Por Vanessa Davies y José
Gregorio Yépez
El chavismo va a cavar su propia tumba si no se
aparta del poder para tomar aire y recuperarse, afirma el analista político. Un
gobierno de transición debe ser de civiles, plural e incorporar a chavistas,
opositores y sectores sociales
Simón García es una muy rara
combinación de inteligencia y humildad. Puestos a escoger, lo suyo no es el
boxeo, sino el hilar fino de un ajedrecista que debe pensar, no en la próxima
jugada, sino en las venideras 10. “Procuré nacer en La Victoria”, dice, con la
sonrisa socarrona que luce en su boca.
García fue noticia este fin
de semana, y lo seguirá siendo en los próximos días, por la decisión de
promover -con otros dirigentes opositores- una nueva plataforma política: Tamos
Unidos. Aunque el lanzamiento formal se realizará el miércoles 7 de agosto, la
comidilla en redes sociales comenzó el sábado 3 de agosto. Los guerreros del teclado
-rojos azules, iguales en su intolerancia que raya en el fascismo- aplastaron a
los promotores de TU, entre quienes se cuenta García.
La conversación con
Contrapunto se registró antes del anuncio del nacimiento de Tamos Unidos. Hay
que aclarar que el analista cree en las elecciones presidenciales como el
mecanismo para quitarle espinas al camino venezolano, pero no se echa para
atrás ante el reto de las parlamentarias.
-¿Qué piensa de la
negociación en Barbados?
-Los procesos de negociación
y de entendimiento son por lo general sumamente largos, complejos y llenos de
zigzag, avances, situaciones de estancamiento e, incluso, de retrocesos. En
Barbados existe un factor de motivación muy grande, que es la presión de la
comunidad internacional a favor de una solución política, pacífica y electoral,
y esa presión no está expresada solamente en una buena voluntad, sino en un
sistema de amenazas creíbles, porque ya están en ejecución, que son las
sanciones. Existe interés de los participantes, y del más difícil de ellos, que
es el gobierno, en llegar a algún tipo de conclusiones y algún tipo de
resultados.
-¿Y si no pasa nada?
-En el caso de que no pase
nada sería una derrota para todos los participantes, sería una calamidad para
todo el país y sería solamente un paréntesis, porque no existe otro camino que
negociar una solución.
-¿Por qué es una derrota
para todos si el gobierno puede decir que sigue mandando?
-El gobierno puede ser
víctima de esa ilusión: la ilusión de que no encontrar una solución y ganar tiempo
lo favorece. Pero lo que está por debajo de ese ganar tiempo es un proceso de
profundización de la crisis de hegemonía que castiga al gobierno. El que está
enjuiciado, el que tiene 80% del país en contra es el gobierno, y no puede
tener la expectativa de que comprar tiempo lo favorece. Sus bases de
sustentación comienzan a crujir y a disminuir, y son visibles las voces dentro
del oficialismo, dentro del PSUV y del propio gobierno que son partidarias de
que se llegue a una negociación. No hay futuro para el proyecto del chavismo si
no hay un desenlace pacífico.
-¿Qué hay distinto ahora?
-Hay que examinar qué
significa que el gobierno gane tiempo, y si ganar tiempo significa que gane.
Creo que el gobierno está viviendo una situación límite: que ya no puede
gobernar, que los gobernados no quieren que gobierne y que su equipo de
gobierno no tiene ninguna posibilidad de resolver ninguno de los problemas que
aquejan al país. El gobierno se va a encontrar con su propia tumba, va a cavar
su propia tumba si no busca una solución que le permita, como ocurrió con
Daniel Ortega en Nicaragua en 1990, tomar aire, recuperarse y competir en el
terreno democrático.
-¿Cómo va a cavar su tumba?
-Como proyecto político el
chavismo tiene un éxito: triunfó donde muchos proyectos revolucionarios habían
fracasado. Era llegar al poder por una vía electoral, y desde el gobierno
conquistado electoralmente colonizar el Estado y ponerlo al servicio de un
proyecto particular revolucionario. Cuando el oficialismo se divorcia de su
compromiso democrático y electoral comienza a fracasar. La única manera de que
subsista en el futuro es que retome ese compromiso. Si no, le queda adentrarse
en el autoritarismo y desarrollar una vocación totalitaria más acentuada. No se
puede decir que sea un gobierno totalitario, aunque tiene la vocación de
controlar absolutamente la sociedad poniéndola bajo la dominación del Estado,
pero no lo ha logrado.
-¿Qué puede hacer fracasar
Barbados?
-Se está aplicando una
teoría de la negociación que esgrime, en primer lugar, las amenazas mutuas, y
eso ha ido conduciendo a una lógica de escalar los desacuerdos y no de insistir
efectivamente en los puntos que puedan destrancar el empate catastrófico,
aunque en términos de fuerzas sociales no se trata un empate: hay una mayoría
en contra de Maduro, una base social frente a la cual un aparato autoritario es
difícil que pueda mantenerse e imponerse, a menos que sea a sangre y fuego.
-¿Qué lo ha mantenido en el
poder?
-Una parte de lo que lo
mantiene en el poder son los fantasmas del pasado, la fuerza simbólica de
Chávez, lo que significó Chávez activando sobre el cerebro de los venezolanos.
Hay una fuerza inercial en el sostenimiento. Lo mantiene en el poder la
composición peculiar de la macolla de fuerzas que está gobernando; que no está
integrada solo por una madeja política, sino por madejas delictivas y
criminales. Hay unos intereses que no solamente están fuera de la lógica
democrática, sino que están en el mundo de la criminalidad.
-¿Todo el chavismo es
criminal, en su opinión?
-No. Por eso hablé de
macollas y madejas. Hay una madeja que sostiene un proyecto político,
imbricada, interferida por otras madejas. Una de esas madejas es el componente
militar en términos doctrinarios. Otra es la que tiene que ver con el
narcotráfico y los diversos tipos de contrabando. ¿Quién tiene la sartén por el
mango en esa madeja? En algunos momentos los sectores extremistas delincuentes.
-¿Quién está sentado en la
mesa de negociación?
-El sector político del
chavismo que obedece al presidente de la República. Es su canciller, su
ministro de comunicaciones, el gobernador de Miranda y un cuarto que va a las
reuniones.
-¿Falta otro sector para
llegar a soluciones reales?
-La teoría dice que deben
estar los factores que tienen que ver con la resolución del problema. Habría
que preguntarse si los sectores extremistas están interesados o no en la
resolución del problema. Eso tiene que ver con la demanda de que esté Diosdado
Cabello.
-¿Si se cae Barbados?
-Hay que insistir en un
proceso de entendimiento.
-¿Debe venirse a Venezuela
ese proceso?
-No necesariamente. El
problema de la localización de las conversaciones no tiene que ver con la
soberanía de las decisiones. Se puede discutir en Venezuela y perder soberanía
en las decisiones, o discutir en otras partes del mundo y garantizar la
confidencialidad.
-¿Debe ser en secreto?
-La experiencia indica que
debe ser así, como lo demuestran los procesos recientes de América Latina (el
más reciente, el de Colombia, que estuvo fuera de la observación pública). Hay
los que se hacen a la luz pública, como el de los vietnamitas y
norteamericanos, pero sus avances y retrocesos eran confidenciales. El problema
no es que se sepa que se está en una conversación, sino tener éxito, y hay que
protegerla de los francotiradores que la quieren boicotear. Una regla
metodológica es la que se está usando bajo la orientación de Noruega.
-¿Para restablecer la
convivencia es suficiente Barbados?
-No creo que sea suficiente,
pero es el comienzo de un entendimiento. Este entendimiento es mucho más
complicado que el que se produjo en Venezuela con el Pacto de Punto Fijo,
porque aquel consiguió un país menos destruido que este; aquel fue entre
factores democráticos, y este es entre factores revolucionarios autoritarios y factores
democráticos. Es más difícil conciliar intereses de élite.
-¿Cómo conformar ese
entendimiento?
-En primer lugar, con un
pacto de nueva gobernabilidad. Un esquema de nueva gobernabilidad. En segundo
lugar, un proyecto común de reconstrucción del país. Y en tercer lugar la
realización de elecciones libres y justas. No basta con llegar a un acuerdo
electoral. La destrucción del país es tan grande que se necesita un periodo en
el cual los proyectos políticos rivales puedan tener una franja de acción común,
destinada a resolver los problemas de la gente y a reconstruir el músculo
económico e institucional.
-¿Cómo es el esquema de
nueva gobernabilidad?
-No tiene un ganador único:
se requiere de un periodo de corresponsabilidad entre fuerzas de oposición y de
gobierno, cualesquiera sean ellas: las que están ahora o las que surjan de un
proceso electoral futuro. La mitad del país no puede resolver el problema con
la indiferencia, menos aún con la oposición de la otra mitad, o de un cuarto, o
cualquier tipo de perturbación. La necesidad de reconstruir lo que hemos
perdido, que es demasiado, la caída del PIB o el aumento descomunal de la
pobreza, y hasta los valores cívicos. Para reconstruirlo no se puede hacer en
una situación de hegemonía, sino de mayor y mejor calidad.
