Rafael Bello Rosal
La intolerancia que se vive actualmente en el país nos ha sumergido en un estado de trance que nos tiene cada día a la expectativa de cualquier cosa, cualquier detalle que nos haga explotar y drenar todo lo que sentimos. Estamos metidos en una montaña rusa de emociones que no nos permiten actuar de forma racional y que hacen que todas nuestras respuestas sean meramente emocionales. Esta situación atenta, sin duda alguna, a nuestro ejercicio de ciudadanía.
Cumplir las reglas está bien, luchar para que se cumplan es algo loable, pero hemos olvidado que, como ciudadanos, el sentido de convivencia y el respeto a los derechos de los otros es lo que debe marcar nuestra conducta.
No quiero sonar exageradamente positivista o como un escritor de auto-ayuda, quiero simplemente que reflexionemos sobre algo: ¿existe la necesidad de molestarse con el mundo entero cuando otro ciudadano incumple las reglas? Probablemente desde la comodidad de mi teclado y sin estar metido en una cola en cualquier sitio de esta ciudad, se me haga fácil decir que no; lo cierto es que también he estado en esas situaciones y por supuesto que he respondido de la misma forma.
Ahora bien, cuando el equipo de la Comisión de Seguridad y Derechos Humanos del Cabildo Metropolitano me hizo la invitación para escribir sobre su nueva campaña: No te Engoriles, no dudé en apoyarlos, pero confieso que me tomó un tiempo aplicar este cambio a nivel personal para poder invitarlos a ustedes a que lo hagan. En este tiempo entendí que muchas veces vemos en el otro un reflejo de lo que somos, vi que sin duda gritar y molestarse es la salida fácil y sobre todo, comprendí que si siempre nos hemos molestado y siempre hemos gritado y las cosas siguen exactamente igual, definitivamente no estamos aplicando la solución correcta. El reto es cambiar, es hacer el trabajo duro.
No les pido que vayan por la calle pidiéndole a la gente que no se moleste, que hablen con calma y que pidan las cosas de forma respetuosa. No. Les pido que cambiemos primero a lo individual, que midamos nuestros límites y que justo antes de explotar frente a cualquier abuso, nos digamos a nosotros mismos: "Pana, no te engoriles". Luego de eso, hablemos con el otro. Seguro una aproximación desde la acera del respeto, incluso con aquel que fue irrespetuoso, saca de sus esquemas a cualquier persona inserta en esta sociedad disfuncional. Cambiemos nuestra forma de actuar, los invito a darle un chance a la tolerancia y dejar a un lado las viejas prácticas que no han funcionado.
Me pongo de pie y brindo el mayor de mis aplausos a la Comisión de Seguridad y Derechos Humanos del Cabildo Metropolitano de Caracas por atreverse a proponernos que seamos ciudadanos cuando por mucho tiempo sólo fuimos habitantes de esta ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico