viernes, 18 de noviembre de 2011
Miedo solo al miedo
Por Miguel Valverde, 06/11/2011
Corrían los primeros días de marzo de 1933. Estados Unidos atravesaba una de las peores crisis de su historia que había comenzado con la Gran Depresión cuatro años antes. Franklin Delano Rooselvelt, el político y diplomático demócrata que propuso un audaz Nuevo Trato (New Deal) como la única salida posible de esa encrucijada juraba como el trigésimo segundo presidente de ese país, el cual estaba plagado de desesperanza, confusión y desmoralización. En su discurso de posesión FDR –como era conocido- consciente de la realidad y de los muchos sentimientos negativos que abrumaban a sus ciudadanos, pronunció una de las frases que se convertiría, con el paso del tiempo y en diferentes contextos, en un referente para las sociedades del mundo: “A lo que único que debemos temer, es al miedo mismo”.
Venezuela atraviesa hoy por una situación que también se caracteriza por el miedo. No solamente por motivos económicos o políticos –muy válidos por cierto- sino incluso por razones aún mucho más importantes, como lo es el temor a perder lo más sagrado que uno tiene: la vida misma. Los índices de homicidios, secuestros y hechos violentos no tienen precedentes en este país, y Venezuela se disputa los primeros lugares en Latinoamérica como uno de los países más violentos de la región…siendo el único que no está en guerra. Esta situación -que está muy lejos de ser una percepción- no solamente tiene un efecto real sobre nuestra sociedad, sino que también afecta de manera devastadora nuestra mente, nuestra manera de vivir e incluso nuestra forma de ser.
Muchos son los síntomas de que las cosas no están bien, como el que llegar a casa sano y salvo sea un logro, o que cuando uno es asaltado a mano armada lo primero que piense es: “Gracias a Dios ‘solo’ me robaron”, o que el simple hecho de poner un pie en la calle esté caracterizado por un temor que ya se ha convertido en el acompañante diario de los venezolanos y que nos obliga a mirar sobre el hombro permanentemente. Pero, quizás peor síntoma que todos los anteriores es el que refleja el último estudio realizado por el Instituto de Investigaciones de Convivencia y Seguridad Ciudadana (INCOSEC), que refleja que el 63,6% de la población “justifica” el linchamiento como método de defensa, lo cual no solamente demuestra el hastío de la mayoría de los venezolanos con la situación actual, sino también la profunda desconfianza en los cuerpos del orden y el sistema judicial. Todos estos son síntomas de una sociedad muy dañada.
El primer paso es justamente vencer ese miedo que no nos deja imaginar una sociedad mejor, más justa y digna. Es cierto que el camino que queda por delante para alcanzar esta sociedad que recupere sus valores, que se construya, desarrolle y progrese en paz no es fácil, pero -por primera vez en mucho tiempo- no solamente es posible, sino también probable. Esta vez, está en nuestras manos. Vamos a vencer todos nuestros miedos y empezar a soñar en grande. Nos lo merecemos todos.
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