Páginas

lunes, 21 de noviembre de 2011

Nietzsche: política, paradoja y peligro


Por Wolfgang Gil
De Prodavinci 29 de Agosto, 2011

Friedrich Nietzsche murió en el año 1900 en estado de demencia. Treinta y cuatro años después, su hermana, Elizabeth Förster-Nietzsche, entusiasta nacional-socialista y fanática antisemita, esperaba con ansias una histórica visita. Ella creó un instituto para preservar la obra y la memoria de su hermano, el Archivo Nietzsche. Ese día se celebraba el cumpleaños número noventa del fallecido filósofo, y Adolfo Hitler, líder del ascendente Tercer Reich, le dispensaría una visita oficial a la sede del instituto.

El fürer llegó acompañado de sus guardias de honor y de una multitud de banderas con esvásticas. La señora Elizabeth le regaló el bastón preferido de su hermano. El dictador se sacó una fotografía de perfil, al lado del busto del pensador. Los nazis se sentían herederos de su pensamiento. También Mussolini había sido un ávido lector de Nietzsche y se consideraba su discípulo intelectual.

Desde el otro extremo del espectro político, el marxismo también consideró a Nietzsche como un precursor del fascismo. Georg Lukács, en El Asalto a la Razón, dedicó un capítulo a este pensador, el cual titula de forma significativa: ‘Nietzsche, fundador del irracionalismo del periodo imperialista’. Allí argumenta que el filósofo intempestivo se anticipó visionariamente a crear la mitología indispensable para el expansionismo alemán que tendría lugar en el siglo XX. En efecto, la obra de Nietzsche será utilizada para legitimar esa finalidad de conquista.

Por el contrario, las interpretaciones posmodernas de Nietzsche destacan su aversión a la autoridad. Esta interpretación ve en Nietzsche al campeón de la emancipación individual y personal así como de la auto-creación. Para Michel Foucault, por ejemplo, Nietzsche es el precursor de una filosofía de la desigualdad, la dispersión y la diferencia. Su obra es considerada como el intento de deconstruir los fundamentos metafísicos del autoritarismo.

Eso conduce a preguntarnos si realmente es o no es un fascista. Para responder a esa cuestión, hay que establecer, en primer lugar, cuál es la lectura fascista de Nietzsche. En segundo lugar, cuál es la lectura anti-fascista. Luego, estableceremos la relación que existe entre ambas lecturas divergentes. Y, finalmente, cuál es la función política del pensamiento de Nietzsche.

La lectura literal: el Nietzsche fascista

Hay mucho en el propio Nietzsche que permite hacer esta lectura. Nietzsche declaró que la conducta moral es solo necesaria para el débil. La moral judeocristiana privilegia al débil sobre el fuerte, y así evita que el fuerte se desarrolle completamente. De acuerdo con Nietzsche, toda acción debería estar orientada al desarrollo del individuo superior, que será capaz de realizar las más nobles posibilidades de la existencia. En cambio, “los débiles y los malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y además se debe ayudarlos a perecer”.

Stephen Hicks, en su excelente libro Nietzsche and the Nazis, establece cinco coincidencias y cinco diferencias entre el pensamiento de Nietzsche y el de los nazis.

Veamos, en primer lugar, las cinco semejanzas entre Nietzsche y los nazis. Primero, los nazis son colectivistas radicales. Nietzsche, aunque con matices, también defiende tesis colectivistas y anti-individualistas. Segundo, tanto Nietzsche como los nazis creen que los conflictos no se resuelven por medios pacíficos y dialogados; alguien debe perder y alguien debe ganar. Esto lo consideran como una evidencia fundamental de la condición humana. Tercero, ambos son irracionalistas en sus teorías psicológicas. Degradan el lugar que la razón juega en la vida y enfatizan los instintos y los sentimientos. Tanto Nietzsche como los nazis aceptan de muy buena gana que la guerra es necesaria, saludable y hasta gloriosa. Finalmente, tanto Nietzsche como los nazis son anti-democráticos, anti-capitalistas, y anti-liberales. Por eso, los nazis estuvieron en franca oposición a las naciones de Occidente que se habían comprometido ampliamente con la democracia, el capitalismo y el liberalismo.

Ahora, veamos las cinco diferencias. Primero, los nazis creían que los arios alemanes eran racialmente superiores, mientras Nietzsche creía que los tipos superiores se manifiestan en cualquier tipo racial. Los nazis creían que la cultura alemana era la cultura superior y la esperanza del mundo, Nietzsche, por su parte, sostiene que la cultura alemana contemporánea está degenerada y amenaza con infectar al mundo. Los nazis son fanáticos anti-semitas, mientras Nietzsche considera al antisemitismo como una enfermedad moral. Los nazis odian todo lo judío. Nietzsche admira a los judíos por su fortaleza, su inteligencia y su habilidad para sobrevivir. Finalmente, los Nazis consideran al cristianismo como radicalmente superior al judaísmo, mientras que Nietzsche estima que el cristianismo y el judaísmo son esencialmente lo mismo, pero que el cristianismo de hecho es una peligrosa variación del judaísmo.

Estos cinco puntos determinan diferencias importantes y les brinda soporte a los intérpretes de Nietzsche quienes no aceptan identificaciones simplistas de Nietzsche como un precursor de los nazis. Pero las cinco semejanzas también dejan testimonio en los cuales los nazis están en lo correcto en ver a Nietzsche como un aliado intelectual. Si bien Nietzsche no es un nazi, es un inspirador del fascismo.

