suler, un profesor de psicología de la
Rider University, sobre los efectos desinhibidores de la red.
La pantalla nos sirve de escudo, nos permite "no
desprestigiarnos": delante de una computadora y no ante alguien de
carne y hueso, quizá no tememos la agresividad del interlocutor, porque su
reacción, aunque fuese violenta, se quedaría como mucho en nuestro pc, no nos
pondría un ojo morado.
Tomemos el caso de Facebook: cuando discutimos dentro
de una página muy visitada, en la mayoría de los casos no tenemos nada que
perder (amistad, trabajo, etc.) Por mucho que nos arriesguemos, seguimos siendo
"uno de tantos", y nuestros comentarios, especialmente si debatimos
sobre temas controvertidos y de interés general, se pierden entre cientos. Es
decir, cuando tomamos parte en una conversación, lo hacemos casi como “comparsas”.
Y si no tememos la reacción de los demás, si no
advertimos consecuencias "tangibles" del propio actuar, se corre el
riesgo de reflexionar menos sobre lo que se hace, un poco como el niño que cree
que mamá no ve lo que está haciendo.
2. El peligro de ser arrogantes
Aunque no busquemos el anonimato (firmamos con nuestro
nombre), ni nos pongamos una máscara (no decimos cosas que no pensamos), la
“barrera protectora del teclado” y la dispersión del lugar donde nos
encontramos, puede llevarnos a ser instintivamente más arrogantes en el tono, a
no cuidar demasiado las palabras, el lenguaje de la conversación.
Si en la vida real -en una plaza o en un bar- las
conversaciones entre personas civilizadas suelen ser casi siempre moderadas, en
las redes sociales se desencadenan auténticas contiendas verbales,
despotricando, insultando, maldiciendo.
3. El peligro de leer sólo la idea expuesta sin saber
quién la apoya
En el web tendemos a faltar más al respeto, porque
perdemos de vista que enfrente hay una persona, con una biografía, cualidades y
defectos, sentimientos y cicatrices del alma. Acabamos atacando ferozmente al
interlocutor -cosa que, probablemente, no nos permitiríamos hacer cara a cara-,
porque la idea que no compartimos y quien la defiende, en la pantalla de un PC,
pueden integrarse en un todo único. En la práctica, arremetemos contra la
opinión y contra la persona como si fueran lo mismo.
4. El peligro de olvidar las reglas de la convivencia
social
Si en las conversaciones personales nos frena el
pensamiento de mantener viva una relación (y sabemos que, para hacerlo, no
podemos disparar a bocajarro contra los que tenemos cerca: lo dicen las normas
básicas de la convivencia social), la virtualidad de la web puede llevarnos a
sentirnos exentos del cumplimiento de las normas que solemos respetar cuando
salimos con amigos, en el trabajo, con el panadero o cuando nos encontramos con
cualquiera.
En las redes sociales se producen conversaciones sin
filtros, que no serían ni siquiera imaginables si los interlocutores estuvieran
sentados en una mesa de un restaurante...
5. El peligro de “preferir” la comunicación en la Web
Por las características de la comunicación en las
redes sociales, y por los motivos expuestos (percepción de una menor
responsabilidad, pensar que las consecuencias son menos graves, y los
compromisos menores), se puede llegar a preferirla y “anteponerla” a la
comunicación cara a cara, en vivo.
En lugar de utilizar Internet como un “vehículo”,
podemos acabar por verlo como una escapatoria para no abordar personalmente a
los demás.
Conocer estos peligros puede ayudar a sortearlos… a
reflexionar más antes de “disparar” nuestros comentarios. Y ustedes,
lectores: ¿qué piensan?; ¿caen en estas trampas?; ¿conocen otros
comportamientos vinculados a las redes sociales, que puedan dañar nuestras
relaciones?
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