“Me tocó una maestra muy buena”, le comentó la pequeña Beatriz a su mamá. Estaba contenta de volver a clases. Y es que a los niños, como bien dice Tonnuci, educador italiano defensor de la educación, no les gustará hacer tareas, pero les gusta la escuela. Ahí están sus compañeros para jugar, compartir. “Mi mamá me ayuda con mis tareas, pero es mejor la maestra”, comentaba una pequeña el año pasado cuando por fin se retornó, aunque fuera parcialmente, la educación presencial en el país.
La pandemia obligó, en todo el mundo, la suspensión de clases presenciales. Estos casi dos años de educación a distancia supusieron un retroceso en el aprendizaje de casi todos los alumnos. Eso en todas partes, pero en nuestro caso, Venezuela, hay que recordar que la educación no comenzó su emergencia en marzo del 2020, ya teníamos años con la “rutina escolar” perdida. Y en estos años hay factores de esa crisis que se han agravado, como es el caso de los malos y a veces inexistentes servicios públicos, como el acceso del agua potable, o el transporte público, o la inseguridad alimentaria. De manera que volver a las aulas, con sus respectivos protocolos de seguridad no ha sido algo fácil, pero sí algo deseable. La escuela es un lugar que ayuda a los alumnos no solo a adquirir herramientas para aprender -esperemos que toda la vida- sino también para su desarrollo como persona. Le enseña a convivir.
No es fácil para una familia venezolana, ni de sectores populares ni de la clase media empobrecida. Los uniformes están caros, también los útiles escolares, por eso pedimos flexibilidad a los centros educativos, tanto públicos como privados y también los subsidiados, en cuanto a esos requisitos: uniformes, útiles, incluso la formalización de la inscripción, pues lo importante es que los alumnos vengan a su centro educativo. Y durante el mes de octubre que se vayan “enderezando las cargas”.
No sabemos cuántos niños, adolescentes y jóvenes están fuera de las aulas, ya saben lo difícil que es tener datos oficiales en este país. También es verdad que es temprano para saber cuántos han desertado o han sido excluidos por la situación país, pero seguimos citando el dato que Unicef daba en 2019, cuando decía que en Venezuela un millón de niños y adolescentes en edad escolar estaban fuera de las aulas. Tampoco sabemos cuántos maestros siguen perseverando en su trabajo, a pesar de los bajos, bajísimos salarios, de la falta de transporte y de los etcéteras que usted y yo conocemos, pero hay algo que podemos hacer desde los centros educativos: con esos alumnos que sí se han incorporado a las clases, mandar recados a esos compañeros que conocen que no lo han hecho, decirles que tienen su cupo, que se les está esperando.
Si se acepta la posibilidad, la pertinencia, la necesidad de la flexibilidad para facilitar que asistan a clases, el personal de las escuelas debe informar tanto a los alumnos como a las familias, que durante el mes de octubre los alumnos vendrán como puedan, de manera que ninguno que no tenga su uniforme completo vaya a ser objeto de burla por los otros. Eso acompañado de mucho cariño de parte del personal, que los estudiantes se sepan y se sientan bien recibidos. No olvidemos la importancia de los lazos afectivos que deben tejerse en el ambiente escolar.
En cuanto a los útiles, no pedir más de la cuenta. Además, las primeras semanas, de diagnóstico, repaso, recuperación de aprendizajes del año pasado, construcción de acuerdos de convivencia, basta con que lleven un lápiz y un cuaderno.
Esperamos que estos consejos sean útiles y que favorezcan la asistencia de la mayoría de niños, niñas y adolescentes a sus aulas.
https://correodelcaroni.com/opinion/hagamos-las-paces/lo-importante-es-que-vengan-a-la-escuela/
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