Pero esta interpretación tiene lugar cuando se lee a Nietzsche de forma literal. Thomas Mann advertía sobre el peligro de tomarse al pie de la letra las enseñanzas de Nietzsche.

La lectura metafórica: el Nietzsche anti-fascista

El problema con la lectura fascista de Nietzsche es que no toma en cuenta al espíritu libre que hay en Nietzsche. También en Nietzsche hay afirmaciones, como la que hace sobre la mentira del Estado, que lo acercan al anti-autoritarismo.

Por todo esto, podríamos decir que Nietzsche tiene ideas en común con los anarquistas. Coinciden en la ruptura con el Estado, con la moral conservadora y con el cristianismo dogmático. Hay mucha afinidad entre Nietzsche y el anarquismo individualista de Stirner, Godwin y Proudhon.

Pero si bien hay un espíritu libre en Nietzsche que niega cualquier servidumbre, no se puede negar que también existe el otro Nietzsche que coincide con el fascismo. Pero los defensores del Nietzsche libertario hacen una apuesta fuerte: todas las afirmaciones fascistas deben ser interpretadas en sentido figurado. Por ejemplo, cuando Nietzsche habla del dominio, se referiría al control sobre sí mismo, no a la tiranía sobre los demás. Y cuando alaba la guerra, no se referiría a la violencia, sino al esfuerzo que hay que hacer para superar los obstáculos de la vida, especialmente a los obstáculos que se presentan a la vida creativa.

Pero esa interpretación no da cuenta de la predilección de Nietzsche por ese tipo de lenguaje, así como tampoco de insistencia en la ética y la estética de la violencia y la dominación. Pero, por encima de todo, Nietzsche tiene una explícita polémica anti-anarquista como la que tiene contra la democracia, el socialismo y el cristianismo: “Es lícito establecer una ecuación perfecta entre el cristiano y el anarquista: su finalidad, su instinto tienden solo a la destrucción”.

La lectura paradójica: el Nietzsche contradictorio

Las dos lecturas que hemos expuesto más arriba suponen que una es verdadera y la otra es falsa. Mi apuesta interpretativa es que ambas son ciertas. Nietzsche poseía un alma contradictoria y atormentada. Por eso, ambas interpretaciones tienen fundamento. Pero ninguna tiene la fuerza para negar a la otra.

En la política nietzscheana hay una tensión no resuelta entre autoritarismo y anti-autoritarismo. El componente anárquico es el contrapeso que evita que predomine el fascismo. Entre ambos opuestos hay una tensión del tipo heraclíteo, es decir, una contradicción sin posibilidad de conciliación. Una trágica unidad de opuestos.

En otras palabras, la lectura fascista de Nietzsche tiene que convivir con sus afirmaciones libertarias. Mientras, la lectura anti-autoritaria tiene que convivir con sus afirmaciones autoritarias. Uno puede llegar a creer que Nietzsche promueve un fascismo hipócrita. Nos ofrece fascismo de forma explícita, pero implícitamente mantiene un discurso libertario. Pero yo no creo que ese sea el contenido de la política de Nietzsche. Más bien estimo que hay dos componentes en lucha: el polo autoritario y el polo anti-autoritario. Su gran atractivo depende de este antagonismo. Nietzsche es un pensador contradictorio y su obra demasiado paradójica para reducirla a una ideología.

Nietzsche: la parálisis trágica y la anti-ideología

No hay forma de resolver la contradicción entre esas dos perspectivas. Por eso, de Nietzsche no podemos extraer una ideología. Georges Bataille nos alerta: “Las doctrinas de Nietzsche tienen esto de raro: que no se las puede seguir. Sitúan ante nosotros luminosidades imprecisas, a menudo deslumbradoras: ningún camino lleva en la dirección indicada”. Agrega que Nietzsche nunca tuvo una actitud política desde su desilusión juvenil con Wagner. Nietzsche no era un proselitista ni quería seguidores.

Esta lectura paradójica de Nietzsche nos descubre que su conflicto interno produce una gran parálisis. Esa es la parálisis trágica de la que habla James Joyce. La parálisis trágica redime al alma de ideología. Nietzsche no hace ideología, y lo más interesante de su pensamiento es cómo neutraliza, tanto la fascista como la anti-fascista. De esta forma, se produce un cortocircuito de alto voltaje. Ese cortocircuito es lo que alimenta la fuerza poética de la prosa nietzscheana. Su función es que sus retumbantes afirmaciones poéticas hagan resonar al alma. Así se producirá la revulsión indispensable para escapar de las comodidades ideológicas.

Nietzsche es un pensador poderoso no porque nos diga lo que debemos hacer. No nos brinda recetas. Nietzsche es una aventura. Es un deporte intelectual extremo. Podemos perder nuestra alma al explorar su peligrosa jungla conceptual. Sin embargo, si logramos sobrevivir, aprenderemos a domesticar los dos animales emblemáticos de Zaratustra: al águila, la fuerza; y a la serpiente, la astucia. Pues a esas facultades las necesitaremos para evitar caer en las trampas ideológicas y, sobre todo, para, como decía el propio Nietzsche, ‘vivir peligrosamente’, es decir, poder seguir nuestro propio camino.

***
Lea también de Wolfgang Gil: El Zaratustra de Nietzsche: la demencia del rebelde metafísico

Tomado de: http://prodavinci.com/2011/08/29/actualidad/nietzsche-politica-paradoja-y-peligro-por-wolfgang-gil/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Prodavinci+%28Prodavinci%29

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico