Ángel Rafael Lombardi Boscán 09 de octubre de 2022
¿Para
qué sirve la historia? Para evitar que el olvido triunfe. Razón por la cual la
historia es el historiador. Y solo la capacidad profesional de este y su ética
humana basada en principios positivos, muy especialmente el de la veracidad, le
dan cuerpo a una historia como relato imperfecto aunque convincente. Los
materiales del historiador son muchos y variados. Los testimonios de testigos
de grandes revoluciones y guerras siempre son atractivos aunque hay que irse
con cuidado.
Jean-Baptiste Boussingault (1801-1887), científico y viajero francés, nos visitó en los predios de la Gran Colombia entre 1822 y 1832. Discípulo y amigo de Humboldt, intentó imitarle, aunque sus Memorias (1892-1903) en cinco tomos apenas son conocidas. Le asumimos como liberal y simpatizó con la causa de Bolívar y sus alzados rebeldes en contra de la Monarquía hispánica en la gran guerra que generó la transición de colonia a república (1750-1830).
Fue
coronel asimilado dentro de las filas del ejército republicano. Su testimonio
sobre nuestra guerra fue muy sucinto aunque lúcido y esclarecedor en algunos
nudos temáticos apenas remarcados. Lamentablemente, ha sido ubicado en una
lista negra como contrario a la buena memoria de Simón Bolívar. Esto se debe
básicamente a que no formó parte de la legión de aduladores.
Boussingault
nos dice que la vanidad del caraqueño le perdió y que su obra libertaria estuvo
condenada al fracaso luego del triunfo de Ayacucho (1824) debido al predominio
del partido militar liderado por el mismo Bolívar y sus ansias de poder
perpetuo.
Este
francés, inteligente y buen observador, llevó en su piel la misma enfermedad de
la mayoría de sus predecesores europeos como cronistas de los hechos
«maravillosos» del Nuevo Mundo a partir del año 1492: el sentimiento de
superioridad étnica y cultural. Boussingault mira los hechos americanos «desde
arriba»: sus dictámenes justos e injustos no escapan a la cárcel emocional de
un ser civilizado que se topa contra la barbarie.
Lo que
nos interesa aquí es destacar lo esencial del «relato de Boussingault» sobre la
Independencia de Venezuela. Y hay que señalar primero que esto que no dice en
su mayor parte no lo vivió ya que su arribo a Venezuela ocurrió en el año 1822
cuando ya la guerra estaba decidida. No obstante, sus observaciones son muy
interesantes.
La
primera observación es obvia y esencial: el desencadenante de las
independencias americanas en contra de la España absolutista de Fernando VII
fue la invasión de Francia sobre la península ibérica en 1808. Hasta el año
1815 fue una guerra civil entre dos partidos: el pro-monárquico y el partidario
de la independencia. Guerra esta caracterizada «por los terribles excesos».
La
guerra cambió de signo con el arribo del general Pablo Morillo con 12.000
legionarios en el año 1815 sobre Venezuela. Luego de controlado este
territorio, la invasión sobre Cartagena y Bogotá, acabarían por subyugar a la
Nueva Granada. No obstante los independentistas nunca se rindieron en Venezuela
y recuperaron Margarita y Angostura a partir del año 1817 y se atrincheraron en
los llanos del sur.
Morillo,
subestimando al enemigo, intentó ser Hernán Cortés, solo que sin aliados. Nos
dice Boussingault que: «El ejército español corría a su perdición; iba a luchar
contra el clima y a encontrarse con los mismos obstáculos que diezmaron a los
conquistadores en su busca de El Dorado. Los caballos del brillante escuadrón
de húsares de Fernando, la artillería, las mulas del equipaje pronto quedaron
inútiles».
En
esto acierta el científico francés y remarca la ventaja del soldado llanero como
la mejor fuerza adaptada a las duras condiciones en que se desarrolló la lucha.
«El llanero no necesitaba vestirse y a menudo lo hacía a expensas del enemigo.
Más de un soldado de Páez, después de un combate sangriento, aparecía con el
uniforme de un húsar de Fernando. Habituados a alimentarse de carne, lo demás
no le era indispensable; nadadores ejercitados desde la infancia en las aguas
del Orinoco, del Apure o del Casanare, no les detenía ningún río».
Morillo
y Bolívar fueron incapaces de vencer en una batalla decisiva en Venezuela,
razón por la cual el asalto sobre la Nueva Granada y el triunfo en Boyacá en
1819 terminaron de inclinar la balanza en favor de los independentistas.
Las
deserciones asolaron al diezmado ejército realista y luego del Armisticio del
año 1820 Morillo renunció al mando y se regresó a España. «Al expirar la
tregua, se reanudaron las hostilidades en Venezuela. Los españoles derrotados
en Carabobo se refugiaron en Puerto Cabello, cuyo bloqueo, comenzado por Páez
en 1822, duraba todavía en febrero de 1823, cuando conocí a este general en
Maracay. La guarnición española se embarcó para Cuba. El Libertador pensaba ya
en la emancipación del Perú. Tal era la situación de Colombia cuando me despedí
del general Páez para seguir mi viaje a Bogotá».
Ángel
Rafael Lombardi Boscán
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