El jueves 31 de octubre,
Juan Guaidó lideró un encuentro con la Sociedad Civil: Iglesia, medios de
comunicación, empresarios, organizaciones de ciudadanos y partidos políticos,
reconociendo y apoyando a sus articuladores naturales para lograr el retorno de
la democracia: los partidos políticos.
Hacia el final de su
alocución, Guaidó recordó su tiempo en el movimiento estudiantil; apreció la
insistencia de sus mentores en que tuviera presente en todo momento a qué se
enfrentaba, y las características del momento que vivía, para poder salir
airoso y producir cambios en la realidad.
También habló de lo
necesario que es perder el miedo a los partidos políticos y a las formas de
participación establecidas, como la protesta. Aunque se falle en el cobro,
decía, un penalti no deja de ser un mecanismo válido para marcar un gol en el
fútbol.
La audiencia se sumergió en
el resultado adverso porque Guaidó no explicó que los indicadores de
efectividad que sirven en el mundo deportivo y comercial, no son los que se
aplican a la actividad política. Es que él era un niño cuando en Venezuela
anidó la antipolítica al grito de “¡Necesitamos gerentes!”, en referencia a la
administración pública.
Los medios de comunicación y
algunas importantes oenegés de entonces, se dedicaron a ¿educarnos o
adoctrinarnos? para el porvenir: Venezuela dejaría de ser un país “en vías de
desarrollo” y haría de la potencia, acto, cuando el Poder Ejecutivo –en sus
niveles municipal, estadal y nacional– fuera ocupado por funcionarios que
delegaran y gestionaran por resultados.
Ya no importaba quién nos
gobernaba; es más, era indeseable que tuviera compromisos políticos. Lo que
importaba era el equipo de tecnócratas que lo asistía y, a falta de carrera y
capital políticos, su carisma.
Así se fueron por el caño
los delicados equilibrios de la gobernabilidad que sólo se logran con la
política. Sin ellos, ni los mejores tecnócratas podían sostener un plan de
desarrollo para la nación, algo que debimos haber aprendido en el segundo
Gobierno de Carlos Andrés Pérez.
De vuelta a Guaidó, su
discurso llegó al cierre motivacional enfocado en la manifestación convocada para
el 16 de noviembre: “¿Saben por qué la danza de la lluvia que hacen los indios,
nunca falla? ¡Porque siempre bailan hasta que llueva!”.
Así recordaba los valores
propios de la resistencia: constancia, coherencia, claridad y convicción en los
objetivos junto con la disposición a cooperar para su logro, sin importar los
costos. Así nos bajó la línea de acción.
No habló Guaidó del rol de
la población en dictadura. Seguramente porque cree que nos puede desanimar si
nos dice lo limitado que es. De la inmadurez de la población en este tema,
tiene mucha responsabilidad el sistema educativo que nos enseñó que el 23 de
enero de 1958, “el pueblo tumbó a Pérez Jiménez”. La verdad es que ese día unos
militares tumbaron a otro militar y, fue con política –no con criterio
gerencial– que los líderes de entonces lograron la convocatoria a elecciones
para el 7 de diciembre de ese año. Casi nadie recuerda que Larrazábal se
postuló como candidato, lo que demuestra que su intención era continuar en el
poder.
Entonces, ¿qué otra cosa
puede hacer la población sino apoyar a sus líderes políticos? Sólo eso y,
especialmente, no apoyar a quienes quieren arrebatarles el liderazgo.
Me refiero a las oenegés que
intentan despolitizar o despartidizar las protestas, mientras pretenden liderar
otras exangües. Me refiero a unos pocos sectores de la sociedad civil que
antagonizan con los partidos suficientemente validados por la voluntad popular,
porque planean hacer surgir otros nuevos o proponer un líder apoyado por el
poder gubernamental, militar o fáctico.
Sí, me refiero a políticos
sin liderazgo propio pero con recursos, a sus medios, a sus financistas y a sus
intelectuales orgánicos, todos abocados a provocar el fracaso de la coalición
democrática que en este momento está al frente de la Asamblea Nacional, porque
su intención es suplantarla. No se puede ser políticamente más miserables para
con la nación.
La nación exige unidad, sí,
¡alrededor de quienes ya nos lideran! Quienes no tienen ascendencia sobre el
pueblo son como el pueblo y, hasta que retorne la democracia, deben hacer lo
que el pueblo: seguir bailando hasta que llueva.
02-11-19
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