-¿Cómo lo ve?
-La manera de concretarlo es
que haya una distribución equilibrada del poder, que proviene de una
composición de los organismos electos respetando la voluntad de los electores;
más una cuota de representación del perdedor. El presidente gana, y según la
proporción de votos, va a ofrecer a la oposición una presencia en el gabinete,
y la oposición podrá aceptarla o no. Eso abre la idea de que se va a gobernar
para todos.
-¿Con Maduro fuera o no?
-Esto debe ser el resultado
de una elección presidencial.
-Un sector dice que ya hubo
elecciones.
-Por eso se trata de un
entendimiento que cierre las pugnas del viejo ciclo, caracterizado por la
polarización y la imposición de un régimen político y económico. Necesitamos
una sociedad en la que las fuerzas del mercado actúen con eficiencia; una
democracia de ciudadanos, empoderar al ciudadano y que tenga derechos. El que
gane va a cumplir el programa de reconstrucción, que necesita además la
viabilidad o sostén financiero de la transición. Ya hay cálculos: puede costar
60 mil millones de dólares. Para garantizar que el país va a pagar esos
desembolsos se necesita un entendimiento nacional que dé confianza y
certidumbre.
-¿Las parlamentarias
resuelven el problema?
-Si se toma como un medidor
de la voluntad de cambio del venezolano, la realización de elecciones
parlamentarias podría operar como un referéndum. Si el gobierno las pierde
aplastantemente es la expresión de un mandato. Si uno está abierto a la idea de
jugar en todos los tableros, y de que todas las soluciones democráticas están
sobre la mesa, uno tiene que contemplar estas posibilidades. Eso no significa
preferencias. Me parece que el camino recto es el de la elección presidencial,
pero puestos frente a la circunstancia, y si no queda otro camino para abrir un
espacio democrático hacia una situación nueva, y si eso favorece la solución de
las calamidades que está viviendo la gente, la oposición debería ir a las
parlamentarias.
-¿En qué condiciones?
-Bajo condiciones de
competencia: devolviendo las tarjetas a los partidos inhabilitados, cambiando
el CNE.
-¿Con este CNE no?
-No. Es un factor de
deterioro de la confianza muy grande en los electores.
-¿Necesitamos un gobierno de
transición?
-Si hay un entendimiento
para la reconstrucción del país debe formarse un gobierno de transición como
condición para iniciar la ejecución de las primeras medidas que reduzcan los
sacrificios económicos impuestos a la población, y que abra camino para
realizar elecciones justas. Es un gobierno de civiles, plural, donde deben
estar presentes representantes de los dos proyectos rivales: el democrático y
el revolucionario.
-¿Chavistas y opositores?
-Sí, pero no se puede
reducir su composición solo a factores políticos. Es importante que entre en
escena un tercer actor, la tercería social, en el gobierno y en las decisiones.
Pero no debe confundirse con un tercer polo partidista.
-¿Quién preside ese gobierno
de transición?
-Un gobierno de transición
es resultado de las negociaciones en marcha.
-¿Cómo se hace gobernable el
país?
-Es un compromiso entre
élites, entre los actores sociales que pueden dar aportes concretos a la
reconstrucción. Tienen que estar factores económicos, que reconstruyan un
aparato que está diezmado y con un atraso tecnológico. Necesitas eliminar los
factores de perturbación y abrir la posibilidad de que se conviertan en
factores de reconstrucción.
-¿Y los militares?
-En una visión optimista
parto de que la opinión de la institución militar se comporta de manera similar
a como dicen las encuestas que se comporta la opinión del país. Debe haber una
mayoría de militares que están a favor de una solución pacífica, en la que no
actúen las armas, en la que ellos no intervengan. Eso implica que la solución
no es la constitución de un gobierno militar, sino de un gobierno civil que
ponga en vigencia el principio de que los que tienen el monopolio de las armas
están subordinados a la autoridad civil. A partir de esta aceptación se puede
conversar sobre la participación de los militares en un gabinete.
-¿Como convences a los
militares de que acepten perder poder?
-Porque el poder no
garantiza el mantenimiento de los privilegios de los que una capa de militares
disfruta hoy. Una parte de esos privilegios está unida a las madejas del
proyecto político, y otra, a la madeja delincuencial. Para la supervivencia de
la institución tienen que estar calculando la necesidad de ser un factor de
reconstrucción, y no de dominio o privilegios. Ellos tienen ese dilema, y yo
confío en que lo van a resolver con un pensamiento favorable a la institución.
05-08-19
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